Quisiera decirle

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* Domingo 15 de Noviembre * (madrugada)                                          PATTY

Ya está. Hemos llegado. El camino se me ha hecho larguísimo por culpa del dolor de pies que siento y a la vez corto gracias a Bandy, que no me ha soltado en ningún momento. Me he dejado llevar por él todo el tiempo sin oponer resistencia. Y ahora nos encontramos en su portal, el punto de partida en el cual empezó esta extraña y diferente noche. Me quito los tacones aliviada y Berta hace lo mismo. Ella y Marius han venido con nosotros todo el camino, un par de metros más adelante y cogidos de la mano como dos enamorados. Trato de juntar los sucesos de la noche mientras subimos las escaleras en silencio, seguidas de los dos hermanos. Recuerdo claramente cada momento en casa de Bandy, nuestra llegada a "Calle 9", el encuentro con Raúl, la visión de Fabián y Omaira... juntos. Después, comencé a beber sin pausa y perdí el control. Berta me agarra del brazo y detiene mis pensamientos. Me lleva al baño y la sigo como puedo.

—¡Ha sido alucinante! —exclama cerrando la puerta tras de sí.

—Bueno... —murmuro—. Un poco raro todo, la verdad.

Berta estalla en carcajadas.

—¿Bromeas? Me lo he pasado de maravilla. He besado a Marius y ¡me encanta!

—¿Y Ahmed? ¿Qué pasa con él? —le recuerdo.

Hace un gesto despectivo con la mano.

—¡Bah! Que le den a ese. Se merece esto y mucho más. Ya es hora de que yo empiece a disfrutar.

Lleva razón. Me alegro mucho de ser su amiga, su cómplice en el principio de esta historia. Volvemos al salón, descalzas. Allí está solo Bandy, fumando tranquilamente un cigarro. Ni rastro de su hermano.

—¿Y Marius? —pregunta Berta.

Bandy señala el pasillo.

—Está en mi cuarto. Dijo que vayas.

Berta no se hace de rogar. Me sonríe guiñándome un ojo y sale decidida en dirección a donde Bandy le ha indicado.

Me quedo a solas con él. Y de repente me pongo nerviosa. Los efectos del alcohol ya se están disipando y comienzo a ser consciente de la situación. Permanezco allí, en el umbral de la puerta, de pie, sin saber bien qué hacer o qué decir. Pero Bandy consigue enseguida que venza mi timidez. Se encamina hacia mí y toma mis manos entre las suyas. Caminando hacia atrás y sin cesar de mirarme, se dirige al sofá. Se detiene un momento. Me mira. Sus ojos brillan de deseo. Acabamos echados sobre el sofá, sin separar nuestros labios. Siento el cuerpo de Bandy sobre el mío moviéndose suavemente y, a pesar de ser musculoso, no me pesa. Se inclina un poco, tumbándose a mi lado y sigue besándome. Posa su mano en mi pierna, deslizándola un poco por debajo del abrigo. Pongo mi mano sobre la suya y la aprieto con fuerza. Necesito su protección, la seguridad que él tiene.

—Tranquila —susurra.

Se incorpora levemente y, con un simple movimiento, se desprende de la camiseta, dejando al descubierto unos abdominales perfectos. La luz está apagada y las persianas bajadas, pero por las rendijas ya entra la luz del día. Está amaneciendo. Puedo ver claramente su cuerpo, su cara llena de pasión. Y me contagia esa pasión a mí. Apoyo mis dedos tímidamente en su pecho desnudo y lo acaricio. Dulce, suave, tiernamente. Bandy se deja hacer y en su cara puedo ver una muestra clara de placer. Eso me excita. Desabrocha uno a uno los botones de mi abrigo y me ayuda a quitármelo. No solo eso. Levanta un poco mi vestido, sin arrebatármelo y busca con sus manos mis braguitas. Las encuentra. Sigue investigando por encima de ellas, por debajo también.

Suspiro y me pierdo en ese beso, en esas caricias. Me entrego por completo. Algo me dice que no está bien lo que estoy haciendo, que no lo conozco lo suficiente y no debería permitirle llegar tan lejos. Pero me gusta este chico, me gusta mucho. Más que eso, lo deseo. Como nunca he deseado a nadie. Y cuando abro los ojos y lo veo, mirándome desde arriba con ese azul claro que me hipnotiza, olvido todas mis dudas. Un empujón más y lo siento, lo siento dentro de mí. Suelto un gemido de placer.

—Bandy... —susurro con la voz entrecortada.

—Dime...

Pero no digo nada. Aunque quisiera decirle que esto... es lo más bonito que he sentido nunca. 


Enséñame a QuererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora