* Martes 3 de Noviembre *
Me está poniendo nerviosa. No sé quién es este atrevido que llegó y me abrazó como si nos conociéramos de toda la vida, pero no me quita la mirada de encima. Intento disimular aguantándole la mirada con toda la firmeza que puedo y manteniendo la cabeza en alto, pero me está haciendo sentir cohibida. Y no son muchos los que logran eso...
—Bueno, ¿qué pasa? ¿Tengo monos en la cara?
No me responde. Sigue observándome con ese gesto de bobo. Berta se ríe y se levanta del banco, meneando la cabeza.
—Tú siempre tan borde... No le hagas caso, Bandy. Ella es así...—Me señala con el dedo—. Bandy, esta es Patty, mi amiga. Patty, él es Bandy, el novio de Omaira.
Emito un suspiro. Así que era eso... Seguramente le ha causado impresión nuestro parecido. Estoy harta de que la mayoría de la gente me confunda por ella. No es la primera vez. Un poco más relajada, me acerco a él y le doy dos besos, uno en cada mejilla.
—Encantada.
Hago lo mismo con el chico rubio que le acompaña.
—Yo soy Marius. Un placer —se presenta educadamente.
Me permito concentrarme unos segundos en Bandy. La verdad es que llama la atención. Tiene un cuerpo fuerte y musculoso, los hombros anchos y, en especial, unos ojos claros preciosos. Sobre todo, con qué intensidad me mira... Esta Omaira sí sabe elegirlos bien. No como yo, que me conformo con el «feúcho» de mi novio... Pero bah, se le nota a leguas que es rumano. Y no soporto a los rumanos. Hay muchos rumores malos sobre ellos. Así que no le presto más atención y le doy la espalda, siguiendo con la conversación que tenía con Berta antes de su llegada. O más bien intentándolo porque, llegados a este punto, no recuerdo por dónde íbamos. No entiendo por qué la aparición de este chaval ha causado tanto efecto en mí y trato de controlarme. Por suerte llegan Omaira y Bárbara. Se sientan a la misma vez y parecen ignorarlo. Qué raro... Si es cierto que son novios digo yo que deberían por lo menos saludarse... En fin, Omaira siempre me ha parecido un poco rara. Y bastante cría, tal vez. Saco un cigarrillo de mi paquete de «LM». Quiero encenderlo pero el mechero ha dejado de funcionar. Miro a las chicas.
—¿Fuego?
Una voz ronca llega desde atrás.
—Toma, yo tengo.
Me giro. Agarro el mechero que me ofrece. Nuestras manos se rozan suavemente. Y de nuevo esos ojos, que me atraviesan con la mirada y me hipnotizan por segundos.
—Gracias —balbuceo.
Y retiro veloz la mano, encendiéndome el cigarro con un leve temblor. Se lo devuelvo. Me sonríe. Dios, tiene una sonrisa preciosa... Aparto la mirada rápidamente esperando que nadie se haya dado cuenta. Deben de ser solo imaginaciones mías, me digo; seguro que solo trata de ser amable... como con las otras. Las miro a ellas. Berta y Bárbara están tranquilas, ajenas a todo esto. Pero en Omaira, que sigue sentada con las piernas cruzadas y los brazos de igual manera, puedo ver un gesto enfurruñado, de reproche. Espero que no sea por lo que estoy pensando... Una voz me saca de mis pensamientos. Raúl aparca en doble fila y, con la ventanilla bajada, me hace señas para que me acerque.
—¡Patty!
No baja del coche, ni siquiera para saludar a mis amigas, a las cuales conoce ya que yo misma se las presenté. ¡Qué fastidio! Raúl es la última persona a la que me apetecía ver ahora, pero tampoco tengo ganas de que me monte un numerito delante de todos así que obedezco y me acerco.
—¿Qué haces aquí? —me interroga.
—Me divertía hasta que tú has llegado.
Haciendo caso omiso de mi borde respuesta, prosigue:
—Vámonos. Te llevo a casa. Ya es tarde.
Niego con la cabeza.
—Iré dentro de un rato.
Me quiero dar la vuelta pero Raúl me agarra la mano, con una mezcla de súplica y a la vez de exigencia.
—Patty, sube al coche.
Suspiro hondo contando hasta diez en silencio. Es una táctica que uso cuando noto que me estoy enfadando y hace años que me ayuda a calmarme.
—Déjame despedirme, por lo menos.
Asiente con la cabeza.
—Bueno, Berta, me marcho ya. Nos veremos pronto, ¿vale?
Le doy dos besos y hago lo mismo con Omaira y Bárbara, aunque a ellas con menos cariño.
—Eso espero —me dice Berta—. Llámame pronto.
Asiento y levanto la mano en dirección a los dos muchachos, en señal de despedida.
—Chao.
—Chao.
Dirijo una última y rápida mirada a ese chico desconocido que me sonríe. Abro la puerta del coche y me siento dentro, al lado de Raúl. Abro la otra ventana y miro hacia el exterior mientras arranca. De acuerdo, ha conseguido llevarme con él, pero no pienso hablarle en todo el camino.

ESTÁS LEYENDO
Enséñame a Querer
RomantizmCuando el destino decide unir dos almas no hay nada ni nadie que pueda impedirlo. No existe fuerza lo suficientemente poderosa como para separar dos corazones que se pertenecen, aun cuando sus cuerpos estén ausentes.Ella es Patty, sensible y románti...