ᴇʟ ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴏ...
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Después de beberse una botella de Whisky durante casi toda la noche y con un dolor de cabeza de los mil demonios, Pablo estaba listo para empezar a actuar.
Se levantó en la madrugada luego de dormir la mona durante una hora. Empacó su maleta con lo necesario. Echaba la ropa dentro de ella de forma descuidada y con ademanes furiosos tiraba puertas y cajones. Se sentía traicionado, pero más que eso, burlado, herido en su amor vivo. Le habían visto la cara...
—Mierda. Mierda —vociferaba mientras que con un movimiento brusco cerraba la cremallera de la valija. Era un maletín de mano, mediano y de material impermeable, no tenía tiempo ni paciencia para largas esperas.
Rodó al suelo, donde se sentó con la espalda apoyada en la cama, y la cara en las rodillas. Apretaba y aflojaba los puños. El dolor y la ansiedad le atenazaban el alma. En ese momento deseó tener amnesia otra vez. Nada se comparaba con lo que se sentía ante un corazón astillado.
—Mierda.
Pero volvía la ira y opacaba en algo el dolor. Tendría que sostenerse con ella, para poder pasar ese trago tan desagradable. Aún no lo podía creer, esa muchachita sensible, hermosa y apasionada era tan incompatible con la imagen de mujer fría que le habían retratado los guerrilleros antes de sufrir la pérdida de memoria, ¿Cómo había sido capaz de una acción tan cruel? El informe presentado por el detective, solo rezaba datos personales, estudios, trabajo, familia, no mostraba sus inclinaciones subversivas.
Se perdió en el recuerdo de su risa, sus gemidos. Un "te amo" musitado varias veces en medio de la pasión y la felicidad.
Si cerraba los ojos le parecía sentirla cerca, aspiraba su perfume que lo había enloquecido desde el primer día. El dolor se tornó insoportable. Insultó sin importar quién lo escuchara y abandonó la habitación rumbo al estudio, donde habló con la aerolínea y se dispuso a ir a Nueva York.
Habló con su padre. No le dijo que había recuperado la memoria, solo que iría unos días a Las Bahamas. No quería que se entrometieran en este asunto, que era exclusivamente de Marizza y él.—¿Por qué este viaje tan repentino? —preguntó Sergio.
—Deseo estar solo un tiempo, papá —le contesto él, algo inquieto.
—Pablo, necesito hablar contigo de algo importante —soltó Sergio, en tono perentorio.
—Tendrás qué esperar a que vuelva —no quería distracciones.
—Es sobre el tiempo que no recuerdas, hijo.
—No debe haber algo digno de mención, o que no pueda esperar —respondió Pablo irónico.
—No creas, hijo. Es importante.
—A mi vuelta hablamos.
Pablo salió para el aeropuerto El Dorado a primera hora de la mañana. Se registró sin problema, aunque ya el aeropuerto estaba congestionado. Observaba la gente, las valijas, tropezó con un hombre joven y su maleta de rodachinas.
—Disculpe.
Rostros y más rostros, todos iban a diferentes destinos, todos viajaban con un propósito especial. Pero estaba seguro de que ninguno viajaba por las mismas circunstancias que a él lo afectaban.
Pasó a la sala de espera VIP. No se atrevía a quitarse las gafas, asustaría a la gente con sus ojos rojos como los de un conejo. Le llegó el aroma del café recién hecho y se levantó sin titubear para agenciarse un vaso.
Después del café y dos aspirinas, empezó a remitir el dolor de cabeza. En lo único que pensaba era en arreglar cuentas con esa pequeña y así poder seguir con su vida.
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• De vuelta al amor || Pablizza •
RomanceDe vuelta al amor, por que el nuestro es único... Marizza Andrade y Pablo Bustamante no podían ser de mundos más distintos. Ella, estudiante de último año de Literatura, y él, un poderoso industrial de una de las familias más ricas del norte del pa...