Capitulo 40: Enojo, sensual enojo

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Muevo mi cuerpo con erotismo al ritmo de la música. Me paseo por la habitación bailando pausado mientras toco mi cuerpo incitando a mi ruso particular. Deslizo mis manos por mi vientre hasta llegar a mi vagina y la toco lujuriosa.

— ¿La quieres?

Mordiéndose el labio responde

— La quiero y deseo como un loco

— ¿Qué harías con ella?

Mirando como bailo al son de la música hipnotizado responde

— Quiero chuparla, lamerla, penetrarla y azotarla.

Un estruendo azota mi interior al escucharlo. Su pantalón parece no poder retener más su creciente erección. Un enorme bulto se crea en su entrepierna y ese colorcito rojizo que toman sus mejillas me enloquecen. Muevo mis caderas y sus ojos no dejan de mirar mi sexo y mis pechos.  Comienzo a desnudarme mientras bailo y le lanzo las prendas íntimas. Las agarra y se las lleva a la nariz.

— Huele usted muy bien señorita McMillan.

Me divierte ver su cara complacida al verme completamente desnuda. Cree que directo a la cama. ¡Pues no! Me tumbo en un diván que he colocado frente a la cama y su rostro de desconcierto me hace soltar una risa picara.

— ¿Que haces Meg?

Me abro de piernas y tocando mi hendidura con seducción respondo.

— Te gusta mucho mirar..., pues vas a mirar. Vas a ver como me doy placer.

Su gesto parece ser de agrado. Le pido que se quite la ropa y tengo a ni ruso en segundos desnudos con un ángulo de noventa grados en su entrepierna. Cuelo mis dedos en mi humedad comenzado a frotarlos sobre mi clítoris. La sensación morbosa de masturbarme teniéndolo frente me enciende. Toco mis pechos y hago mil gestos y gemidos. Quiero que lo haga, quiero que también se de placer hasta correrse. Cierno mi mirada en la suya e incito a que agarre su erección y se masturbe mientras me ve a mi hacerlo. Es realmente excitante la situación. Preso de la excitación, agarra su pene, comienza a mover su piel hacia arriba, luego hacia abajo y repite lo mismo una y otra vez. Logro escuchar gemidos de su garganta mientras siento que un calor asolador invade mi vagina. Es ahí cuando aumento la velocidad de mis dedos y muevo las caderas con violencia. Grito, chillo y gimo. ¡Madre mía! ¡Voy a colapsar! Sigo moviendo mis dedos mientras con la otra mano toco mi cuerpo y tengo sexo conmigo misma. Miro ruso no quita sus bellos azules de mis dedos frotando mi clítoris.

— Oh pequeña, así dame más, quiero ver como te corres para mi.

Contracciones,deliciosas contracciones se apoderan de mi sexo. Mi vagina arde, mi carne arde y el aire se agota en mis pulmones.  Siento ese borde donde la linea límite es el dolor de la mano del placer. Aumento el ritmo gritando como loca su nombre una y otra vez. Me corro como nunca, ¡A chorros! Como aquella en que creí que me había orinado. Lo he conseguido nuevamente y la sensación de placer rebasa los límites de mi cuerpo. Mojo toda la cara interna de mis muslos y grito extasiada su nombre una vez más. Aun se se da placer, sus ojos permanecen cerrados y su mano trabaja sobre su erección. Ahueca un gemido estridente en su garganta y pequeñas gotitas blancuzcas se le escapan.

— Ven acá pequeña, quiero follarte ya

Me levanto de la cama con las piernas temblorosas y aun la respiración agitada. Me acerco a la cama negando con la cabeza.

— Aún no señor Ivanov, quiero lamerlo, chuparlo y escucharlo rugir.

Su rostro se pone algo serio. Siempre le ha guardado algo de rechazo a la felación. Pero al ver mi gesto de picardía responde azotando mis nalgas

Tuya Cuando Quieras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora