CAPITULO XIII

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ᴇʟ ᴠɪᴀᴊᴇ...

No sabía dónde estaba.

Todo era confuso, como entre brumas. ¿Dónde carajos estoy? Se preguntó Pablo en el momento en que sintió sus manos atadas. ¿Qué me pasa?

Estaba aterrado, no recordaba cómo había llegado a ese hueco.

—¿Dónde estoy? —inquirió gritando.
Abrieron la puerta enseguida.

—¿Qué le pasa? ¿Por qué grita? —señaló un encapuchado.

—Quiero saber dónde estoy y por qué estoy atado.

El encapuchado soltó la carcajada.

—¿Se deschavetó, hermano? Lleva tres días en esas, ¿y hasta ahora le da por preguntar?

—¡Tres días! ¿Cómo llegué aquí? —preguntó deses-perado.

El tono del delincuente cambió enseguida.
—Ya vuelvo.

Volvió con el médico un momento después. Era un joven de no más de veintidós años, cabello negro, alto y delgado, y ojos amables. Se presentó como el doctor y le dijo:

—Tranquilícese, hombre. Lo voy a examinar, quédese quieto, por favor.

—¿Recuerda su nombre?

—Pablo Bustamante Rojas.

—¿Recuerda el momento de la captura?

—No.

—¿Qué es lo último que recuerda?

—Salí de una reunión en mi centro de negocios.

—¿Qué día es hoy?

—Enero doce del 2007.

El médico echó un vistazo suspicaz al otro hombre, en tanto sacaba de un pequeño maletín un estetoscopio y un tensiómetro. Le tomó la tensión, le examinó la garganta y los oídos. Le examinó la cabeza y tanteó el cuero cabelludo en busca de heridas o chichones.

—No quiero asustarlo, señor Bustamante, pero me parece que debe saber que es 28 de Abril.

—No puede ser —exclamó confundido.

—Parece que tiene un lapsus de memoria de aproximadamente tres meses.

—¿Cuál es la causa?

—Es un shock, seguramente debido a la experiencia del secuestro. A veces pasa.

—Estoy secuestrado, entonces —murmuró aterrado. No tanto por la situación en que se encontraba sino por haber perdido el control de su vida de esa manera tan lamentable. ¿Qué sería de su gente?

Sus padres ¿y Cruz que habría ocurrido con él?

Necesitaba serenarse, ayudar en la negociación, saber quien lo había secuestrado y en ese momento rogó que fuera la delincuencia común y no un grupo guerrillero.

—Sí, señor Bustamante, por un bloque de las Farc —le dijo el médico mientras alistaba una ampolla y una jeringa para colocarle una inyección.

—¿Quién es el cabecilla? —exigió saber, antes de sentir el pinchazo en el cuello que lo llevó a la inconsciencia en segundos.

Era un sueño.

Pablo, poco a poco recuperó la conciencia y también la frustración que lo embargaba. La incertidumbre y el miedo a lo desconocido lo habían distraído por minutos del ardor en la garganta, de la sed que lo invadía. No entendía qué había pasado, ni cómo había ido a dar a manos de estos malnacidos. El sitio era horrible, no podía estirar bien el cuerpo, se le habían dormido los brazos y las piernas.

• De vuelta al amor || Pablizza •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora