𝙏𝙚𝙡𝙡 𝙈𝙚 𝙒𝙝𝙤 𝙔𝙤𝙪 𝘼𝙧𝙚 // 𝙏𝙈: 𝙒𝙔𝙍 - HYUNLIX

10 - Hyunjin (+18)

Me siento en una cabina de la noria, echó la cabeza hacia atrás y cierro los ojos, dejando que el viento nocturno me acaricie la cara. Las olas chocan con la costa en la distancia, llenando la oscuridad con una presencia constante a mi espalda mientras otra cabina cruje con el viento, las demás se oxidaron en silencio hace mucho tiempo. La lámpara portátil se encuentra debajo de mis piernas, y sostengo un bolígrafo en la mano y un bloc de notas sobre mi regazo.

Cincuenta y siete veces no llamé, cincuenta y siete cartas que no envié, cincuenta y siete puntos para respirar de nuevo y luego, joder, me equivoqué.

Abro los ojos y anotó las dos últimas líneas; apenas puedo ver lo que estoy escribiendo en la oscuridad, pero no importa, ya lo leeré mañana. Llevo componiendo esta canción dos años, desde que Felix comenzó a hablar de "del chico popular" en sus cartas. Me quedé atascado a la mitad porque no estaba seguro de hacia dónde iba la historia, solo que necesitaba contarla. Conocía la perspectiva de Felix, pero me faltaba algo.

Sin embargo, cuando salí del instituto hace dos días, después de tenerlo al fin entre mis brazos en el laboratorio, necesitaba escribir. Estaba sintiendo cosas.

Él sabe cómo volverme loco. En público actúa como si fuese una mierda debajo de su zapato, pero en privado no es capaz de saciarse de mí. Su lengua y su boca, la obsesión que tiene con el aro de mi labio, la forma en que se frota contra mí, y si no fuera por un par de capas de ropa, ya habría estado dentro de él...

El remilgo es fingido, y se pone tan caliente que me dan ganas quitarle todo excepto esos pantalones para poder experimentar cada centímetro de su piel.

Si su engreído grupito supiera que su principito se derrite por mí...

Entonces miro el parque temático y caigo en la cuenta. No se derrite por mí, sino por Sam.

Maldita sea, no puedo seguir así. Tengo que irme o confesar. Él nunca me perdonará por haberlo traicionado así. Por haber estado delante de sus narices y casi seducirlo.

—¡Me avergüenza no haberme dado cuenta de que te encontraría aquí! —grita una voz, y me sobresalto, mirando al suelo.

Minho está abajo con una linterna en la mano. Lo veo empezar a trepar por las vigas hasta aquí arriba y dejó escapar un suspiro. Justo me ha pillado trabajando. Por primera vez desde hace meses, estoy escribiendo. Qué mala pata.

—A tu primo y a ti os encantaba este parque de atracciones cuando erais pequeños —dice—. Debería haber sabido que estarías aquí.

Pasa junto a las cabinas vacías y se apoya sobre la viga de la mía. La rueda cruje con el peso extra, pero no se mueve. Años de lluvia y aire húmedo del mar se han encargado de mantenerla en su sitio. Toma asiento y me doy cuenta de que lleva la camiseta negra de nuestra banda, en la que aparece nuestro nombre, con algunas ilustraciones diseñadas por Minho. Tengo varias en casa. Incluso Yeji tenía algunas, que usaba para dormir. Veo que los ojos de Minho se posan en mi bloc de notas, y luego los levanta hacia mí, probablemente haciendo girar los engranajes de su cabeza.

—¿Tienes algo para mí? —insinúa.

Me río y le lanzó el bloc. De perdidos al río. Que me diga que es una bazofia y así podré rendirme e ir a emborracharnos. Sin embargo, apenas mira la libreta. Me contempla vacilante, como si buscara las palabras adecuadas.

—Tu padre no está bien —dice, manteniendo el tono uniforme—. Las tiendas están cerradas y hace días que no se lo ve. Te extraña.

—Dirás a Yeji.

—Cuando murió Yeji, siguió trabajando —señala—. Ahora ya no.

Apoyó el brazo en el respaldo del asiento y me frotó la frente.