Matar no es un trabajo ajeno para Liam. Su primer asesinato sucedió en defensa propia durante un fuego cruzado en 1921, a tan solo dos semanas de haberse unido a Mayer y su pequeña banda.
De ahí le siguieron los primeros encargos y, con cada muerte, jalar el gatillo se volvió más sencillo. Más automático, sus emociones pocas veces están involucradas porque no es nada personal. Hasta hoy, que sus dedos cosquillean expectantes de poder matar a Renzo Masseira por fin. Durante los tres últimos años le han lamido las botas con el único objetivo de que llegara esta oportunidad. El tipo es un lastre para sus planes y Liam cuenta las horas para quitárselo de encima.
—Dereck, no puedes jugar con eso en el salón —recrimina Jireh a su hijo que juega con un trenecito rojo en el suelo
Liam se mantiene en el banco de la barra, mece su bebida. Solo toma sorbos pequeños, un poco de calor antes de una noche fría que espera no sea la última. Traicionar a Renzo siempre puede traer sorpresas desagradables.
Ve a Jireh entornar los ojos con calidez cuando Zaida besa sus labios y hace obedecer al niño que abandona el juguete y se pone a jugar con el pantalón de Jireh. En momentos así puede ver a un hombre normal, el tipo de hombre que siempre pensó que sería. La clase de futuro que le hubiera gustado tener. ¿Por qué Jireh ha tomado las decisiones correctas y él las equivocadas? ¿Si no fuera un desviado, su futuro también luciría cálido y casero?
Liam no cree que solo se trate de eso. Desde el inicio hay algo roto dentro de sí, irreparable. Trata de mantener ese pensamiento el fondo de su cabeza, pero cuando le toca convivir con Mayer en ese entorno, no puede evitar ver su propia vida como un campo árido, infértil en cuya parcela no habrá nada más que polvo y tierra.
Tal vez esa sea la razón por la que no puede sacarse de la cabeza a un chico cayendo a sus brazos.
Joder, es horrible.
El momento exacto en el que él lo miró desde el cielo no sale de su mente y ya le gustaría que fuera por lo extraño de la situación, no lo es. Un fenómeno de esa naturaleza, más parecido a una escena de película que a la vida real, no le provocaría el deseo de tocarlo, no. Envuelto en ese halo de luz Aidan Wright lucía tan malditamente atractivo que la necesidad de tocarlo se ha pegado a la piel como una capa de sudor. Y lo detesta.
Liam lo atribuye a la falta de sexo, desde lo ocurrido con Vicent se ha negado al contacto de otra piel o vínculo emocional. Por eso es irritante que un desconocido lo altere de esa manera.
Puso distancia, para su pesar, esta no ha hecho nada por menguar el deseo, por el contrario, va en incremento.
Aidan dijo tan fuerte y claro sus preferencias, sin atisbo de miedo o duda. Sin sumisión. Con tal reto que cada poro en la piel de Liam se dilató en calor.
Solo debe follarlo una vez, o dos, luego esa necesidad pasará, como cualquier novedad.
Debe dee hacerlo. Liam quiere creer que no lo está mirando demasiado ni con nada que delate el estado de su cuerpo.Un pensamiento difícil de sostener porque sus ojos se han perdido en la tensión de sus piernas debajo del uniforme, quiere detenerse y sus ojos no lo obedecen, siguen subiendo por sus nalgas, su espalda, hasta notar cómo la camisa se tensa en los brazos del chico.
Liam se lame los labios, los tiene resecos.
Se sofoca al notar la marca de su navaja que sigue circundando el cuello ajeno, como un collar.
Su collar.
En un par de semanas desaparecerá, pero Liam tiene ganas de hacer otro y otro y otro.
Aidan ladea el rostro, su cabello se desacomoda, probablemente su mayor atractivo sea ese llamativo color. Aidan parpadea y se gira, las miradas de ambos se encuentran en el espacio que los separa. El chico se muerde el labio y Liam desea conocer a qué sabe el irreverente muchacho.
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1929 Formas de Quedarme a tu lado
RomanceAidan se quedará a vestir santos pues lleva enamorado de un hombre cuyo único defecto es estar muerto. O eso creía hasta que un viaje en el tiempo lo arroja a los brazos de el sicario de una mafia en ascenso que ya no parece ser su hombre ideal. Lia...