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El rubio se levantó para ir al baño. Aún era temprano, pero solía madrugar para aprovechar el día. No dormía demasiado y tampoco lo necesitaba, era bastante activo. Observó que en el lavabo había un cepillo y dentífrico, cortesía del hotel, por lo que se cepilló los dientes. Se echó un poco de agua en la cara para terminar de despertarse y dedicó un par de miradas seductoras al espejo para cerciorarse de que estaba listo para su amante. Se dejó caer en el marco de la puerta, viendo como Lee Jooheon dormía tan plácidamente que un hilo de baba caía a un costado de su rostro. Hacía mucho que no dormía acompañado, y se sorprendió echando de menos la saliva en la almohada, el mal aliento e incluso el mal humor mañanero. Echaba de menos estar en pareja. Si se había quedado aquella noche a dormir con el escritor era porque sabía que jamás podría enamorarse de alguien como él. Aún no estaba preparado para volver a enamorarse. Y, para que negarlo, el sexo de buenos días era su favorito. Con el pelinegro podría tener todas esas cosas que echaba en falta, pero con la seguridad de que no habría sentimientos de por medio. Se acostó de nuevo y pegó su cuerpo al del coach, repartiendo suaves besos por el cuello de este. Comprobó como el pelinegro se rozaba contra él, por lo que le acarició la cadera. Se rio al ver su ceño fruncido tratando de acostumbrarse a la luz.

—¿Qué hora es? —el rubio alcanzó su celular y desbloqueó la pantalla para mostrarle la hora— Son las siete menos cuarto, duérmete.

—Vamos, es hora de levantarse.

—Tengo el horario cambiado, suelo dormir hasta tarde. A menos que tengas un café helado con mi nombre, déjame en paz.

—Se me ocurre otra forma más divertida de despertarte.


Lee Jooheon jadeó al sentir una mano posarse en su estómago, jugando con el filo de su ropa interior. Tenía sueño, pero su polla parecía no tener suficiente de Changkyun, por lo que se endureció al instante. Ni siquiera le había tocado y ya estaba así. Se miraron y pudo ver un brillo de satisfacción en el rubio, quien le bajó la única prenda que vestía y se agachó para poder besarle sus partes íntimas. Gimió tan alto que se avergonzó, pero nunca le habían hecho una mamada en ese estado somnoliento y era realmente agradable. Estaba descubriendo muchas formas de dar y recibir placer gracias a Changkyun, y lo tenía en un estado de excitación continuo, pues estaba ansioso por saber cuál sería su siguiente movimiento. Dejó que sus dedos se perdieran entre el cabello rubio de su amante, quien levantó la vista con una ceja alzada.

—¿Por qué no sigues? —cuestionó frustrado— Quiero correrme en tu boca.

—Tengo hambre, no puedo tener sexo sin haber desayunado antes —mintió descaradamente, pero quería dejarle claro al coach con cada acción que era él quien tenía el control en todo momento —Pide al servicio de habitaciones. Quiero un americano con hielo y tortitas con sirope.

El escritor le dedicó una mirada rabiosa, pero tomó aire y se tragó los insultos que se le habían quedado en la garganta. Había pagado la habitación, y ahora le pedía también el desayuno. Sabía que se estaba aprovechando, y también sabía que le daría lo que pidiera con tal de tener más de él. Quería sentirlo dentro de una forma tan desesperada que no le importaba que eso perjudicase a su bolsillo. Así que tomó el teléfono de la habitación y pidió comida para ambos. No le había dado tiempo a colgar cuando ya tenía al rubio sobre él dándole un beso demandante, su boca siendo abusada por la inquisidora lengua del otro. Se retorció al sentir cosquillas cuando Changkyun le acarició la cicatriz de su estómago, y se preguntó mentalmente por qué le excitaba tanto cuando a él siempre le había avergonzado. Sin embargo, dejó de pensar cuando el beso bajó de intensidad, volviéndose lento y húmedo, íntimo. El rubio lo estaba llevando al límite de la locura. Tuvo que separarse un poco para poder respirar, pero su cuello fue atacado. Llamaron a la puerta y el más bajo parecía no tener intención de apartarse.

Nadie conoce a Lee Jooheon (JooKyun) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora