Capítulo 6

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No han pasado ni 24 horas desde que Aidan está en 1929 y ya ha puesto dos veces su vida en peligro. La primera, porque pensó que era un sueño; la segunda, porque se embriagó cuando miró al hombre de sus sueños.

Vamos, el primer pensamiento no es: «Una piedra mágica cumplió mi deseo y ahora estoy noventa años en el pasado» es algo como «¿PERO QUÉ MIERDA ESTÁ...? ¡Oh mira, un hombre guapo a punto de morir! ¡Alguien sálvelo!»

Sin embargo, ahora sabe que no es un sueño ni una alucinación, está atascado noventa años en el pasado, con solo la ropa que lleva encima. No quiere terminar como uno de los tipos que lo abordaron hace un momento, aunque tiene miedo, no piensa quedarse a vivir debajo de un puente.

Este es un deseo cumplido y el hombre de ojos grises no se librará fácilmente de él. ¡Que lo intente! Lo sigue en cuanto puede ponerse de pie.

—¡Hey! ¡Hey!

El hombre no se gira ni una vez, Aidan va más lento debido al dolor en el pecho, jamás le habían pegado de esa forma y el dolor era toda una experiencia nueva.

Se concentra en su salvador, su espalda es ancha, los hombros se marcan fornidos debajo de la chamarra de piel y el porte de sus pasos es marcado y rápido, largas zancadas que cimbran el suelo con sus botas de cordones. Lo sigue con tenacidad de regreso al departamento, se muerde los labios cuando al entrar al lobby ya no lo ve, seguro tomó el elevador.

Echa un ojo al edificio, se nota que son los años de gloria del lugar.

Los suelos brillan, la gente entra y sale, incluso hay una mujer limpiando las ventanas. También está el elevador, imponente con una verja niquelada. Já. Ni en este ni en ningún año. Nunca ha subido nueve pisos con ese dolor, pero allá va.

Cuando por fin pasa del último escalón y camina por el pasillo hasta la puerta, exhausto, se da cuenta que no sabe qué va a decir.

«Hola, vengo del futuro y estoy ligeramente obsesionado contigo.»

No es una buena idea, nada es una buena idea en esa situación. Entonces solo siente como lo toman del cuello y lo golpean contra la puerta.

—Dije que eso era todo. ¿Qué carajo haces siguiéndome?

El hombre lo mira tan cerca que todo el cuerpo de Aidan tiembla, no de miedo, carajo. No. Los ojos fríos y su voz gruesa dificultan que sus neuronas hagan sinapsis.

En todos esos años el hombre del video estuvo tan lejos que fue un amor platónico, cero sexual.

Hasta ahora.

—Empieza a explicarte o en un segundo te abriré la garganta.

Aidan nota el filo de una navaja acariciando su cuello, el corte se siente como un ligero ardor, fino e incómodo cual corte de papel.

Este hombre de mandíbula y hombros cuadrados, de cabello castaño y facha de mafioso, no es un ideal, exuda presencia y agresividad.

Su cuerpo está respondiendo por él, el calor trepa desde su columna y se extiende debajo de su piel.

—¿No estás siendo demasiado violento con alguien indefenso? —pregunta.

—Anoche te tiraste encima de un hombre armado y te acabo de ver forcejear con tres tipos tú solo. No diría que eres alguien indefenso.

El asesino se acerca más, Aidan retiene el aire, la preocupación y la realidad empiezan a hacer mella en su conciencia. Siente el brazo del hombre pasar a su costado, se inclina sobre él, si Aidan se mueve solo un poco hacia adelante sus narices chocarán.

1929 Formas de Quedarme a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora