Con un dragón

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Regresamos juntas a la casa.

Aunque no entendía muy bien por qué tenía que recibir a las personas que nos estaban esperando.

Generalmente, era Alex quien se encargaba de atender a las visitas, mientras que yo me limitaba a saludarlas y disculparme para volver a mi habitación o a cualquier lugar donde no tuviera que interactuar más de la cuenta con ellas.

Pero ahora mamá estaba pidiéndome que fuera y los atendiera porque según ella se trataba de personas "importantes".

No estaba muy segura de lo que eso significaba en realidad. Y sin embargo, por alguna razón, no me había negado.

Al llegar a la sala, vi a una joven parada enfrente de la chimenea, de espaldas a la entrada. La chica miraba con bastante atención el viejo reloj cucú que llevaba años sobre la chimenea y que Alex y yo habíamos roto cuando éramos niñas. Nunca supimos si alguien se había dado cuenta porque nunca nos reprendieron por ello, o incluso lo mencionaron. Pero, era evidente que el reloj no funcionaba.

De primer momento, no supo quién era, pues la verdad no tenía el menor interés en ella. Pero cuando vi un poco mejor aquella melena negra, no tardé ni un segundo en reconocerla.

Sorprendida, giré para ver a mi madre en busca de una respuesta, pero Eliza solo sonrió y me dio un pequeño empujó por la espalda para luego marcharse.

Suspiré sintiendo al mismo tiempo la boca seca y el hormigueo en las manos. Señal de nerviosismo. Aclaré mi garganta para llamar su atención.

Cuando giró, sentí que el alma se me iba del cuerpo.

Lena tenía varios golpes en la cara, incluso había algo de sangre seca en su mejilla. Tenía una curación sobre el ojo derecho y se sujetaba un costado del abdomen con la mano contraria. Su piel estaba mucho más pálida de lo normal y en sus ojos se podía ver el dolor y el cansancio. Respiraba lento, pero aun así, de alguna manera, su rostro se iluminó al verme.

- ¡¿Qué demonios te pasó?! - pregunté preocupada, dando un par de pasos para acercarme a ella.

Pero me detuve en seco.

Lena me miró algo confundida.

- ¿Es así como la princesa recibe a su noble caballero luego de que luchara contra un dragón para rescatarla? - preguntó Lena con un tono divertido, aunque su rostro estaba salpicado de dolor.

- ¿De qué demonios hablas? - hice una mueca de desdén y me crucé de brazos.

Lena trató de sonreír, pero al hacerlo, el dolor en sus costillas se intensificó.

- Hola, Kara- saludó la ojiverde tratando de olvidar el dolor y la dificultad para respirar.

- ¿Qué estás haciendo aquí? - pregunté con un poco menos de molestia - ¿Cómo me encontraste?

- La verdad, creí que sería muy complicado. Pero, en cuanto llegué a la ciudad y pregunté por tu familia, fue muy fácil.

°°°

Lena apenas podía moverse por el pánico que se asentaba en su estómago y la tensión que la invadía. Casi no podía respirar, se sentía algo mareada, las manos le estaban sudando con exageración. Su espalda había estado empapada en sudor, pero ahora una cascada la recorría. Tal vez, Alex tenía razón y lo más sensato hubiera sido ir primero al hospital.

Aun así preguntó en voz baja.

- ¿Por qué nunca me dijiste quien eras?

- Eso no tenía importancia, ¿O acaso hubiera cambiado algo? ¿Hubiera sido diferente si supieras quien era en realidad?

Casate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora