Ignora lo que te dice el corazón

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Mierda.

No, no, no, no.

  —¿Cómo?

  —Cariño, escúchame.

No.

Ni de broma.

  —¿Pero qué dices Daniel? ¿Te has vuelto loco? Tenemos dieciséis años, no me voy a casar.

  —Amor, no digo ahora, me refiero a hacerlo en unos años, pero nos comprometemos ahora.

  —¿Qué sentido tiene hacer eso?

  —¿Realmente para ti no significa nada esto? Te estoy demostrando que te quiero, que veo un futuro a tu lado, y a ti te da igual.

  —No me da igual pero...

  —No sé qué haces conmigo en una relación si no ves un futuro a mi lado, no demuestras querer estar conmigo. Tú nunca demuestras nada.

  —Daniel, yo...

  —Suerte encontrando a alguien que te quiera como yo lo hago.

  —Daniel, déjame habl...

  —Te amo Jessica, he gastado mi tiempo y mi dinero comprando este anillo porque quiero demostrarte que yo soy diferente, que te quiero de una forma distinta. No te quiero para una noche, te quiero para una vida.

En ese momento no lo vi nada claro, lo único que quería era salir corriendo. Quería decirle que no veía un futuro con él, que yo no vivía las cosas con esa intensidad.

Pero tampoco encontraba una manera de hacerle saber mis dudas sin herirle.

Durante estos últimos meses conociendo a Daniel había descubierto que era más inseguro de lo que parecía. Muchas veces dejábamos que algunas características nos describieran la personalidad de una persona y yo me había equivocado al hacer eso con Daniel. Mi novio era una persona que sin conocerlo parecía una persona que no escondía inseguridades, que tenía muchos amigos y que disfrutaba saliendo de fiesta cada fin de semana.

Pero era mentira.

Todo eso era mentira.

Él tenía demasiadas inseguridades, y muchas veces me utilizaba a mí de psicóloga porque necesitaba que todos los demás continuaran teniendo una visión equivocada de él, necesitaba que pensaran que era un hombre fuerte, y seguramente lo fuera, pero se estaba esforzando demasiado por mostrar todo el tiempo que todo iba genial. Incluso cuando eso no era cierto.

Si tú le preguntabas a los demás quién era el mejor portero entre los más de diez que había en la comarca todos estarían de acuerdo en señalar a Daniel, y para él era inconcebible que supieran que cada vez que estaba en el vestuario con los chicos de su equipo no podía parar de compararse físicamente con los demás. Porque Daniel vivía de lo que aparentaba ser, no de lo que era.

También dejaba que todos pensaran que por el hecho de llenar las gradas cada sábado tenía un grupo de amigos que lo idolatraba, pero esto también era mentira. Admiración no era amistad, y nunca fue ni será ni siquiera parecido.

Mi novio tenía dos amigas, Mara y Maitane.

Mara era una chica muy guapa que había conocido en el campamento de verano al que fue dos años atrás. Pero ella vivía en una ciudad a dos horas del pueblo, y eran pocas las ocasiones en las que podían verse. Además, Mara tenía una relación con un chico un año mayor que ella, también llamado Daniel; y no era una relación especialmente bonita. Si tú veías sus redes sociales, solo verías una relación aparentemente perfecta; ellos viajaban, se compraban regalos muy caros e iban a fiestas juntos dónde publicaban fotos que gritaban amor por todas partes, pero detrás de todo eso había una relación muy tóxica. Daniel la había engañado con otra chica el día de San Juan, y aunque Mara lo había perdonado, se había convertido en una chica muy insegura. Mi novio le había aconsejado en numerosas ocasiones que lo mejor era dejarlo; pero ella no era capaz de dejarlo ir, y yo lo entendía, a pesar de estar de acuerdo con mi novio.

La chica de las mil oportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora