Son pasadas las diez de la noche cuando Liam y Jireh se trasladan en el auto hasta las bodegas del grupo; Liam, por precaución, rodea para evitar la ruta que usan los hombres de Gianni.
—Renzo está contento, por ahora —dice Jireh mirando por la ventana, tamborileando los dedos en el marco—. Eso nos da una momentánea ventaja.
—Pero sabemos que no le va a durar el gusto. Si Sender ya eligió traicionarlo, ¿Por qué no hemos ido a por su cabeza?
Con la vida que han elegido ser débil no es una opción; menos ahora que hay una guerra declarada por el territorio de New York. Liam ha vivido la ley de la calle, sabe que es cuestión de supervivencia el eliminar a los enemigos antes de que te den un golpe fatal. Pero también se da cuenta de que ya no están peleando por migajas de pan, sino por simplemente más poder.
Algo en eso no se siente bien.
Sus pensamientos se ven interrumpidos cuando entroncan en las angostas calles aledañas al puerto. Las bodegas de Sender son en realidad viejos edificios que quedaron en desuso luego del colapso de varios negocios portuarios. Dos cocheras han sido acondicionadas para recibir los cargamentos, los trabajadores visten discretos atuendos obreros con el pantalón marrón y las boinas que les ensombrecen la mirada. Cargan y descargan con un silencio impostado que solo puede significar que están bajo supervisión.
Jireh y él entran en la cochera, los hombres de Sender luego de reconocerlos con un gesto, continúan desmantelando un camión que aparenta esta cargado de madera cortada, pero que, al quitar el frente, revela un doble fondo donde van guardando cajas llenas del alcohol que han traficado desde el otro lado del mar. Liam conoce ese tipo de escondrijo tan propio de sus primeros trabajos. En aquel entonces, cuando recién iniciaron escondían las botellas en maletas, en fondos falsos dentro de los asientos y hasta en maletines dentro del motor.
La improvisada bodega está conectada por un estrecho pasillo hecho con las mismas cajas que forman dos paredes y desprende olor a salitre, al cuarto trasero. Una mesa con apenas papeles de un supuesto negocio que sirve de tapadera. Sender Greco ya se encuentra sentado sobre las cajas de madera de procedencia británica, tiene en la mano una botella de whisky abierta, ha servido cuatro vasos que coloca sobre un barril.
Jireh toma asiento en el único banco y bebe de un trago, carraspea al limpiarse los labios. Liam jala una de las cajas y se deja caer sobre esta que cruje con su peso.
—EHa llegado el momento —dice Sender con una sonrisa, sube los pies a la caja a su lado—. Vengo de hablar con Gianni, el trato está hecho. Apoyará mi ascenso si saco a Taisseira del mapa.
Sender es un italiano agradable, las marcas que la viruela dejó en su cara se acentúan cuando sonríe. Desde hace algunos años que Sender es la mano derecha de Renzo «The Boss» Taisseira. A Liam le agrada la idea de jugarle chueco al tipo, el desgraciado siciliano le pidió a Sender cortar los lazos con Liam y Jireh solo porque no eran italianos.
Que jodan a los italianos.
Desde entonces, Sender finge obedecer mientras siguen reuniéndose al abrigo de la oscuridad y planean cómo hacerlos caer.
—Le llegó la hora a ese hijo de puta. —Celebra Liam prendiendo un cigarrillo—. Asumo que darle un plomazo queda bajo mi responsabilidad.
—Por supuesto. Una vez nos deshagamos de él, cambiaremos el sistema o nos seguiremos matando entre nosotros. Eso no es negocio, mira a Al Capone, sus mierdas violentas lo convirtieron en objetivo del FBI —dice Jireh con las comisuras de sus labios un poco levantadas, es una sonrisa suave, Liam está acostumbrado a que solo lo haga cuando las noticias son grandes—. Baja los pies. Actúa como un jefe, Sender.
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1929 Formas de Quedarme a tu lado
RomanceAidan se quedará a vestir santos pues lleva enamorado de un hombre cuyo único defecto es estar muerto. O eso creía hasta que un viaje en el tiempo lo arroja a los brazos de el sicario de una mafia en ascenso que ya no parece ser su hombre ideal. Lia...