Capítulo 13. Lo único que tengo

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El pequeño príncipe Kai aprendió rápidamente que todo el mundo lo quería, pues apenas pudo sostener el peso de su cabeza los omegas del harem se peleaban por sostenerlo, cosa que beneficio mucho a Izuku pues su cachorro siempre estaba a lado de alguien de confianza.

Acabada la cuarentena, al peli verde se le permitió volver a visitar al sultán así que su cachorro se acostumbró a pasar ciertas noches a la semana solo con Ochaco, Tsuyu o Denki.

Cuando Izuku entró a los aposentos del sultán se lanzó a sus brazos y lo besó con fervor, como si se hubieran mantenido apartados por meses, Katsuki no se quejó en ningún momento, complacido y satisfecho de que Izuku lo deseara tanto cómo él deseaba al omega.

Había pasado la noche del jueves sagrado y mientras Izuku dormía en la cama Katsuki salió de los aposentos a recibir un mensaje urgente.

El gobernador de Aki era el remitente del mensaje, junto a la carta venía una invitación. El hijo del gobernador iba a contraer nupcias, todo se estaba improvisando porque los novios estaban ansiosos por casarse, sin embargo, Katsuki no estaba seguro de ir, aún no se sentía a gusto dejando el palacio por varios días, persistía el miedo de que alguien atacara, si lo habían hecho estando él en el palacio que sería de los suyos si se fuera.

Por otro lado, el gobernador se disculpaba por la repentina noticia, aceptaba que el sultán no se presentara pues era probable que su majestad ni siquiera pudiera llegar. Para enmendar el "desplante" el gobernador le enviaba un par de bonitos presentes.

Cuando Izuku salió de los aposentos del sultán se sentía feliz. Pasar la noche con Katsuki lo hacía sentir que flotaba entre nubes. Despertar y desayunar a su lado le traía tanta dicha. Pero su felicidad le duró muy poco.

Camino a sus aposentos pasó por el harem, siendo Izuku un concubino ya no era usual verlo por allí, pero a él le encantaba pasar a visitar y comer con el resto de los omegas de vez en cuando. Mantenían una buena relación, por lo que, cuando pasó y, en lugar de saludar, los demás le evitaron la mirada se sintió extrañado.

El omega vio a Tsuyu, una de sus mejores amigas ahí dentro y se acercó a ella. La chica le miró y lo saludó entusiasta.

—Buenos días Izuku, que bueno verte por aquí.

—Hola Tsuyu, oye, ¿pasa algo?

Ella pareció nerviosa. —¿Algo, como qué?

Izuku miró a su alrededor, era más que obvio que susurraban sobre él. —Todos actúan raro y...

Sus palabras se atoraron en la garganta. Una sombra le hizo mirar hacia arriba. Allí, en el piso de las favoritas, había dos chicas omegas. Muy hermosas cabe recalcar. Un era de tez pálida y cabello rubio, era esbelta y tenía la cintura más delgada que había visto. Delicada como una rosa. La otra, más bajita, tenía la piel apiñonada, los ojos color miel y el cabello ondulado, su busto era grande y firme. Exótica como una orquídea.

Nadie ocupaba el piso de las favoritas desde la partida de Camie y desde que él había cambiado de aposentos, pero allí estaban ellas, mirando hacia abajo como si lo gobernaran todo desde arriba. La rubia lo vio, pasó sus ojos por todo su ser y sonrió burlonamente. Izuku se sintió muy ofendido.

—¿Quiénes son ellas? —su voz no tenía ni un pequeño atisbo de la acostumbrada amabilidad que rebosaba.

Tsuyu suspiró. —Llegaron temprano. Parece que son un presente para su majestad, ambas son extranjeras.

—¿Un presente? —Izuku las volvió a mirar, —Ellas son, ¿omegas para el sultán?

La chica asintió. —Las envío el gobernador de Aki, dicen que el hombre rebosa en felicidad ahora que su hijo se va a casar. Es costumbre enviarle un presente a su majestad para que comparta la felicidad y dé sus bendiciones al festejado, sin embargo, esta es la primera vez que veo que envían a omegas como presente.

El Sultán (KatsuDeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora