Prólogo

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No soy amante a estas fiestas de noche vieja, de hecho creo que a ninguna. Irina ha insistido en venir a compartir con unos conocidos y sin mas le complazco. Salgo afuera de la casa de la mejor amiga de ella, una muy simpática que aveces pienso que peca de zalamera. Me siento en una banca frente a la alberca, guio mi copa de brandy a mis labios mientras disfruto del silencio, el bullicio me sofoca. Miro hacia dentro, ella mi bella mujer esta dentro de la casa hablando y riendo. Curvo la comisura, soy feliz a su lado, lo seré al lado de nuestro hijo. Se sienta a mi lado y roza su mano sobre mi hombro. Me alejo con sequedad

— ¿Que quieres?

— Hablar..., hablar como lo hacíamos antes de que me dejaras por Irina

Ceñudo respondo

— Tu y yo no tenemos nada que hablar. Raisa entiende de una buena vez que amo a Irina, que ninguna de tus insinuaciones me harán faltarle

Ríe

— ¿Y crees que ella no te falta a ti?— Mira hacia dentro de la casa— ¿No ves como se regodea entre los hombres?

— Es una mujer muy bella, no puedo evitar que la miren

Se pone en pie y clavandome una duda inquietante responde

— Yo no estaría tan segura, ¿quien te asegura que tus jueguitos se quedan en jueguitos? ¿Que ella no te excluye en uno que otro?

Contoneándose como suele hacer vuelve a la fiesta de noche vieja. Trago saliva y de un trago tomo el brandy. Maldita sea, los celos se asoman y no quiero recriminar por algo que tal vez sea solo intrigas de esta mujer. He pasado prácticamente toda la noche fuera de la casa, Irina no se ha dado cuenta de mi ausencia, supongo que debe pasarla bien. Al poco tiempo una manos delicadas y hermosas abrazan mi cuello. Se agacha y besa mi cuello

— ¿Porque tan solito cariño?

Sonrio

— No me gusta el bullicio, lo sabes

Ríe

— Lo se muy bien...— Beso sus labios y miro su vientre— Eres muy hermosa querida, apuesto que se parecerá a ti

Sus ojos brillan como estrellas. Responde, mimosa

— Te quiero Mikhail

— Yo te quiero mas Irina...

Regresa dentro de la fiesta y vuelvo a quedar solo, realmente me gusta la soledad. Miro la hora, faltan diez minutos para despedir el año. Vale creo que es momento de socializar los últimos diez minutos del año. Entro a la casa y busco a Irina con la vista, la diviso a lo lejos pero me llevo un disguste. Se deja tocar de forma inapropiada por un amigo de la familia. Me cabreo, no se que pensar más que lo que es evidente, veo ahora mismo. La agarro del brazo y le pido explicación. Me mira con susto y pide que no piense mal, que jamas estaría con otro hombre sin mi consentimiento. No le creo, por alguna razón me resisto a creerlo.

La saco a rastras de la casa y decido que es mejor irnos, ella grita cabreada. Piensa que estoy exagerando y no quiere irse pero no le estoy dando a escoger, nos vamos y punto.

— ¡He dicho que no me voy y punto! No puedes obligarme a irme y arruinarme la noche vieja solo por tus celos estupidos Mikhail

Ceñudo respondo

— ¿Quieres quedarte? ¡Bien! Hazlo pero a la casa no vuelvas

— ¿Eres un ridículo lo sabias? Solo me estaba...

— Te estaba magreando la espalda y para ti no es nada, no soy imbécil

Avanzo al coche y ella tras de mi. Estoy enfurecido, me siento como un idiota

— Mikhail, ¡razona por favor!

— He dicho que nos vamos, si te quedas sabes lo que te espera

Subo al piloto del coche e Irina hace lo mismo airada. Acelero el coche con violencia. Cae un torrente horrible y no logro divisar bien la carretera

— ¿Me has estado engañando?— Pregunto enfurecido— ¿Que? ¿Joder acaso me crees capaz de eso?

— No se, dimelo tu. Te veo con ese en una situación algo...

— ¿Algo que? ¡Solo es mi amigo!

— Amigo que te ha follado y ¿aun así te haces la inocente?

Grita

— Porque tu lo permitiste y consentiste. ¿Eres tu el que me has liado en tus jueguitos y ahora me recriminas?

No presto atención a la carretera. Solo me concentro en lío existencial que traigo en la cabeza.

— No te quiero cerca de ese tío sin que yo este presente

— ¿Porque tu lo dices? Él es mi amigo y no pienso dejar la amistad sólo porque a ti se te antoja

Miro a la carretera y no logro divisar nada, intento frenar pero no lo consigo. Irina me mira asustada y con temor en sus labios me dice

— ¡Mikhail por dios frena!

Presiono los frenos una y otra vez pero no responden. La velocidad, la lluvia y el enojo se juntan. Impactamos contra algo y todo se va en negro.

Despierta dando un respingo. Sudando, como todas las noches desde esa aquella, atormentado por la culpa, por el dolor de haber acabado con todo lo que tenia. Solo puede recordar noche tras noche de la que fue su mujer sus gritos de desesperación minutos antes de perderla, a ella y a mi hijo. Sacude la cabeza con la respiración acelerada y se dice a si mismo «Solo fue otro mal sueño..., otro mal sueño»

Tuya Cuando Quieras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora