Daniel ya estaba en el pueblo, había llegado el día anterior por la noche y habíamos quedado a la una para comer juntos. Había tenido que darle los dulces a mi padre, porque no conté conque se pondrían malos al estar en una caja durante una semana y había pasado toda la mañana mentalizándome de que tendría que volver a entrar. Finalmente lo hice, y aproveché para comprar también dos paquetes de galletas de chocolate.Me había pasado por la cabeza varias veces la idea de por qué debíamos comprar regalos si sólo habíamos estado separados dos semanas, pero como había prometido que cambiaría mi actitud me había quedado callada y me había vestido de una forma en particular para ir a ver a mi novio.
Las Jordan me habían llegado hacía dos días, y me las había puesto junto con un top negro y unos vaqueros demasiado anchos para mi gusto, pero sabía que a Daniel le encantaría. Cogí mi caja, dónde guardaba todo lo que había comprado, y fui hacía la plaza dónde habíamos quedado.
El reloj marcaba la una y diez y aún no había llegado. Honestamente estaba un poco nerviosa con el reencuentro; pero cuando cinco minutos después lo vi, lo único que pude hacer fue levantarme y correr hacia él.
Los nervios, la ansiedad y el agobio habían desaparecido, y en sus brazos volví a sentirme segura después de semanas pasándolo mal. Cuando me soltó caminamos hacia el banco donde minutos antes me había sentado a esperarlo y me pidió que abriera la caja que traía en una bolsa.
Ilusionada la abrí y me encontré con mi tableta de chocolate favorita, con un giratiempo de Harry Potter, una pulsera hecha de conchas y un peluche de un unicornio. Creo que no había algo que me gustara menos que los unicornios, pero fingí que me había encantado y disfruté del resto de regalos que habían sido maravillosos. Me dolió un poco que a estas alturas no supiera que no me gustaban los peluches, pero me regañé a mi misma por ser tan poco agradecida y me colgué de su cuello para darle un beso.
—Veo que te ha gustado.
—¡Me encanta! Adoro el giratiempo.
—Sabía que te iba a gustar, es mío, pero me hace ilusión que lo tengas.
—¿Quieres abrir tus regalos?
—Qué te parece si primero vamos a comer y después lo abro. También me falta darte un regalo, pero prefiero esperar, ¿vale?
—Vale, ¿dónde comemos?
—Tengo pensado llevarte a un sitio que me enseñó mi madre y que está cerca de la playa. Hoy comemos allí.
—¿En serio?
—Claro cariño, hay que celebrar que hemos conseguido llevar una relación a distancia.
—Bueno, fueron dos semanas mi amor.
—Para mí han sido cinco años.
—Que exagerado.
—¿Tú no me has echado de menos?
—Si, pero sabía que estas dos semanas pasarían rápido.
Durante todo el camino estuvimos cogidos de la mano y cuando llegamos al restaurante, Daniel pidió unas patatas, unas croquetas y dos hamburguesas para llevar. Me encantó que tuviera en cuenta mis gustos y pidiera mi comida favorita, las croquetas, y que me llevara a una playa dónde comimos sentados en una toalla que había traído de casa me pareció un gesto precioso.
Hablamos durante toda la tarde de mi viaje a Burgos y de sus vacaciones en Canarias. Me contó que la novia de Mario se había enfadado mucho con él cuando decidieron que iban a pasar dos semanas fuera de la Península y que ella lo había bloqueado. Sin embargo, mi novio me contó que durante los primeros días lo arreglaron y que un día cuando entró a la habitación de su amigo se lo encontró teniendo sexo telefónico con su novia, y que a raíz de eso se le ocurrió hacer lo mismo conmigo.
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La chica de las mil oportunidades
RomanceJessica Becker nunca ha tenido demasiada suerte en el amor, acostumbrada a que no le salgan las cosas bien, decide darse un tiempo para si misma y para trabajar en lo que realmente quiere. Pero cuando recibe un mensaje de una persona de su pasado...