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Febrero de 2013, o puede que marzo. Ahí estaban los mejores amigos, el dúo inseparable. Incluso usaban el uno con el otro el apelativo cariñoso jagiya. Eran jóvenes e idealistas, y eso se reflejaba en la conversación que estaban teniendo en la cafetería de su facultad.

—Me gustaría viajar y escribir sobre ello. Podría recorrer el mundo y acercarles a los coreanos otras culturas— habló entusiasmado el pelinegro.

—Nuestra sociedad necesita urgentemente una actualización— estuvo de acuerdo el tercero.

¡Ah, sí! Se me había olvidado mencionar que había otro amigo en el grupo, aunque este no es relevante en nuestra historia.

—No se va a vender un libro de esas características. O usas otro reclamo o tu libro está destinado al fracaso— predijo Hyungwon.

—Está bien. Entonces, ¿qué tal un libro sobre cocina internacional? Me gusta viajar y se me da bien comer. Creo que lo tengo, esa será mi opera prima.

—Jagi, dale una vuelta.

—Mi plan es escribir novelas románticas bajo el seudónimo de Minok. Se me daría bien conquistar los corazones del público femenino— proclamó el tercero.

Eran buenos amigos, tenían planes. El pelinegro incluso pensaba en como compaginar sus pasiones: la escritura y el viajar. Hyungwon prefería la docencia, aunque no descartaba escribir algún ensayo sobre la poesía coreana de post guerra. En esa mesa se habían dejado llevar por sus fantasías, pero aún tenían varios años académicos por delante, un servicio militar y la vida misma, que a veces tiene otros planes para nosotros. Lo que el pelinegro sí tenía claro es que su mejor amigo, su jagiya, estaría siempre a su lado. Hyungwon tenía aquello que a él le faltaba; era calmado, y lo bajaba a tierra cuando era necesario. Rara vez discutían y, cuando lo hacían, parecían un viejo matrimonio. No se alzaban la voz, pero la frustración escapaba por sus bocas. Se admiraban el uno al otro y, a pesar de llevar tan solo unos pocos meses conociéndose se sentía como toda una vida. El pelinegro incluso pensaba que eran almas gemelas. En ese momento todo parecía posible, y el pelinegro era simplemente Jooheon, un chico de veinte años que amaba la literatura y a su mejor amigo.


Para 2015 la amistad se había afianzado, igual que los sentimientos del pelinegro. Veía como su mejor amigo salía con mujeres, y eso le destrozaba. Pero, cuando Hyungwon le dedicaba un jagiya con su voz nasal, la pequeña llama de esperanza volvía a latir en su pecho. Hyungwon pensaba que él también era heterosexual, y jamás se le ocurrió corregirle. Sin embargo, cada vez se le hacía más difícil ignorar esos sentimientos y el dolor que le producía verle con otras personas. Por lo que, de la noche a la mañana, desapareció de la vida del más alto. Sin explicaciones, siendo un cobarde y provocando que Hyungwon reconectase con su herida de rechazo. Porque si, el haber sido objeto de bullying por sus labios y altura había dejado en su amigo profundas secuelas con las que aún lidiaba. Prefirió irse antes que confesarle a su mejor amigo que era gay, y que tenía sentimientos por él. Si tuviéramos que decir cuándo fue el inicio de la farsa que el pelinegro había creado, sería ese momento.


Se aisló. Le dolía ver como Hyungwon hacía por acercarse de nuevo y hablar como adultos, pero él solía ignorarle. Hasta que llegó el día en que el más alto se cansó de perseguirlo y, si sus miradas se cruzaban por error, quien fue su mejor amigo haría una mueca de desagrado y le retiraría la mirada. Estaba tan aterrado de las consecuencias que podría sufrir en caso de decir abiertamente que era gay que la soledad lo alcanzó. Jamás fue a terapia, pero es muy probable que en los siguientes dos años pasase por una depresión. Ganó algo de peso, apenas salía de casa, y sus únicas amistades eran a través de una pantalla. Cada vez que abría la pestaña en oculto y se pajeaba con porno gay se odiaba a sí mismo. Intentó con porno heterosexual, pero simplemente no era lo suyo. Aunque sí que consiguió acabar con algún vídeo de esa categoría en la que la chica le practicaba sexo oral al chico. Se imaginaba que era ella, arrodillado y dispuesto a hacer acabar al otro. Nunca se había comido una polla, a decir verdad, solo lo había recibido; porque, si cerraba los ojos, podía imaginarse que era una mujer. Una boca es una boca, ¿no? Nunca había penetrado ni había sido penetrado, era algo que le superaba. Sentía que, de cruzar esa línea no habría vuelta a atrás.

Fue en uno de esos días en los que acababa de eyacular tras ver un vídeo de dos chicos en bañador practicando sexo, en los que se daría el inicio al Lee Jooheon que conocemos. En su cuenta de Twitter personal escribió algunas opiniones un tanto controvertidas en lo que aquellos ciento cuarenta caracteres le permitieron. De repente, una manada de cuentas comenzó a interactuar con sus tweets. Había dos bandos muy polarizados, pero sus seguidores subieron y eso solo hizo alimentar su falsa sensación de compañía. La gente, por no decir un sector masculino de lo más anticuado, esperaba sus comentarios sobre temas de actualidad ya que consideraban a Lee Jooheon un referente. No olvidemos que había estudiado filología, era un escritor quien estaba tras esa cuenta: sabía cómo vender una idea. Para cuando quiso darse cuenta era viral, y una editorial le ofreció que escribiera un libro. Ahí estaba su oportunidad, al fin podría cumplir su sueño. Propuso varias ideas sobre las que quería escribir, pero el tema ya había sido elegido por la empresa: hablaría sobre como ligar. Porque si, en Twitter había creado una identidad ficticia, y eso incluía una heterosexualidad basada principalmente en la misoginia. ¿Detestaba a las mujeres? Era mucho más complejo que eso. Odiaba no sentirse atraído por ellas, que es lo que en su cabeza consideraba correcto. La educación cristiana lo tenía subyugado. Por otro lado, quería ser ellas. Quería tener relaciones con hombres, quería estar en pareja y follar con ellos. No, no se sentía mujer, pero quería estar en sus zapatos. Desde luego carecía de autocrítica y de conocimientos feministas, pero su visión era sesgada y el feedback que recibía lo alentaba a seguir siendo así de cretino. Lo que se esperaba del libro de Lee Jooheon era más de eso: misoginia y discursos peligrosos. Nadie quería leer algo del verdadero Jooheon, del que luchaba con trastornos mentales, el que se había quedado solo con tal de no decirle a su mejor amigo que era gay. Llegados a ese punto pensó que jamás se le volvería a presentar la oportunidad de escribir un libro, y sabía que ganaría bastante dinero, así que accedió a los mandatos de la empresa. Que hubo otras personas que metieron mano en el libro para hacerlo más comercial y controvertido, no lo desmentiré. Para cuando el libro salió en librerías y plataformas digitales, el publicista de la editorial construyó a Lee Jooheon, el personaje. O más bien lo pulió: trajes caros, relojes incluso más caros, cabello negro perfectamente peinado hacia atrás. El pelinegro comenzó a hacer ejercicio para perder el peso extra que había ganado esos dos años de depresión y encierro, y recibió algunas clases para potenciar su carisma y ser un buen vendedor. Para 2022, Lee Jooheon era una marca, y su libro iba por la octava reedición. Sin embargo, la máscara cada vez le era más pesada de sostener y, cuando aquel rubio lo sostuvo entre sus brazos sin juzgarlo, una oleada de amor cruzó su pecho y lo besó. Había pasado demasiados años sin que alguien sintiese por él genuina aceptación pues, si sus seguidores supiesen la verdad lo cancelarían.

Nadie conoce a Lee Jooheon (JooKyun) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora