—Mario me ha vuelto a preguntar si quería ir con él a Canarias a pasar dos semanas con su padre y con él.
—¿Y te apetece ir?
—Me gustaría, no he ido mucho de viaje durante mi vida, no he salido ni de España. —Escuché como regañaba a su hermano al otro lado de la línea por haber ensuciado una mesa que acababa de limpiar—. ¿Crees que puedo ir?
—¿Me estás pidiendo permiso para irte de viaje?
—Si, no quiero que estés mal el tiempo que esté fuera.
—Daniel, no me tienes que pedir permiso para irte, puedes hacer lo que quieras.
—¿No te enfadas?
—Claro que no, ¿por qué iba a hacerlo?
—No lo sé. —Escuché gritos al otro lado de la línea seguidos de un portazo—. Si me voy, ¿vamos a seguir estando juntos?
—Pues claro que sí, deja de agobiarte, sólo son dos semanas.
—Vamos a intentarlo aunque sea difícil.
—No me parece algo tan difícil, dos semanas se pasan volando.
Y supe casi inmediatamente que la había cagado.
El silencio al otro lado de la línea me lo confirmó.
—¿Sabes? A veces tengo la sensación de que te importa una mierda como me siento. —En el momento en el que hice el amago de responderle, él continuó hablando, y a medida que lo hacía iba aumentando el volumen de su voz—. Si para ti dos semanas no son nada allá tú, pero yo estoy harto de sacrificarme por ti, de ir a tu casa a llevarte chocolate cada vez que te enfadas y de intentar que seas feliz. No valoras nada.
Y en ese momento la que se quedó callada fui yo.
¿Sacrificarse por mí?
¿Intentar que sea feliz?
Él aprovechó mi silencio para seguir hablando
—Te amo Jessica, te amo de verdad. Pero no puedo seguir así. Porque creo que lo doy todo, me esfuerzo por hacerte feliz y no encuentro ninguna señal de que sea algo recíproco.
—¿No crees que te quiera?
—Creo que no sabes demostrarlo.
Seguí escuchando su voz, pero no podía prestarle atención.
Y yo, que siempre había sido una persona que lloraba en escasas ocasiones, volví a sentir las lágrimas corriendo por mis mejillas.
Porque tenía razón.
Y pude escuchar todas las frases que mi propia familia me había repetido en numerosas ocasiones.
—Jessica, ojalá te parecieras un poco más a tu hermano.
—No creo que vayas a tener nunca una familia, eres demasiado seca.
—No entiendo por qué no te gustan los besos ni los abrazos.
—No veo a Jessica Becker formando una familia.
—Todos dicen que eres demasiado fría.
Volví a ponerme el móvil en la oreja.
—...¿tú te crees que voy a saber con certeza que me quieres? Es imposible saberlo, nunca demuestras nada. —Suspiró—. No luchas por lo que quieres, eres una cobarde. Y si sigues apartando a la gente que supuestamente te importa, te vas a morir sola.
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La chica de las mil oportunidades
RomanceJessica Becker nunca ha tenido demasiada suerte en el amor, acostumbrada a que no le salgan las cosas bien, decide darse un tiempo para si misma y para trabajar en lo que realmente quiere. Pero cuando recibe un mensaje de una persona de su pasado...