CAPITULO XV

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ʟᴀ ʟɪʙᴇʀᴛᴀᴅ ʏ ʟᴀ ᴘᴇʀᴅɪᴅᴀ…

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Sergio caminaba de un lado a otro del estudio, anonadado por la noticia que les había traído Tomas, si ese bebé era de su hijo no podría estar de brazos cruzados en cuanto a la situación de Marizza, su deber era protegerlo en honor a Pablo. A pesar de su duro temperamento, era arcilla en manos de sus nietos. Mia proclama
ba a los cuatro vientos que sus dos hijos estaban malcriados por él.

—¿Cuántos meses tendrá? —preguntó Mora con lágrimas en los ojos.

—El médico de la cárcel dijo que aproximadamente mes y medio.

—¡Oh, Dios mío!

—¿Será de Pablo? —preguntó Sergio frunciendo el ceño.

—¿Cómo te atreves? Solo tú tenías que preguntar eso —le contestó Mora decepcionada.

—Podría ser del tal Javier Alanis.

—Ese bebé es de Pablo —apuntó Tomas con certeza—, Marizza tenía poca experiencia cuando se estuvo con tu hijo.

—Está bien, yo sé que para ustedes el cretino soy yo y que santa Mariza es todo un dechado de virtudes. Pero por algo está en la cárcel.

—Solo la están investigando. Además creo que el fiscal se trae algo entre manos.

—Quiero ir a verla —dijo Mora de pronto—. Llevarle algunas cosas. Nos necesita.

—¡No pondrás un pie en esa cárcel! —Sergio explotó furioso.

—Ya lo veremos —contestó ella plantándole cara.
Tomas los dejó solos. —No entiendo nada, Sergio —suspiró ella mientras se dirigía a una mesita que había en la esquina de la habitación. Las empleadas acababan de dejar allí el café—. Deberíamos estar unidos y mira lo que nos pasa.

—Me miras como si yo tuviera la culpa de todo.

Seguía cada uno de sus movimientos, sus hermosas manos que servían el café en una taza, y luego lo endulzaban con una cucharadita de azúcar. Era la única mujer que lo conocía a la perfección. La necesitaba más allá de todo. No le gustaba perder su norte emocional. Primero había sido su hijo, ahora sentía que la perdía a ella, después de todas las batallas que habían sorteado juntos. La última batalla; la desaparición de su hijo amenazaba con llevarse todo por lo que luchó durante años y no era propiamente el dinero o las empresas.

—No es eso Sergio, lo que sucede es que has sido un déspota con esa pobre muchacha y tu terquedad te lleva a cometer error tras error —le pasó el pocillo de café preparado como a él le gustaba.

—No me entiendes. Juzgas todo lo que hago —le dijo él derrotado.

—Me siento identificada con Marizza. Así era yo cuando te conocí —dijo, y torció la boca en un gesto mientras sorbía su café—. Tuve que abandonar muchas cosas para convertirme en la mujer que querías para ti.

—¡Estás loca! No quería eso, fuiste tú la que te empeñaste en cambiar.

De pronto recordaba a la deliciosa muchachita sencilla y sin artificios que lo volvió loco de amor y lujuria. Recordó el día en que la conoció en una fiesta de remate del carnaval en la casa de sus amigos Aljure, la sonrisa que le brindó cuando se acercó a sacarla a bailar. Desde ese momento, ella había sido el centro de su vida.

—Necesitaba encajar en tu medio. Pero ahora no vamos a hablar de eso, no es importante. Primero está Pablo.

—Me gustabas por tu espontaneidad —dijo él con algo de nostalgia. Sabía muy bien que había temas álgidos en su matrimonio—. En cuanto a Pablo, no sabemos si volverá algún día.

• De vuelta al amor || Pablizza •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora