CARTA

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Querida Delilah:

Me llamo Felix Lee. Éramos amigos en cuarto. Seguro que ni siquiera me recuerdas, pero yo a ti sí. De hecho, me vienes mucho a la mente. Si me recuerdas, sigue leyendo, porque hay muchas cosas que me gustaría decir. No tienes la obligación de hacerlo, pero te lo agradecería.

A estas alturas, estoy seguro de que tu vida, como la mía, ha cambiado mucho. Tus recuerdos de nuestra amistad, si es que guardas alguno, pueden ir de resentidos a tan ambiguos que apenas los hayas registrado. Tal vez lleves años sin pensar en mí, pero por si acaso... necesitaba hacer esto. Quizá por ti, pero especialmente por mí. Tengo mucha culpa, y la merezco, pero hay cosas que hay que decir y ya es hora.

Verás, todavía guardo la imagen en mi cabeza. Estás de pie contra la pared en el patio de recreo, sola porque yo ya no quería ser tu amigo. No puedo imaginar lo que pensaste ese día y todos los posteriores, pero espero que sepas que lo que hice y lo que todos los demás dijeron o te hicieron pasar no fue culpa tuya, sino mía.

Hay un secreto que quiero compartir contigo. Ni siquiera se lo he dicho a mi mejor amigo, Hyunjin, porque fue muy vergonzoso. Cuando tenía nueve años, todos los domingos, sobre las seis de la tarde, , comenzaba a juntar todos mis productos de higiene: champú, acondicionador, jabón, esponja vegetal, cortaúñas, lima... Los alineaba en el alféizar de la ventana, sobre la bañera, y durante la siguiente hora, me bañaba.

Eso es. Pasaba una hora entera en el baño, limpiando, restregando y asegurándome de que cada maldito mechón olía como un arroyo con aroma a lirios en un prado de montaña. Luego daba comienzo el proceso de hidratación y limpieza de uñas.

Madre mía, ¿verdad? Pero, espera, hay más.

Luego dedicaba diez minutos a pasarme el hilo dental y cepillarme los dientes, e incluso más tiempo a escoger mi ropa, que por supuesto tenía que estar planchada y arreglada para el lunes por la mañana. Era una nueva semana y un nuevo yo. Iba a tener más amigos. Iba a estar con los niños populares. Iba a caer bien.

Porque en mi cabeza de nueve años, ese baño lavaba más que la suciedad. Se llevaba mi antiguo yo y, de alguna manera, si pulía mi apariencia, mi personalidad mágicamente también sería diferente.

Seguí ese ritual durante aproximadamente un año. Más de cincuenta domingos de grandes esperanzas y más de cincuenta lunes que terminan sin nada diferente que el anterior. Ni el agua y jabón, ni las uñas perfectas ni el cabello bonito podían cambiar lo que odiaba de mí por dentro.

Que era tímido. Que siempre estaba tenso y nunca rompía las reglas. Que me sentía incómodo en grupos grandes y me costaba hablar con la gente. Que mi música y películas favoritas no eran las de un niño promedio.

Simple y llanamente: que no encajaba.

No tenía nada en común con mis compañeros y no era capaz de encontrar a nadie con quien tuviera cosas en común.

Constantemente sentía que no me quedaba mucho tiempo. Como si estuviera en una fiesta y la gente esperase a que entendiera la indirecta y me fuera.

Hasta que te conocí. Todos los días, en el recreo, caminábamos por el perímetro del campo y charlábamos sobre cosas que teníamos en común. Fuiste amable y divertida, me escuchaste y no me hiciste sentir presionado ni incómodo. Me alegré de tener una amiga al fin.

Hasta que comencé a preguntarme por qué no tenía más. Seguíamos caminando y hablando, pero tarde o temprano, mis ojos se desplazaban hacia donde todos los demás estaban jugando y riendo, y comenzaba a sentirme excluido de nuevo.

¿Por qué parecían más felices? ¿Qué estaban haciendo y cómo se estaban comportando para estar rodeados de gente y yo no?

Llegué a la conclusión de que necesitaba verme mejor antes de poder ser mejor, es decir, popular. Al trepar por la escalera social con comportamientos desagradables creí que me estaba elevando. Y en cierto modo, supongo que así era. Ser malo me hizo conseguir esos amigos que pensaba que quería.

Ya sé que lo que te hice no estuvo bien, incluso un niño sabe cómo ser amable, pero quería que supieras que lo siento. Me equivoqué y lamento lo que hice. Fue el primer acto de una larga serie de equivocaciones que me convirtió en un chico muy infeliz, y ahora veo lo valioso que es una buena amiga y lo poco que esos chicos populares significan en el gran y ancho mundo.

No puedo cambiar el pasado, pero lo haré mejor en el futuro. Lo siento si te he molestado. Si estás leyendo esto y te preguntas por qué incido en algo que quizá fue insignificante para ti. Tal vez estás rodeada de una gran vida y toneladas de felicidad, y yo ni siquiera soy un recuerdo.

Pero si te lastimé, lo siento.

Eras una buena amiga y merecías que te tratasen mejor. Gracias por estar ahí para mí cuando te necesitaba. Ojalá yo hubiera hecho lo mismo.

Con amor, Felix.



Muchas gracias por haber llegado hasta el final, esperamos que os haya gustado esta historia. Esta cuenta fue creada únicamente para resubir esta historia. ¡Un abrazo! <3

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𝙏𝙚𝙡𝙡 𝙈𝙚 𝙒𝙝𝙤 𝙔𝙤𝙪 𝘼𝙧𝙚 // 𝙏𝙈: 𝙒𝙔𝙍 - HYUNLIXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora