Capitulo 34: Perlas libidinosas

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El silencio en el coche es sepulcral. Mikhail maneja con enojo y se que en el fondo se siente frustrado. Pero realmente no entiendo la razón. Mikhail es mi amor, mi vida, mi todo. Llegamos a la casa y veo el Porsche de Alejandra. Bajo del coche y le pregunto

— ¿Tu mamá?

—Vino a recoger a Ninette. Se quedará esta noche con ella. — Replica serio

Lo detengo y antes de entrar a la casa beso sus labios.

—Te amo, nunca lo olvides

Dice que si con la cabeza. Entramos a la casa y Alejandra está sentada jugando ajedrez con Ninette. Al vernos se levanta de la silla y abraza a Mikhail

— Hola hijo, ¿Como estas?

— Estoy bien madre. ¿Como estas tu?

— Mejor que nunca, Creo que por fin encontré al hombre ideal

Mikhail pone los ojos en blanco

— Madre, ya hemos hablado de eso. Todos buscan tu fortuna.

— ¡Ay que pesimista eres la verdad!

Rápidamente Alejandra camina hacia mi y abre sus brazos.

—Venga, dele un abrazo a su suegra

Sonriendo abrazo a Alejandra y alegre me dice

— Ay, me encantaría que mi hijo me diera un nietecito.

Mikhail pone los ojos como platos

— Madre, ya hemos hablado eso. No quiero hijos, no pienso tener bebés.

Guiñandome el ojo Alejandra susurra

— Tienes toda la vida para convencerlo querida.

Mi querida suegra toma de la mano a Ninette y despidiéndose de ambos salen de la casa. Todo se queda en silencio y pregunto curiosa

— ¿Donde están Fedor, Nikolai y Alena?

Agarrándome de la cintura con lascivia deposita un beso en mis labios

— He pensado en el desempeño de excelencia que han tenido y he querido agradecerles. Los he mandado dos días a un lujoso hotel de Moscú.

arqueo una ceja y dando un azote en sus nalgas lo contradigo

— No le creo nada señor Ivanov. Mas bien, usted busco la forma mas sutil de deshacerse del servicio para tener la casa sola.

— Señorita McMillan, me ha pillado. Es cierto, quiero la casa sola para hacerla tiritar de placer esta noche.

— No deseo nada mas señor Ivanov, soy suya, y puede hacer conmigo lo que quiera.

Su aliento acaricia mi rostro y sus labios piden a gritos los mios. Su pene duro, erecto, jodidamente tentador se oprime en mi abdomen. sonrio traviesa y agarro su bulto. Su dureza me pone como una moto

— Señorita McMillan, ¿Ve lo que ocasiona en mí? Me pone duro, muy duro. Quiero follarla, quiero y necesito hundirme en su vagina ya.

La respiración se me acelera. No empieza la noche y ya la tentación de amarnos nos carcome. Toco su sexo riendo lasciva y bajo la cremallera de su pantalón.

— Sergey y Amanda no deben tardar en llegar. Esperar un rato más no le hará daño.

— Meg, deja de tocarme así o terminaré desgarrando ese vestido lila que traes puesto y te follaré aquí sin piedad. — Advierte con voz ronca

Tentando su excitación saco por el hueco de la cremallera su pene y suelta un ruido de su garganta.

— Meg, Hablo en serio

Tuya Cuando Quieras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora