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El pelinegro trataba de mantener su imagen de afabilidad mientras que buscaba con la mirada al trabajador. Lo iba a encontrar, no lograba olvidar ese rostro sorprendido por más que quisiera. Caminaba entre los asistentes que le ofrecían alguna bebida, pero él lo rechazaba palmeándoles el hombro como agradecimiento. No sabía qué haría cuando lo tuviese delante, lo único que sabía es que tenía que hablar con él. Todo el mundo tiene un precio, y dudaba que alguien que trabajaba sirviendo copas en un reservado tuviera uno alto.


Changkyun había intentado relegar su trabajo a alguien más, pero el jefe lo estaba presionando. Hyungwon se había adelantado y había puesto una excusa para poder irse a casa. Así que, ahí estaba él, con aquella maldita imagen incrustada en el cerebro, tratando de no cruzarse con Lee Jooheon. Aún no había tenido que ir al bar a pesar de que su trabajo o, mejor dicho, el trabajo de Hyungwon que él le había hecho el favor de cubrir, era estar pendiente del coach o como fuera que ese tipo se autodefiniese.

—Ve a ofrecerle de nuevo el champán.

Son Hyunwoo era su jefe. Era un tipo agradable y divertido, pero en ese momento estaba en modo "esto tiene que salir perfecto" y no le iba a permitir seguir escaqueándose de su trabajo. Tenía que encontrar la forma de que aquella botella le fuera entregada sin tener contacto alguno. Trató de relativizar: tal vez no era para tanto. Solo le había visto correrse en la boca de un chico tras haberse pasado las últimas dos horas vendiendo un libro sobre como ligar con mujeres. Sí que era jodido, era muy grave, ese tipo parecía no tener escrúpulos. Pero también sintió algo de lástima. Y asco. Joder, Lee Jooheon era un cabrón retorcido que se aprovechaba de la desesperación de la gente cuando ni él mismo predicaba con el ejemplo. Le odiaba, si es que se puede odiar a alguien que acabas de conocer. Pero su miembro difería de su mente; parecía tener conciencia propia. El pelinegro era caliente, era guapo a rabiar y con un cuerpo de escándalo, y el rubio no podía negar que se sentía irresistiblemente atraído por él.


—Necesito un cigarro— comunicó el pelinegro a su mánager.

Kihyun siempre tenía todo bajo control, incluso una cajetilla de Esse para cuando su cliente se sentía desbordado. Pocos lo sabían, pero Lee Jooheon padecía de ansiedad, y su trabajo era cuidarlo para ahorrarle cualquier disgusto. ¿El pelinegro quería hacer un evento multitudinario para dar una ponencia y vender su libro? Kihyun hablaría con su amigo Hyunwoo para reservar fecha. ¿Quería un reservado para hacer eso que fingía desconocer? Lo tendría, y se aseguraría de que hubiese champán importado para su caprichoso paladar. Lo que ahora mismo necesitaba el pelinegro era un cigarro, puede que dos, e intimidad. El mánager procuró encontrarle una terraza solitaria para que su cliente se recompusiera y pudiese seguir proyectando su imagen de intachable sonrisa.

El pelinegro encendió con manos temblorosas el cigarro que sujetaba entre sus labios, la cajetilla de Esse en su zurda en caso de necesitar otro. Aspiró el humo y sintió como se relajaba, aunque no lo suficiente. Si Kihyun se enteraba de lo que había pasado lo mataría. Peor aún, si ese chico se iba de la lengua su reputación quedaría por los suelos y a saber las catastróficas consecuencias que eso tendría. Por supuesto, adiós a su carrera literaria, si es que se le podía llamar así. Nunca pensó dedicarse a la autoayuda, pero hacía demasiado que se había alejado de todo aquello que creía que sería a sus casi treinta años de edad. La suya era una vida solitaria, podría decirse que su único amigo era su mánager, y eso era deprimente. Alzó la mirada tratando de buscar la luna, era algo que solía hacer cuando la ansiedad lo estrangulaba, pero esa noche se negaba a aparecer. Si fuese una persona medianamente en contacto con sus sentimientos se echaría a llorar, pero, de abrir las compuertas, se derrumbaría. Kihyun le había sugerido que tal vez fuese buena idea ir al psicólogo. Sabía que debía hacerlo, pero no quería tener que mentirle también a quien trataba de ayudarle. Aquel secreto le pesaba demasiado, no podía permitirse el lujo de que fuese sabido. Había construido toda su vida en torno a una mentira y ya no había marcha atrás. Estaba irritado, él no tenía sexo con hombres, solo se dejaba ir en sus bocas. No era gay. No lo era. Los tipos con los que se veía furtivamente sí, él no. Y aquel trabajador que los había descubierto tenía que saberlo antes de que pensase lo que no era. Tenía que encontrarlo, haría que el jefe de aquel sitio pusiera en fila a todos sus empleados hasta dar con él. Sacó otro cigarro y se lo llevó a la boca.

—El champán que pidió.

El pelinegro se giró sorprendido de que alguien más estuviera allí, pues no le había escuchado llegar. Casi se le cae la mandíbula al suelo al ver al rubio que le ofrecía la botella.

—Tú— gruño apuntándole con los dedos que sostenían el cigarro humeante— Lo que viste antes no es lo que parece.

El trabajador resopló con los ojos en blanco y negó.

—Solo estoy haciendo mi trabajo, aquí tiene su champán.

—¿Cuánto quieres?

—¿Perdona?

—Que cuánto quieres por mantener la boca cerrada— siseó irritado.


Changkyun se sintió humillado. ¿Pero quién se creía él para ofrecerle dinero? ¿De verdad lo quería comprar? "No tienes escrúpulos", pensó. El problema es que lo pensó en voz alta.

—No debiste ver eso, cuánto quieres.

—No quiero tu dinero, eres un hipócrita.

Era probable que estuviese despedido después de que Hyunwoo se enterase de como le estaba hablando al cretino ese, pero ya era tarde para dar marcha atrás.

El pelinegro se le acercó con actitud amenazadora, pero a él no era fácil acobardarle. Le sostuvo la mirada, retándole.

—No vas a abrir la boca, no vas a joderme el negocio.


Lo había dicho, al fin lo había dicho. Era un negocio, nada más. Todo mentira. Pero él era su marca, la cara visible de lo que representaba, el autor de un best seller en Corea.

—¿Hasta dónde eres capaz de ir con tal de ganar dinero? Finges ser un conquistador, pero jamás se te ha conocido novia alguna. Deberías de mirar eso, necesitas una tapadera.

El pelinegro lo agarró con fuerza del antebrazo y Changkyun lo sacudió para soltarse.

—Tú no eres nadie. Si lo cuentas no te creerán, pensarán que solo buscas tus diez minutos de fama. Y echaré sobre ti a mi ejército de fans.

—¿Te das cuenta de cómo hablas? Has deshumanizado a esos pobres infelices que están cansados de eyacular sobre su mano. Representas todo lo que detesto.

Y, como si hubiese estado años esperando reconectar con esa voz interna que tanto había desoído, habló con honestidad.

—Lo sé, yo también detesto lo que represento.

Hubo un silencio, no se sabe cuánto duró, pero fue uno en el que ambos se observaron sin saber qué procedía. Ninguno de ellos esperaba ese arrebato de sinceridad, y ahora había que hacer frente a ello. Changkyun no iba a sentir compasión por él, pero tampoco se suponía que debía ponerle caliente y lo cierto es que, a distancias cortas, era mucho más atractivo y olía a colonia masculina y feromonas compatibles con su química. No iba a bajar la mirada, porque si se enfrentaba a esos muslos gruesos y ese trasero respingón tendría que follárselo. Y eso no iba a pasar, no podía pasar.

—Eres...

Iba a insultarlo, pero el orador se derrumbó sobre sus hombros con un "lo siento" quedo, y comenzó a llorar desconsolado.


Esa disculpa no iba para Changkyun por amenazarlo, era un dolor que cargaba en silencio por no haberse atrevido a salir del armario cuando pensó en hacerlo. Era un lo siento para aquellos que se gastaban el dinero en su libro y conferencias, en los hombres cuyas bocas había usado sin ningún cariño, un lo siento a si mismo por no haber tenido el valor de ser él. No podía más, simplemente estaba agotado mentalmente y la ansiedad iba a peor. Tarde o temprano la burbuja tenía que explotar y había sido esa noche en la que la luna no había aparecido para consolarle. Lloraba en el hombro del rubio, como si al ser cómplice de su mentira hubiera encontrado en él un amigo. Pero eso no era cierto, como nada de lo que tenía que ver con él. Incluso su nombre le sonaba ajeno desde que "Lee Jooheon" se había convertido en sinónimo de un movimiento cuyos valores no compartía. Sin amigos, sin pareja y, muy probablemente, pronto sin trabajo y todos los beneficios que este le brindaba. No sabía qué decir, no sabía como dejar de llorar, pero su respiración se reguló al sentir una mano acariciando el valle entre sus omóplatos. Llevaba demasiados años sin sentirse vulnerable, mucho menos protegido. Se alejó un poco del cuerpo ajeno, pero, en cuanto vio la expresión preocupada del rubio, sostuvo su rostro entre sus manos y lo besó con dulzura.

Nadie conoce a Lee Jooheon (JooKyun) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora