prefacio

391 51 0
                                    

—Empieza tú.

—Bien. Empieza con I y tiene corbata color azul.

Mi compañera miró a su alrededor y sonrió.

—Idiota. Ama los pechos y tiene un fetiche extraño con su madre. Empieza con A y tiene zapatillas de marca.

—Arrogante. Engaña a su pareja y es adicto al sexo. Empieza con R y tiene uñas violeta oscuro.

—Raro. Su pareja es hombre pero le oculta su bisexualidad. Pero es dulce en los encuentros.

Mi compañera y yo reimos por lo bajo. Habia historias repulsivas y tristes, otras graciosas pero era nuestra manera de ignorar la realidad que nos rodeaba.

Ese día no habia muchas personas en la calle, por lo que me estaban doliendo las botas en los pies y tiritando los dientes del frío. Naeun, mi amiga, y yo decidimos charlar para matar el aburrimiento, aprovechando que estabamos solas: de lo contrario nos hubieran cortado el cuello de inmediato.

De pronto pasó un auto y tocó bocina. Comencé a dar pasos hasta que la ventana se bajó y me encontré con un viejo regordete y con bigote.

—Tú no. Tu amiga.

Mire a Naeun sintiendo un nudo en la boca del estomago. Naeun sonrió en grande, ocultando muchas cosas en su mirada.

—Te veo mas tarde, cariño.—se despidió subiendo a su auto. Yo quede sola.

El cielo gris de pronto comenzó a soltar pequeñas gotas de lluvia. Lejos de esconderme alcé la mirada y deje que las gotas ocuparan todas mis mejillas. Se sintio como un grito de desahogo en medio de la oscuridad.

El agua comenzó a bajar por la piel de mi pecho y se fundió con las lagrimas de mis mejillas.

—¿Estas ocupada?

Volteé la mirada. Un chico no mucho mas grande que yo, con una cabeza de diferencia me miraba a unos pasos de distancia de mi.

Llevaba un bolso grande de entrenamiento y tenia un paraguas arriba de su cabeza.

—Estoy disponible para lo que tu quieras, cariño.

Le guiñé un ojo, pero el ni se inmutó.

—Subamos a mi auto.

Sonreí, pero me resultaba extraña su reacción tan fría a mis palabras.

Cerró el paraguas y comenzó a caminar por la calle. Insegura, comencé a seguirle el paso hasta que de repente se detuvo y abrio la puerta de un auto invitandome a pasar.

Me detuve en seco mirando el auto. Trate de memorizar la patente en mi memoria por si sucedía algo que no me agradara. Auto blanco, marca lamborghini. Probablemente descapotable.

Respire hondo y subí al auto.

Comence a jugar con mis dedos a medida que el chico se subia y se colocaba el cinturon de seguridad. Hice lo mismo.

—¿A donde quieres ir?—preguntó.

—A donde tú lo desees.—intenté hacer mi voz mas seductora mientras tocaba su pierna izquierda.

El ni se inmutó, solo alejo mi mano de su pierna. Senti su rechazo y me sorprendi enormemente de ello.

—Me gustaría llevarte a comer, puedes elegir el que quieras.

Lo mire desconcertada. Intente ver en sus ojos algo que me dijera que era un chiste, que solo estaba jugando conmigo. Muy al contrario, parecía serio al tomar su decisión.

—No conozco ningún lugar.

Casi me senti avergonzada de decirlo, mi vida era bastante compleja como para andar curioseando sobre los restaurantes de la zona.

—De acuerdo. Pediré para comer en el auto.

Media hora mas tarde me encontraba en el auto con un gran banquete entre mis manos. La carne era jugosa y sus acompañamientos eran caros para mi presupuesto. Me sentí terrible.

—¿No quieres comer?

—N-no estoy segura.

—Es un regalo, por favor aceptalo.

Hice silencio. La situación comenzaba a ponerme nerviosa.

—No me conoces. Nisiquiera debería estar comiendo esto.

—Yo pagaré por tu compañía, no te preocupes por eso.

—Esta no es la compañía que ofrezco.

—Pero es por la que yo te pagaré.—respondió tajante.

Tragué duro.

¿Que se supone que debía hacer?

—De acuerdo. Soy toda oídos.

—¿Qué?

—Debes tener una vida muy triste para pagar por la compañía de una prostituta. Asi que hablemos, chico. ¿Que ocurre?

El tardó en responder unos cuantos segundos, como si decidiera si avanzar o no.

—Todos creen que soy el chico perfecto que no tiene problemas, pero la verdad es que siempre me siento solo.

—Nacemos solos y morimos solos. O eso es lo que dicen, al menos—me encojo de hombros.

—¿No crees que la vida es realmente injusta?

Me callé. El chico parecia realmente frustrado, me recordaba a mi en mis peores momentos provocando que el corazón me latiera mas rápido.

—Lo es.—acepté.—pero debes seguir adelante por los que amas.

—Ya no queda nadie que me importe.

—Entonces hazlo por ti. Tú eres la unica persona que importa: si no cuidas de ti nadie mas lo hará.

—¿Como podría hacer eso?

—Empieza por aceptarte tal y como eres. A pesar de que odies el reflejo en el espejo ¿entiendes? Debes encontrar algo porque luchar, incluso aunque lo odies. O mejor dicho, incluso aunque te odies.

El me miró y elevo las comisuras de sus labios levemente.

—Siento mucho que tengas que decirme estas palabras. Sé que provienen de una herida muy profunda.

—Y yo siento no poder ofrecerte mas que esto. Se acabó el tiempo

Miré la hora en el reloj de segunda mano en mi muñeca. Él me entregó unos billetes que valian el triple de mi precio.

—Espero volver a verte...

Queria oir mi nombre, asi que accedí. A medias.

—Lisette. Puedes buscarme por ese nombre.

STAY WITH ME | LizkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora