Capítulo I. Despedida

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Izuku fue arrojado con fuerza contra la tierra, su espalda golpeó el peñasco con tal brutalidad que de su cabello cayó una lluvia de arena, endurecida por el largo tiempo que tenía sin lavarse. A su lado, de la misma forma cayó Denki con las túnicas desgarradas y el cabello casi marrón.

El pequeño omega abrió los ojos con pesadez, el cansancio lo tenía desmayándose constantemente. A sus costados se extendían hileras de otros jóvenes que, como él, ahora eran esclavos.

Un martillo golpeó dos veces sobre una mesa alta de madera astillada, la venta había comenzado. Uno a uno, jóvenes, alfas y omegas, eran levantados y exhibidos como mercancía para hombres y mujeres envueltos en telas de seda, fumaban opio y jugaban con los anillos en sus dedos mientras observaban de pies a cabeza a los delgaduchos muchachos sobre la tarima.

Llevaban días viajando sobre una carreta sin protección del sol, privados de comida y con apenas un sorbo de agua al día. Muchos sucumbieron ante las precarias condiciones y fueron arrojados a un lado del camino. El propio Izuku no sabía cómo seguía con vida, pero de algo estaba seguro, si continuaban así un día más ni él ni Denki lo resistirían.

Los bárbaros llegaron de sorpresa, incendiaron las casas, mataron a los adultos y abandonaron a los cachorros, llevándose sólo a los jóvenes omegas y un par de alfas.

Sus ojos se aguaron cuando de entre todos los demás levantaron a un alfa de cabellos púrpura y rizados como los suyos, la piel habitualmente jovial y acaramelada estaba rojiza y requemada por el sol, los labios partidos y los pies sangrantes, lo obligaron a pararse en el centro de la atención, Izuku vio con horror como un montón de personas levantaban sus pancartas ofreciendo dinero.

Shinso, su hermano, era un alfa saludable de 20 años, alto y ligeramente corpulento y, justo como el vendedor gritaba: —Excelente para trabajos de construcción.

Izuku dejó salir un torrente de lágrimas cuando colgaron del cuello de su hermano un letrero con la palabra "Vendido". Los ojos de Shinso lo buscaron con desesperación, cuando cruzaron miradas de sus labios salió un tembloroso "Todo está bien". Pero Izuku sabía que no, esa podría ser la última vez que su hermano y él compartieron una mirada.

Cuando su turno llegó solo sintió un revuelo de sonidos, metal contra metal y muchos gritos. Pero sus ojos solo podían enfocar el camino por el que se llevaron a Shinso.

Sus muñecas fueron liberadas y pudo sobar las marcas rojas que dejaron las cuerdas.

—Izuku... — dedos temblorosos envolvieron sus manos. Levantó la mirada para ver unos ojos ámbar inyectados con tristeza. —Fuimos salvados.

—Shinso...

—El hombre atacó primero, me dijo que rastrearán a los que ya habían sido llevados, pero...

—Debemos encontrarlo, él no debe estar muy lejos-...

Denki sostuvo sus hombros con firmeza para obligarlo a erguirse.
—Izuku, escucha, no podemos, somos desconocidos en esta tierra, incluso si lo seguimos y lo encontramos ¿qué podríamos hacer? Dos omegas no tenemos oportunidad.

Izuku sopesó las palabras de Denki y estuvo de acuerdo. Solos no podían lograr nada. Las lágrimas no se hicieron esperar, sus mejillas se empaparon en un instante.

Un hombre pelinegro uniformado se acuclilló a su altura y le sonrió con ternura. —Sé que debió haber sido difícil, pero ahora todo terminó. Podrán volver a casa.

—Ya no tenemos a donde volver señor, —expuso el rubio. —Los bárbaros atacaron la aldea donde vivíamos, incendiaron todo y nos llevaron a unos pocos, si volviéramos, solo encontraremos cenizas.

El Sultán (KatsuDeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora