Entrelazados

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El timbre de la puerta vibró alrededor de toda la tienda. Merlina camino por un corredor pálido antes de dar con el asistente encargado. Nunca había enviado una carta en aquel lugar y parecía ser un tanto tirado al lado moderno.

Después de llegar hasta el escritorio de cristal, se percató de que el término encargado estaba incorrecto. Una señorita delgada y elegante era la que daba las instrucciones pertinentes a cada trabajador, Merlina asumió que, por la manera en la que se desenvolvía, ella era la dueña de todo este sitio. La pelinegra se acercó hacia ella, interrumpiendo sus anotaciones en un cuaderno usado.

- Disculpe, ¿Cómo puedo enviar una carta...escrita?- dijo tratando de formular una palabra para describir "simple"

- ¡Oh buenos días! - la saludo la rubia con una gran sonrisa. - ahora tenemos métodos más actuales, como puede ver, ahora podemos enviar cartas digitales y las de papel quedaron a un lado.

Merlina abrió los ojos, no había considerado que eso sucediera. Tenía que haber pensado en esa opción cuando se dió cuenta del gran trasfondo que le estaban dando a la tecnología.

- Pero... ¿Qué pasa con los que quieren mandar una carta escrita por... sus propias manos? - dijo con impaciencia.

- Ya no tratamos eso aquí, los correos eran muy tardíos y la mayoría no llegaban hasta su destinatario- levantó los hombros y le entrego un turno de color blanco que marcaba un número- este papel le ayudará a saber cuándo le tocará una de nuestras computadoras. Lamento la tardanza pero estamos repletos el día de hoy.

Merlina se quedó observando aquel papel, que indicaba que le tocaba en dos turnos más. Nunca había manejado una computadora pero tenía que ser más o menos parecida a una máquina de escribir. ¿No es así?

- Gracias...supongo - le dijo en un susurro, la encargada asintió y salió hacia una ventanilla para atender a una pareja de ancianos que habían ingresado.

Merlina camino nuevamente por el lugar, tenía un gran salón que estaba equipado por aproximadamente 20 computadoras y todas estaban ocupadas. De seguro todos los que habían querido mandar algún recado en la pasada estación, se encontraban aquí.

Se podían escuchar los clicks de cada sistema, talvez podría memorizar sus movimientos y de esa manera lograr enviar el mensaje. Pero esa no era su principal preocupación. 

Lo verdaderamente importante es, ¿Cómo enviaría un correo a alguien de su familia si nadie tenía una computadora en su gran mansión?. Nadie siquiera sabía de la existencia de un celular. Enviar cualquier mensaje sería un fracaso si a la final nadie lo leería.

Regresó sus pasos por aquel corredor y salió con rapidez por la puerta, encontró la camioneta al final de las pequeñas escaleras que elevaban el pequeño negocio del suelo. Bajo con pasos rápidos y abrió la puerta de un sopetón, un alarmado Xavier volteó a verla con pánico.

- ¿Sucedió algo?- dijo con premura.

- Solo sucede que...- subió para sentarse en el asiento nuevamente con la resignación corriendo por sus neuronas- nunca voy a poder enviar esta carta.

- ¿Qué? ¿Por qué?

- Porque todas las máquinas para hacer envíos son unas computadoras- dijo y apretó la mandíbula- no se pueden enviar cartas físicas.

- ¿Es enserio?- preguntó el castaño con el ceño fruncido- ¿y para que mierda hacen un negocio entonces? Enviar mails, puedo hacerlo hasta en la escuela.

- Ya lo sé...- dijo la pelinegra con decepción.

Se había quedado sin opciones, sin aquella carta su tío no sabría que se encontraba en problemas. Nadie lo sabría y nadie podría ayudarla. Se sentía tan cansada y culpable por haber hecho conducir a Thorpe durante tanto tiempo.

Tenebroso y Palpitante Amor - MERLINA Y XAVIERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora