Dos verdades y una mentira

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Las cosas se le fueron de las manos a Lena.

Cada vez que había querido, durante los últimos días, acabar con toda esa farsa, pasaba algo que se lo impedía. Cuando no era porque su madre la provocaba, era porque tenía que defender a Kara de los ataques y exigencias de Lilian.

Y luego estaba lo del beso.

Ese beso que no podía sacarse de la cabeza. Esa sensación que le embriago al tocar los labios de Kara. Primero hubo miedo, desconcierto y duda. Eso fue fácil reconocer. Pero, lo que la empujó a tomar a Kara por la nuca para atraerla más hacia ella, para sentirla más cerca, para saciar ese deseo que despertó en ella, esa sed se sus labios, no lo entendía.

Sentada en su sofá, meditaba sobre ello. Tal vez si hubiera sido honesta consigo misma no tendría que darles tantas vueltas a sus sentimientos y se ahorraría mucho tiempo, dolores de cabeza y problemas.

Pero no, Lena era terca y una ciega, aunque no lo aceptara.

Cansada de no llegar a ningún lado y dispuesta a solucionar todo el embrollo de una vez, se puso en pie, fue a buscar un abrigo, tomó las llaves, y caminó hacia la puerta para ir a hablar con Kara. 

Pero al abrirla, se quedó helada.

Lo que menos esperaba aquella noche, era ver a la rubia frente a ella, a punto de tocar su puerta.

— Kara... — Lena susurró su nombre.

— El portero me dejó entrar— explicó con naturalidad la recién llegada — Traje pizza y vino — le mostró las bolsas que llevaba consigo — ¿Puedo pasar?

Lena no respondió de inmediato. Tal parecía que su cerebro estaba atorado en alguna actualización, porque le costó un poco procesar esa simple pregunta.

— Sí, claro. Adelante — respondió después de salir de su estupor haciéndose a un lado para dejarla pasar.

Sentía tanta ansiedad acumulándose en su pecho. Tanto miedo atorándole las palabras. Mucha indecisión para formular las oraciones correctas y comenzar la que tal vez era la conversación más difícil que hubiera tenido jamás. Y era por eso que no sabía cómo llevarla.

Pensó que tendría por lo menos otra media hora; que era lo que tardaría en llegar desde su casa a la casa de Kara, para idear en una buena forma de comenzar a...

¿A qué?

¿Disculparse? ¿Prometer qué terminaría con la mentira? ¿Pedirle a Kara que le dijera por qué la había besado? ¿Pedirle que explicara qué significaba ese beso? ¿O simplemente volverla a besarla y aplacar la ambición que crecía en su pecho por sus labios?

— ¿Quieres comer en la cocina, en la sala o... ? — Kara sonrió girándose a medio pasillo para mirarla — Tú habitación.

— ¿Qué? — preguntó Lena aturdida.

Kara sonrió divertida.

— La sala entonces— decidió por las dos, otorgándole un momento de respiro a Lena.

Pero solo el suficiente para que una oleada de valentía surgiera en el interior de la ojiverde y la empujara a hablar.

— Kara — soltó casi en un suspiro — Kara yo...

—Trae los platos y las copas — le ordeno la rubia, ignorando su patético intento de lo que fuera que pretendía.

Confundida y resignada, hizo lo que le pidió.

Lena no esperaba la visita de Kara. No esperaba que se presentara en su casa con pizza y vino. No lo esperaba, pero lo agradecía. Aunque en un principio fue presa de un desconcierto inevitable; por bueno que pareciera, por buenas que fueran sus intenciones, no era posible que luego de propinarle tremenda cachetada, Kara simplemente hubiera decidido pasar página y seguir como si nada.

Casate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora