Habían pasado varias semanas, y exceptuando una discusión que habíamos tenido el mismo día de la graduación, todo iba muy bien. Cómo no, la discusión había sido por las notas. Él esperaba que yo sacara notables y sobresalientes, algo completamente normal teniendo en cuenta lo que le había dicho sobre mis cualificaciones; pero realmente mis notas eran suficientes, notables y algún sobresaliente. Me había echado en cara que no tenía confianza con él al no querer enseñarle mis resultados académicos, pero la realidad era que no quería que supiera que le había mentido todo el tiempo. A partir de ahora debía ser completamente honesta, porque finalmente tuve que dictarle mis notas sin dejar que las leyese y así aprovechar para subirle varios puntos a los suficientes para convertirlos en sobresalientes.
Llevábamos un mes de relación, y todo era muy tranquilo. De hecho, el adjetivo que mejor definiría nuestra relación era aburrida.
Pero hoy tenía el presentimiento de que algo cambiaría.
Había quedado con Daniel a las nueve para irnos a Santiago, una ciudad a unos cuarenta y cinco minutos del pueblo. La idea había sido idea mía, ya que los primeros días de verano se habían basado en dar largos paseos por el pueblo que empezaban a agotarme, y necesitaba hacer cosas nuevas y diferentes. Sabía que mis padres se negarían rotundamente a dejar que fuera sola a Santiago con mi novio en autobús, así que les había mentido diciéndoles que venía con nosotros la madre de Daniel.
No me gustaba sentir que estaba volviendo atrás, que estaba volviendo a recurrir a la mentira; pero no era capaz de ser sincera, por un motivo u otro no me salía, y menos con Daniel. Quería que él viera que mi vida era perfecta y que a mi lado no tenía que pensar en Ana.
Estaba tan obsesionada con ser superior a ella que me olvidé de mis necesidades.
Y por ello llevaba semanas callada, haciendo cosas aburridas que no me apetecían y dándole la razón en todo.
No era culpa de Daniel, él solo veía a una chica callada que asentía y aceptaba todos los planes que él proponía.
Pero yo veía a una chica sumisa, que quería complacer al hombre y jugar a ser superior a otra mujer.
Pero yo no era así, nunca lo había sido.
Me encantaba hacer cosas nuevas, hacer dos días seguidos lo mismo para mí era exasperante. En mi pueblo se podían hacer muchas cosas, podías alquilar un kayak y dar una vuelta en el mar, podías ir en barco a una isla que estaba a unas millas de la costa de nuestro pueblo, podías ir a librerías y pasar la tarde sumergida en los libros, podías pedir una pizza y comértela en la playa... Pero él nunca me proponía ese tipo de planes, siempre teníamos que dar paseos por los mismos sitios; y para no ahogarme en la rutina, le había propuesto una escapada por la ciudad.
Además podía aprovechar la ocasión para ir a un escape room.
Cuando llegué a su portal él ya me estaba esperando, y al ver que quedaban más de cuarenta minutos para que el autobús saliera con destino a Santiago, me propuso ir a la cafetería que había al lado de su piso. Nos pedimos dos napolitanas y dos colacaos, y cuando quedaban diez minutos para que llegara nuestro transporte me levanté para pagar. Cuando subimos al autobús nos sentamos en la parte de atrás y casi inmediatamente me quedé dormida. Cuando desperté aún quedaban unos quince minutos para que llegásemos a nuestro destino y noté que no estaba en la misma posición, ahora estaba con la cabeza inclinada en su hombro y él tenía un brazo rodeándome.
—¿Por qué tienes el brazo así?
—En una curva casi te caes Jessica, no quiero heridos en esta excursión.
Y para mí ese fue el gesto más bonito que había tenido conmigo en un mes de relación.
Para mí, las palabras cariñosas no eran comparables con los gestos que demuestran que ese amor es real. Que hubiera hecho eso, teniendo que renunciar a jugar con el móvil, había sido el gesto más romántico que había tenido hasta ahora. Me acerqué a él y le di un pequeño beso como muestra de agradecimiento. Cuando me separé me miró con esos ojos verdes que tanto me gustaban, y pude ver cómo le brillaban.
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La chica de las mil oportunidades
RomanceJessica Becker nunca ha tenido demasiada suerte en el amor, acostumbrada a que no le salgan las cosas bien, decide darse un tiempo para si misma y para trabajar en lo que realmente quiere. Pero cuando recibe un mensaje de una persona de su pasado...