11 | ¿Lo bueno supera lo malo?

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Capítulo once

Alexa:

Rubén Brown, un adulto de cuarenta y cinco años, empresario y trabajador de planta en una de las empresas más famosas de Londres, con una familia de dos hijos de doce y diez años.

Los catorce años que compartí con el antes que decidiera irse con su nueva familia, no fueron los mejores.

¿Hay momentos buenos? Claro que los hay pero... ¿lo bueno supera lo malo? No en este caso.

No tuve la relación ejemplar que todo padre e hija querría tener. La comunicación en mi familia siempre estuvo ausente, quizás si hubiéramos tenido algo de eso, las cosas serían diferentes, o quizás no.

Sabía que cuándo escuchaba un portazo con más fuerza de la necesaria era papá de mal humor, lo mejor era no hablarle ni salir de mi habitación. El llegaba, reclamaba todo el camino escaleras arriba y se ponía a discutir con mamá aunque fuera por lo más mínimo.

Claramente una niña de once años no debería escuchar como su padre insulta de la peor manera a su madre, ni mucho menos debería haberme acostumbrado a este tipo de tratos, pero lo normalizaron y yo pensaba que esto era normal.

Estaba muy equivocada.

Nunca escuché un "te quiero" salir de su boca,  tampoco jugaba conmigo, Alex y Charlotte lo hacían.

Cuando venían mis primos, él les prestaba más atención que a mí, la misma historia era con Alex. En su momento ¿Me dolió? Claro que sí ¿Estaba celosa? Muy, no era posible que yo hiciera de todo para llamar la atención de mi propio papá y que todo eso se lo robaran mis primos.

Pero con el paso del tiempo no me importaba en lo más mínimo y ahí fue, dónde pasé tanto tiempo en mi habitación, jugando y vistiendo Barbies me di cuenta que anhelaba dedicarme a la moda.

Quería ser una gran diseñadora, crear prendas únicas para que gente hermosa las luciera, expresarme a través de las prendas, hacer arte con esto.

Así que empecé dibujando, era pequeña y no sabía absolutamente nada, pero aun así me entretenía haciéndolo, mientras escuchaba los dibujos animados me ponía a dibujar, primero prendas simple y luego a la persona con la ropa puesta.

El tiempo pasó y yo iba creciendo e iba entendiendo más cosas, mi mamá fundó una mini empresa que dio frutos años después y con su primer sueldo me relajó mi primera máquina de coser que hasta el día de hoy la cuido más que mí propia vida, fué un regalo muy especial.

Iba a la escuela y no esperaba el momento para llegar a casa y ponerme a coser. Incluso hice mi propia ropa y no me quedaba tan mal. Así que llegaba corriendo y cuando sentía que mis padres de nuevo discutían, ponía los audífonos con música fuerte, me encerraba en mi cuarto con bigotes y me ponía a crear.

Cuándo mi padre se fué, sufrí mucho,no voy a mentir, ni siquiera una última mirada me dio antes de irse, tampoco intentó comunicarse conmigo, simplemente desapareció de la faz de la tierra y hace unos años, stalkeando gente en Facebook, descubrí que estaba viviendo en Londres con su nueva familia feliz.

No le costó nada dejarnos atrás, mientras que nosotras nos hundíamos poco a poco.

Mamá estaba derrumbada, no sabía si alguna vez la vería levantarse de esa cama, estuvo seis meses enteros acostada, llorando cada día, en cada momento. Yo la tenía que cuidar y siempre que iba me repetía un:

"lo siento hija, no puedo, sin el no puedo".

Yo, con catorce años era consciente de lo que pasaba y me dolía ver a mamá así, me dolía saber que mi papá realmente nunca me quiso, me dolía saber que no me servía de nada sonreír por las dos, animarla para que estuviera bien si no podía cambiar nada.

Alexa y AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora