Capítulo 11

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Es difícil avanzar por el hall del edificio cuyos dos candelabros en la puerta del exterior apenas permiten ver por donde caminan. El chico no lo ha soltado desde que bajaron del coche, pese a la resistencia de Liam que no considera estar tan malherido como para apoyarse en él.

Y es que confiar no es una palabra con la que Liam esté familiarizado. Ha aprendido, a la mala, que un hombre puede jurar lealtad o dar su palabra como un hermano y al día siguiente dispararte por la espalda o entregarte al jefe de turno, así de mezquinos y traidores.

Por eso ni siquiera a su círculo cercano les permite verlo vulnerable, siempre que ha necesitado lamerse las heridas lo ha hecho a puertas cerradas con cal y canto. Y odia esta vez no tener alternativa. Con todos sus hombres muertos, pedir ayuda solo revelaría sus debilidades y aplastaría lo que le queda de orgullo. Así que se apoya en este extraño chico, un desconocido que ya ha salvado su vida en dos ocasiones y que, en vez de agradecerse, se siente sospechoso.

Liam no puede pensar que alguien, quien sea, dará algo sin esperar retribución. Menos para exponerse al peligro solo por salvarlo, es normal para él pensar en motivaciones ocultas que en simple altruismo.

Aidan podría ser un enemigo, un chico jugando a ganarse su confianza para llevarlo a traicionar a Sender o a Jireh. Usar a mujeres con estos propósitos no es nada nuevo, sacude la cabeza, ha sido muy cuidadoso con sus desviaciones, nadie a excepción de Jireh y Zaida lo saben, así que la idea suena descabellada.

Mientras esperan el elevador, Aidan tiembla ante el simple sonido del mecanismo que baja la caja de metal. Liam siente la tensión de sus músculos, el estremecimiento que sube desde el brazo que lo sostiene de la cintura hasta sus hombros donde Liam permanece recargado.

Sería un enemigo muy endeble, cobarde y poco preparado para hacer cualquier cosa contra él. Liam empieza a fraguar la opción menos sensata: Wright es solo un chico ligeramente enamorado de él.

De verdad.

Sin intenciones secundarias detrás.

Liam quiere reír. Nadie espera nada del otro, así no funciona el mundo.

—No temes enfrentar a un criminal armado ni tienes reparos en meterte en un tiroteo. ¿Pero estás por hacerte encima solo ante por subirte a un elevador?

Wright se queda quieto y Liam no puede escuchar ni su respiración, el tin del elevador al abrir sus puertas lo hace reaccionar, tira de la cortinilla y entran.

La pequeña bombilla de la caja alumbra la mirada desencajada de Aidan que lee las instrucciones de la palanca de pisos. Blake bufa, se suelta momentáneamente del muchacho y mueve la palanca hacia el piso nueve.

Con el primer sacudón del aparato, el chico se abraza a él con una fuerza que no puede ser fingida. La tibieza de su cuerpo, en esa noche fría, produce una escalofrío por la espalda de Blake, quien hace tiempo que no encuentra calor en otro cuerpo. El traqueteo del elevador los mece, sus pies se enredan con pasos torpes hasta que ambos se quedan quietos, solo se escuchan sus respiraciones.

—¿En tu época no existen los elevadores o qué? —pregunta Liam para romper el incómodo silencio.

Aidan sacude la cabeza.

—En mi época se usan simples botones... y yo no me subo a estas cosas. Nunca.

Con un crack el elevador se detiene, Aidan le encaja las uñas en su costado, Liam decide quedarse quieto, espera hasta que las puertas les muestran el pasillo y Aidan alza el rostro para mirarlo, sus ojos cafés parpadean desconcertados como si no supieran cuál es el siguiente paso.

1929 Formas de Quedarme a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora