35. El monstruo

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Sasuke bajó hasta el sótano en donde estaba el laboratorio y las oficinas forenses de la Central de Investigación Nacional. Si las oficinas de Criminología eran tétricas, el sótano era demasiado para él. Al encargado no le gustaba encender todas las luces porque decía querer ahorrar y todos comentaban ver sombras. 

Nunca pensó que estaría haciendo tal recorrido. Jamás se vio en ese papel. El de un familiar destruido por la tristeza de tener que ir a reconocer un cuerpo probablemente en muy mal estado con la única esperanza de que el difunto no sea el ser querido que se encontraba desaparecido y que todo se trate de una falsa alarma.

La puerta chirrió cuando ingresó. Hyuga lo estaba esperando ahí, de pie y parecía un fantasma. Con su bata blanca, su rostro y ojos pálidos, lo observaba como si desde ya tuviera pena. Sasuke tragó cuando él le hizo un gesto para que lo siguiera. Así que caminó detrás de él atravesando varias puertas, sin hablar, tan solo escuchando los latidos de su corazón en sus orejas.

Entonces, Sasuke lo vio. En una camilla, estaba el cuerpo cubierto por una sábana blanca, impasible, esperando. Sasuke apretó la mandíbula y el ceño se le crispó.

No podía ser. Así no podía terminar el amor de su vida. A quien tanto le falló, pero ¿por qué ella debía pagar por sus pecados? ¿Por qué Sasuke no moría en vez de ella? ¿Por qué se tenían que cruzar con un asesino serial? 

Se rehusó a seguir caminando y se quedó viendo como Hyuga se acercaba a la camilla y se volvía a verlo.

– Acércate, Uchiha– musitó él, de pronto bajando la mirada, como si entendiera lo difícil de la situación para él.

– ...

– Voy a quitar la sábana...

– Espera. – Sasuke quitó la mirada del cuerpo y se concentró en un estante lleno de utensilios, preparándose para el momento. Se volvió y le dio la señal.

Hyuga quitó la sábana de golpe. Un escalofrío le recorrió la espalda y un nudo nació en estómago. Sasuke lo vio.

El cuerpo había pasado varios días en el agua y su cuero cabelludo estaba arrancado desde la frente hasta la nuca, dejándole el cráneo expuesto que ahora tenía un aspecto grisáceo. No tenía manos, los muñones se veían carcomidos por la fauna marina.

– No tiene ojos– susurró Hyuga, que en algún momento se había puesto guantes de látex. Rodeó el cuerpo y abrió los párpados que develaron las cuencas vacías.

Lleno de miedo, Sasuke se acercó de dos zancadas a verla y tuvo el impulso de tocarla, pero se quedó estático, observando al milímetro. No era Sakura. No era. El vello púbico rosa, sin embargo, le hizo mucho ruido. Un suspiro se le escapó.

– No es Sakura– respondió Sasuke– No es... No es...

Sasuke alzó la mirada y Hyuga le dedicó una sonrisa muy, muy discreta, como si sintiera alivio por él. De todos modos, Sasuke no podía dejar de pensar en esta pobre víctima. ¿Quién era? De algún lado la conocía.

– Ella... Ese rostro se me hace conocido...– musitó Sasuke frunciendo el ceño mientras veía sus facciones.

Ambos salieron del sótano a la sala de reuniones de Hatake. Entonces Sasuke se acordó.

Le parecía tan lejano ya cuando su jefe lo envió a él y a Naruto a seguir a Deidara, quien había sido denunciado por acoso sexual. Entonces, pidió a la secretaria la denuncia que hizo Akari Nakamura, de 34 años, hace más de dos años.

Ahí estaba su fotografía. De cabello rosa, espeso y rizado, una tonalidad más encendida que el de Sakura. De grandes ojos marrones.

– ¿Qué pasa? ¿Es ella? – preguntó Hyuga ojeando el expediente.

Solo faltas tu (Sasusaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora