(9)

142 14 34
                                    

Después de esa mañana en el hotel, no supieron separarse. Pasaron la semana en la casa del escritor en cada rato libre que tenían. Lee Jooheon exploró su cuerpo y se dejó llevar a sitios donde nunca había estado. Estaba sumido en un placentero éxtasis y el culpable de ello era el rubio. Tuvieron que comprar otra caja de condones, pero ninguno se veía capaz de separarse del otro. No hablaban demasiado, preferían conocerse físicamente, pues habían descubierto que eran muy compatibles en la cama. No quedó rincón de la casa sin que fuera testigo de sus arrebatos pasionales. El coach se aferró a los últimos retazos del brutal orgasmo que acababa de tener cabalgando al rubio. Se dejó caer en el colchón con una sonrisa somnolienta.

—Creo que me he hecho adicto a ti.

El rubio le sonrió mientras se colocaba la ropa interior.

—El placer es mío.

Lee Jooheon se incorporó al ver a su amante con intención de marcharse.

—No sé a dónde crees que vas, pero prometiste que me despertarías en mitad de la noche para hacérmelo.

—Y eso es lo que he estado haciendo las últimas tres noches. Pero necesito descansar. Tengo que volver a casa, ser un adulto responsable. Si por ti fuese ni siquiera iría a trabajar.

Lo cierto es que el coach no bromeaba en absoluto cuando afirmaba ser adicto de Changkyun. La semana anterior veía su vida derrumbarse, pero era más fácil ignorar lo problemas cuando tienes a un tipo atractivo dándote por el culo. Una y otra vez. Ignoraba los correos de la editorial, las llamadas de Kihyun y cualquier cosa que le hiciera pensar en qué hacer con su vida ahora que no podía seguir viviendo clandestinamente su sexualidad. En ese momento estaba sumido en un cóctel hormonal que lo sedaba. Se sentía capaz de todo, y sabía que era momento de deshacerse de la máscara: el problema es que no sabía quién era en realidad. Tantos años fingiendo, tantos años actuando como si el mundo le perteneciera y tuviese derecho de usar y engañar a los demás. Se había empeñado en dinamitar cualquier ápice de integridad e idealismo que pudiera albergar cuando comenzó sus estudios de filología. Por un segundo, se cruzó por su mente sus dos amigos de la universidad. Fue algo fugaz y repentino, pero también doloroso. Sentía culpa, demasiada: no había hecho las cosas bien, especialmente con su jagiya.

Changkyun se dio cuenta del semblante lúgubre del mayor, por lo que tomó una de sus manos y la masajeó.

—Gracias por traerme de vuelta, mi mente me estaba llevando a sitios muy oscuros.

—¿Quieres hablar de ello?

Era la primera vez que mostraba genuino interés por la vida de Lee Jooheon, e incluso él se sorprendió de haberlo preguntado. Observó como el escritor trataba de ordenar sus pensamientos, podía verlo escrito en su ceño fruncido y su respiración pesada.

—No sé quién quiero ser, Changkyun. Tengo casi treinta años y no sé qué quiero ser de mayor. Sin la escritura no soy nada, pero no puedo seguir viviendo una mentira.

—Tal y como yo lo veo, a veces hay que demoler para volver a construir. Tienes derecho a reinventarte y, sinceramente, espero que lo hagas porque tu libro es una mierda y tus charlas dan asco.

—Aprecio tu sinceridad —ironizó el coach que estaba más que acostumbrado a la afilada lengua del rubio— No me veo sirviendo cafés, soy artista. Escribo bien, simplemente no me han dado la oportunidad de demostrarlo. "La retórica del amor" no me representa, ni siquiera sé si puedo decir que es mío. Cuando era joven solía hablar con mi jagiya sobre los libros de viajes y gastronomía que escribiría.

Nadie conoce a Lee Jooheon (JooKyun) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora