La princesa

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Personas vestidas negro, llorando, tomando y con la banda tocando. Es lo que e estado viendo estos dos últimos días.

El primer día fue el velorio, y hoy fue lo peor, el entierro.

Santiago y Fernanda están destrozados, ni se diga mi padrino, más bien todo.

Hace una hora exactamente, enterraron el cuerpo del hombre, fuerte y demandante, pero que tenía un corazón de pollo si de su familia se tratase, aquel que me dio muchos recuerdos y consejos maravillosos, no me queda de otra más que darle el adiós y llevarlo siempre presente en mi corazón y pensamiento.

Me levante de la silla en la cual e estado sentada, viendo al amor de mi vida derrumbando, hebrio y con el alma hecho pedazos.

Siento la mirada de Santiago cuando me levanto, me acerque a él y lo abrace.

—tengo que irme-le susurre- nuestras hijas nos necesitan.

—Será mejor que se vallan los dos- esta ves intervino mi padrino.

—No. - respondió firmemente Santiago.

—Mi amor no es sano que nos estemos atormentando aqui.

—paulina tiene razón- hablo Fernanda- ya vámonos.

Y sin más nos subimos a las camionetas y tomamos camino rumbo a la casa donde nos estábamos quedando.

Al llegas lo primero que hice fue irme a mi recámara a ver a mi niñas, mis pequeñitas están plácidamente dormidas en su cuna.

— Recuéstate un rato- le sugerí a Santiago.

— Ven conmigo.

Solo obedecí y me acurruqué a lado de él.

—No sabes cuanto te amo- me dijo viéndome a los ojos- no sé qué sería de mi en estos momentos sin ti, sin tus abrazos, ni tus besos.

No me dejos responder cuando sentí sus labios estampados en los míos fundiéndose en un hambriento besos, un beso necesitado de amor.