CAPÍTULO XXI

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  ʟᴀ ʀᴇᴠᴇʟᴀᴄɪᴏ́ɴ

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Se necesitaba más que suerte para desentrañar este jodido misterio. Cavilaba Pablo mientras sorbía su café.
Pero él no era de los que se echaba para atrás ante el primer obstáculo, así que decidió dejar a todo su entorno familiar fuera de la investigación. No quería inquietarlos aún más.
Podría contratar a alguien. Lástima que Cruz estaba en su nuevo puesto como jefe de seguridad en un campo petrolero en Irak. No lo había visto desde su vuelta a la libertad. Le había escrito un correo que él se apresuró a responder. Le escribió que hablarían largo y tendido en cuanto volviera al país en un par de meses.

Desde entonces no había sabido más de él.

El día estaba más frio que de costumbre. Los cerros estaban totalmente nublados, no se podía observar la iglesia del cerro de Monserrate.

Asomado a la ventana de su estudio podía ver la llovizna que azotaba a Bogotá. Volvió a su escritorio y leyó todo lo referente a su secuestro y la posterior captura de tres hombres con unos cabecillas más de la guerrilla.

Pablo recordaba el nombre de Javier Alanis de alguna parte, pero no tenía idea de quién era ese tipo llamado Joaquin Arias.

Llamó al despacho del fiscal que había llevado la investigación. Se encontraba fuera del país. Pablo pidió igualmente una cita con él. Le informaron que dentro de diez días estaría de vuelta en su puesto.

Javier Alanis estaba en una prisión de alta seguridad en otro departamento del país. Joaquin, en cambio, estaba en la penitenciaría central La Picota. Podría hacerle una visita allí. Debía ir con sus escoltas de más confianza y pedirles total mutismo.

Contrató a Piru Fuentes Echague, un detective privado, dueño de una de las agencias más prestigiosas de la ciudad, para que se encargara de las investigaciones inherentes a sus actividades en los tres meses anteriores al secuestro. Era un profesional con excelentes referencias.

Se encontraron en un restaurante en el parque de la 93 en el norte de la ciudad. El sitio le era familiar, pero ahora no estaba para adivinanzas. Estaba únicamente para certezas.

—Buenas tardes, señor Bustamante.

—Buenas tardes señor Fuentes Echague.

Era un hombre de unos veintiocho años, antiguo detective del DAS, bajito y de contextura delgada, de ojos cafés, vivaces e inteligentes. Vestía sin llamar la atención: traje azul oscuro, camisa azul pálida, corbata gris de pintas azules y rojas, le colgaba del brazo un sobretodo de paño grueso. Era de porte digno y serio en su trabajo. Además se había ganado una reputación en el medio en que se desenvolvía. Lo invitó a sentarse, el lugar estaba algo desierto. Pablo pidió un café solo y el detective un capuchino. El mesero se alejó con la orden.

—Deseo saber qué ocurrió en mi vida durante los tres meses antes de mi secuestro. —Lo miró esperando preguntas, pero el hombre no las hizo, simplemente esperó que él siguiera hablando—. Perdí la memoria en algún momento de mi secuestro y deseo recuperarla.

—No recuerda nada del momento de su secuestro.

—Ni de tres meses atrás.

—¿Y su familia? —inquirió el hombre con curiosidad.

—No me quieren decir nada. Por eso estoy tomando la investigación en mis manos. Algo grave debió haber pasado. Tengo esa seguridad y necesito averiguarlo.

—Bien, deme algunos datos —sacó una Laptop de su bolsillo y anotó todo lo que le iba refiriendo Pablo.

El mesero se acercó con las bebidas.

• De vuelta al amor || Pablizza •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora