Capitulo 7

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Gordi se aseguró de que tuviera todo lo necesario en su mochila, aunque solo iría de compras parecía que iba de expedición o de vacaciones a algún lugar lejano por todo lo que llevaba; papel, una pequeña agenda, corta uñas, bálsamo labial y hasta un kit improvisado de primeros auxilios, por si acaso.

—Todo listo— Sonrió observando con orgullo hasta que su teléfono vibró levemente y observó el mensaje recién llegado.

Caricias
Ya llegamos.

Había logrado convencer a Azulin de poder ir con la excusa de que saldría con Caricias, uno de los pocos osos en los que su hermano confiaba debido a la cercanía que este tenía con el padre, a quien conocían de toda la vida y porque para el par de hermanos siempre fue evidente que tenían algo.

Aun así, su hermano había estado ignorándolo desde que había cedido a su petición, seguramente con la intención de que Gordi se sintiera mal y decidiera no salir, pero no, no iba a ceder esta vez.

Y aparte, algo le decía que, si le hubiera dicho que en realidad saldrían en grupo, no lo hubiera dejado ir.

Puso la correa en su hombro y caminó hasta el cuarto de su hermano, quien seguía durmiendo aprovechando su día libre. Tocó suavemente con los nudillos antes de abrir un poco la puerta.

—Azulin...— Su hermano giró la cabeza hacia el lado contrario, donde la luz que entraba por la puerta no alcanzaba su rostro, sacó un gruñido.

—Ya me tengo que ir, te hice huevo revuelto y chocolate caliente de desayuno, regreso en la tarde— Comenzó a cerrar la puerta hasta que su hermano habló.

—Gordi

—¿Si?— Hubo silencio de parte de del menor, el oso de orejas caídas observaba atento su espalda mientras movía los dedos de la mano que estaba en su correa de forma ansiosa, rogando y rezando para que su hermano no se arrepintiera de último momento.

—Recuerda avisarme cuando vengas en camino...

El hermano mayor sonrió y suspiró aliviado —Lo haré, descansa...— Finalmente cerró la puerta y fue caminó hacia la entrada.

Al salir del condominio privado comenzó a caminar hacia la esquina de la calle, donde por fin observó la camioneta estacionada de Sonrisas, quien al parecer platicaba animadamente con el resto del grupo, podía ver que Pandi estaba de copiloto.

Gordi entró en la vista periférica del oso más alegre, quien al darse cuenta de su presencia sonrió aún más y alzó una de sus manos saludando a la distancia.

—¡Gordi! ¡Acá estamos, te ves bien, es la primera vez que te veo sin tu mandil!

El mencionado bajó la cabeza avergonzado e incómodo por el comentario, sin suéteres que taparan su cuerpo o su mandil se sentía muy inseguro por su peso, pero apreciaba el halago.

—Gracias...lamento la demora.

—No no, todo bien, no tardaste nada— Sonrisas negó con la cabeza restándole importancia mientras Coco abría la puerta trasera para que Gordi subiera.

Con solo ver al oso que tenía enfrente sus pupilas se dilataron y apretó su correa con fuerza.

Siempre veía a Coco con playeras blancas de tirantes y pantalones holgados y empolvados junto con sus botas todo terreno, así que verlo formal, con un pantalón ajustado y una camisa azul claro desabotonada del cuello hizo que literalmente su respiración se detuviera.

—Ese suéter te queda bien— La voz de Coco lo sacó de sus pensamientos y se vio obligado a alzar la mirada para observar directamente sus ojos color violeta, acompañados de una ligera sonrisa con un cigarro entre sus labios.

La vida que merezco [ CocoBerry / Coco x Gordi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora