Frenar, eso es lo que necesitamos

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Estábamos en el tren de camino a Santiago para volver a casa y me aburría demasiado. Mi hermano se había quedado dormido y yo no tenía gran cosa que hacer, así que encendí mi móvil para mandarle un mensaje a Daniel y preguntarle que tal estaba, pero en cuanto vi su foto de perfil decidí no enviarle nada, quería tener un viaje tranquilo. Últimamente mi novio estaba muy sensible por la situación que estaba viviendo en Canarias, y cada conversación que teníamos acababa derivando en la personalidad y la actitud del padre de Mario, por lo que prefería no hablar de ello, ya que llevábamos cuatro días en los que solo hablábamos de eso.

Aumenté la foto de perfil de Daniel por décima vez en dos horas, y lejos de sentirme más cómoda volví a sentirme enclaustrada en una relación que no era lo que yo esperaba.

El día en el que mi hermano y yo estuvimos en el parque de atracciones de Madrid volvimos al hotel casi a las diez de la noche, y ese fue el único momento del día en el que me permití encender el móvil. Lo que me encontré me sorprendió bastante. A pesar de no ser muy fan de las muestras de cariño, y menos en público, tenía de fondo de bloqueo una foto con mi novio, de fondo de pantalla otra foto mía con Daniel en el instituto y el protagonista de mi fondo de la mayoría de mis aplicaciones también era él.

Esto ya empezaba a saturarme, porque en el momento en el que hice el intento de cambiar mi fondo de bloqueo y poner una imagen mía y de Beatriz él me había montado un pequeño drama que había hecho que decidiera no cambiar nada. Pero ese día, cuando llegué del parque de atracciones, vi que había puesto una imagen nuestra como foto de perfil. Sentí que eso ya era demasiado y pensaba decírselo, hasta que vi los tres mensajes que me había mandado a lo largo del día.

Daniel: ¡Sorpresa! Cuando no estés ocupada mira la foto de perfil que he puesto.

Daniel: Me encanta como queda.

Daniel: Sales preciosa, ¿lo sabías?

Fingí que me encantaba, y después le propuse cambiar nuestro fondo de bloqueo o de pantalla, con la excusa de no saturarnos demasiado; pero acabó en drama. Se le veía demasiado contento y sentí que debía hacer lo mismo que él, ilusionarme. Y efectivamente lo hice.

Mi móvil vibró en mis manos y al ver que era un mensaje de mi novio, suspiré; y sin muchas ganas, lo abrí.

Porque supe al instante que lo único que haría sería quejarse.

Daniel: No puedo más con este señor, me quita las ganas de vivir.

A mí había alguien que también me estaba quitando las ganas de vivir.

Jessica: ¿Qué ha pasado?

Daniel: Me ha puesto a limpiar. Como tiene a la novia que no se puede ni mover dice que tenemos que colaborar, que no podemos estar aquí dos semanas por caridad.

Jessica: ¿Pero no os ha invitado él a pasar allí las vacaciones?

Daniel: Si, pero como trabaja todo el día en la construcción no le da tiempo a nada y nos tiene aquí limpiándole la casa.

Jessica: ¿Pero es muy grande?

Daniel: No Jessica, pero no puedes invitar a tu hijo y a un amigo a pasar sus vacaciones de verano a tu casa y no llevarlos a ningún sitio y aún por encima ponerlos a limpiar.

Jessica: Ya.

Daniel: Menos mal que un día se dignó a llevarnos a un centro comercial y te pude comprar algunas cosas.

Jessica: ¿Me has comprado algo?

Daniel: Claro cariño, es lo normal, ¿no?

Mierda.

La chica de las mil oportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora