«Estoy en casa, durmiendo en el sofá, viendo una película. Fumando. ¿Fumando?»
Abre los ojos y lo que ve lo deja aliviado, al mirar la ventana encuentra su vista cotidiana a la ciudad.
Respira y echa la cabeza para atrás.
—Anoche tuve un sueño rarísimo —dice en voz alta—. Debí dormirme en el sillón...
—No, apareciste en un callejón. —La voz ya no es un susurro, es grave y seca—. ¿Cómo mierda llegaste ahí?
Aidan gira y se encuentra con el hombre de ayer. Manotea en pánico, el sofá se va hacia atrás. Se pone de pie tan rápido como puede, el cuarto da vueltas en sus ojos y se apoya en la mesa de la lámpara.
—¡Es una excelente pregunta!
Grita hacia ningún lugar, sus ojos no pueden mantenerse quietos. El departamento es el mismo, todo lo que está en él no.
Un teléfono de pedestal negro está en el lugar de su mesa de rollos, en donde tiene la maceta más grande hay un radio enorme.
Unas manos en sus hombros lo detienen de su girar frenético, Él lo examina y eso solo consigue disparar sus niveles de ansiedad.
—Apareciste de la nada, imbécil.
—¡Santo Infierno! Oh por Dios. Esto no puede estar pasando. —Aidan extiende sus manos, sus dedos rozan el rostro del hombre, es tibio, ni un rastro de barba, es real, demasiado real—. ¿Cómo es que tú...? ¿Cómo es que yo?
El hombre frunce el ceño y aparta con un ademán sus manos.
—¿Qué mierdas hablas?
Sus ojos tienen un frío tono que le recuerda al filo de una espada, tiene sentido si piensa en el contexto.
Su hombre perfecto y amable es en realidad un asesino a sangre fría.
—¿En qué año estamos?
—¿Qué?
—El año. ¿Estamos en...?
—¿Te jodiste la cabeza anoche? Es 1929. Ven. —Intenta jalarlo, pero Aidan no puede reaccionar—. Explícame qué está pasando, anoche te arrojaste contra un hombre armado y...
—¿1929? —interrumpe—. ¡No me jodas!
—¡Lo haré si no te explicas!
Un mareo obliga a Aidan a apoyarse en la mesa del salón. Ahí donde debería estar su gabardina y maletín hay un precioso tapete de un verde jade, unos cuantos libros que no se detiene a mirar y un periódico.
Los ojos le tiemblan, pero la fecha está clara: 8 de agosto de 1929.
—Debo seguir dormido.
—¡Responde, imbécil!
Él está por agarrarlo, Aidan se aparta, horrorizado. Trastabilla hacia la puerta y no mira atrás. Camina siguiendo la pared hasta salir al pasillo. Sí que es su edificio.
Baja las escaleras de dos en dos hasta la avenida principal, la imagen lo deja en shock.
Sí, está en New York. Pero no en el que conoce, los altos edificios no están. El Rockefeller Center ha desaparecido.
«No es eso, es que no lo han construido.» piensa con horror.
Todo su cuerpo tiembla, está en pánico. Los coches parecen sacados de una película clásica de mafiosos de los años 30. Si no lo mata la impresión lo va a matar uno de estos que casi lo atropella cuando cruza la calle.
Va desorientado mirando hacia los lados, la gente lleva una moda caduca. Los hombres van trajeados con sombreros a juego, los locales tienen letreros enormes de lámina, las vidrieras aún usan rótulos en letras cursivas.
Su mente racional le dice que eso no es sensato. Está alucinando.
¿Los químicos del revelado? Igual y es una respuesta prudente. Al revelar la cinta de 35mm pudo mezclar mal y provocar una reacción que está creando fuertes alucinaciones o que ha sacado sus deseos más primitivos. Puede que en realidad esté desmayado sobre la mesa de su cuarto negro.
Morirá ahí porque nadie notará su ausencia.
¿O fue el collar?
¡El collar!
Aidan se lo saca del bolsillo, la piedrecita ya no brilla, ahora es de un verde pálido, se muerde los labios. ¿De qué va todo esto?
—Dame tus pantalones, ahora.
Aidan es interceptado al cruzar una de las angostas calles. Un hombre en clara condición de calle. El fuerte olor del tipo cala en su nariz. El hombre lo empuja para arrinconarlo. Hay otros dos mirando desde el suelo.
1929.
Un año después del crack, Estados Unidos se estaba hundiendo en esos tiempos.
La gran depresión.
La gente desempleada, violenta, arisca por la incertidumbre. El tipo lo sacude y Aidan se tensa, sus articulaciones crujen cuando se agacha para desamarrarse las agujetas.
—¡Rápido!
Mira los zapatos ajenos, tienen la suela despegada y la parte delantera con agujeros, algo pesa en la boca de su estómago. El pasado no es tan bonito como sus fantasías quisieron hacerle creer.
El hombre se inclina para forzarlo, Aidan se levanta con fuerza para asestar un cabezazo en la quijada del tipo. El hombre gime y se va hacia atrás, el otro tipo a su lado lo maldice e intenta pescarlo, Aidan corre al final de la calle cuando otro de los vagabundos de la zona lo apresa entre sus brazos.
—¡Maldito mocoso!
—¡Tengo veintisiete, anciano!
Aidan patalea, pero son tres contra uno. Esto no puede ser un sueño. De verdad está en otra época.
Su cuerpo se guía por puro instinto porque su mente no puede procesar más información. Le clava el codo con toda su fuerza al hombre que lo tiene agarrado y este se retuerce haciendo que ambos caigan el suelo. Alguien más lo patea un par de veces, Aidan pierde el aire, se cubre el rostro y entonces solo escucha alaridos.
Consigue ver por el rabillo del ojo un cuerpo imponente y como los puños del hombre golpean tan fuerte que los tipos se alejan, el que está sobre él se endereza y huye.
Aidan por fin deja de cubrirse, alza la mirada, el hombre de ojos grises está ahí, lleva los guantes negros enfundados y el ceño fruncido. Hay un tipo a sus pies, inconsciente.
—No me gusta que me dejen sin explicaciones —gruñe.
La piedrita puede estar defectuosa porque este, sin duda, no es el hombre casero del video con el que creció. Sin embargo, es demasiado atractivo como para apartar la vista.
—Gracias...
La voz de Aidan no sale bien, es un susurro, el hombre niega un poco.
—He pagado el favor de anoche —dice, mete las manos en los bolsillos de su chamarra y levanta los hombros—. Eso es todo.
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Nota de la autora:
El hombre de sus fantasías no es precisamente el caballero que imaginaba
¿Cómo crees que Aidan podrá aferrarse a él cuando ya no está seguro de que le guste? :P
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1929 Formas de Quedarme a tu lado
RomanceAidan se quedará a vestir santos pues lleva enamorado de un hombre cuyo único defecto es estar muerto. O eso creía hasta que un viaje en el tiempo lo arroja a los brazos de el sicario de una mafia en ascenso que ya no parece ser su hombre ideal. Lia...