Adornar la verdad para no hacerte daño

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En los últimos días me había sentido muy incómoda en compañía de Daniel, porque cada vez que manteníamos una conversación, esta era sobre sexo. Era cierto que nunca habíamos tenido conversaciones muy profundas, pero a veces hacíamos pequeños debates sobre feminismo o los estereotipos que la sociedad nos imponía, y echaba demasiado de menos hablar de esto con él. Ahora, todo se reducía al cómo lo haríamos, dónde lo haríamos, y en quién compraba los métodos anticonceptivos.

En un principio él se había negado a comprarlos, ya que según Daniel "la que se quedaba embarazada era yo, y yo me tenía que proteger" pero al final aceptó que no tenía razón, y que era responsabilidad de los dos. A pesar de que había accedido a ir a la tienda, me dijo que tenía que pagar la mitad; me pareció algo injusto, ya que era yo la que había pagado la cena cuando vino a mi casa a aclararme el tema de Ana, y cuando íbamos a algún bar, era yo la que lo invitaba porque "la economía de mi familia era mucho más desahogada", pero decidí darle los cinco euros sin protestar para que comprara un paquete de doce condones.

Hacía aproximadamente seis días desde que le había dicho que estaba dispuesta a perder mi virginidad con él. Llevaba días mandándome algunas indirectas sobre la falta de respuesta que le había dado aquel día en mi casa, así que hubo un momento en el que tuve que enfrentar la conversación, porque no podía seguir desviando el tema de conversación cada vez que se empezaba a hablar de sexo.

Pero incluso hoy, seis días después de esa conversación, seguía rezando para que al final no quisiera hacerlo. Necesitaba que se diera cuenta de que un "no estoy segura" es un "no". Necesitaba que fuera él el que diera el primer paso para frenarlo todo, porque si Daniel lo hacía, sería un caballero que sabía comprender y respetar a una mujer, pero si yo lo hacía, sería una calientapollas y una estrecha.

Y aunque suene exagerado, necesitaba con todas mis fuerzas que se echara atrás.

Por lo demás todo continuaba igual, los rumores sobre Ana se habían ido disipando, pero Daniel continuaba hablándome de ella día sí y día también.

Por suerte no me consideraba una persona celosa, incluso a pesar de todas las infidelidades que había descubierto, que no habían sido pocas, no me consideraba una mujer posesiva. A veces si que le decía a Daniel lo mucho que me molestaba la presencia continua de Ana en nuestras conversaciones, y él me sonreía, negaba con la cabeza y me llamaba celosa. Intentaba explicarle que no eran celos, pero Daniel me interrumpía diciéndome lo mucho que le gustaba mi lado celoso, que no necesitaba reprimirlo, así que sonreía dócilmente y me quedaba callada.

En estos últimos días Daniel estaba más cariñoso de lo normal, pero yo sospechaba que era únicamente para convencerme y así poder llevarme a la cama, porque incluso había llegado a pedirme perdón por lo que me había hecho dos años atrás, y eso era un tema tabú entre nosotros.

Nunca hablábamos de eso, porque recordar que me había dejado por Ana dos años atrás solo me generaba inseguridad. Pero durante esta semana me había repetido en numerosas ocasiones que yo siempre había sido lo más importante para él desde el día que me vio por primera vez. Y mientras me decía esto me abrazaba, me cuidaba, y yo me convencía de que solo tenía ojos para mi.

En Junio se cumplirían dos años desde que Daniel y yo nos conocimos, en un principio, él era el novio de una amiga mía, pero ella nunca había sentido nada por él. Siempre lo había visto como un amigo, y por eso no le importó que nosotros empezáramos algo meses después de su ruptura.

Durante las primeras semanas, Daniel y yo solo hablábamos de la relación que él había tenido con mi amiga Daniela, pero después nos hicimos buenos amigos tras varias semanas hablando. En Junio me invitó a un partido de fútbol, y al acabar la primera parte, vino a abrazarme cómo si nos conociéramos de toda la vida. No estaba demasiado acostumbrada a estos gestos de cariño, y me sorprendió que lo hiciera delante de todo su equipo de fútbol.

La chica de las mil oportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora