Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 17

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Entrando a la cocina de mi hogar, dejé salir un gran bostezo mientras caminaba perezosamente por el lugar, soltando un grito lleno de satisfacción cuando logré que mis articulaciones crujieran en medio de mi estiramiento matutino.

Abriendo la nevera, busqué el conocido y económico queso que me acompañaba diariamente en mis comidas, listo para tomar una rebanada y agregarla a dos añejos trozos de pan cuando la imagen de cierto castaño hizo aparición en mi memoria sorpresivamente.

SeokJin no había fallado una sola vez desde el primer día que había llegado a la construcción con sus dedos rodeando la pequeña bolsa poco colorida cuyo contenido ya todos conocemos.

Cada día, debía llegar a casa y tomar la importante decisión si guardar el penoso sandwich dentro de mi nevera para consumirlo al día siguiente, o salir a la calle en busca de algún perro callejero que deseara tener un festín nocturno.

Generalmente ganaba la opción dos, y aunque me encanta ver las colitas de aquellos animales moviéndose animadamente cuando me veían llegar una vez más al lugar, si lamentaba saber que mis obras acababan en el estómago equivocado, y aunque el gasto monetario no fuese la razón, si creía que con el mismo dinero que utilizaba para comprar ingredientes para algo que no estaba consumiendo, podía simplemente adquirir comida más apta para mis amigos cuadrúpedos.

Por eso, y confiando plenamente en Jinnie, decidí dejar el queso nuevamente en su lugar, prometiendome que al llegar a casa esta tarde pasaría por un local de mascotas y compraría un gran saco de comida para ir a visitar a mis pequeños más tarde.

Sonriendo con suavidad, no pude evitar sentirme ligero mientras pensaba que cuando el reloj marcase las una de la tarde el día de hoy, un hermoso hombre aparecería frente a mí para ofrecerme un delicioso plato que además, disfrutaría en su compañía.

Ey, pero no crean que ya lo he perdonado.

Quiero decir, sí, mi ira pareció disminuir enormemente su nivel con el paso de los días, pero aún quedaba un pequeño rastro de dolor que había sido muy difícil desechar.

Aunque, si era completamente honesto conmigo mismo, aquella pequeña molestia dentro de mi pecho parecía desparecer cuando mis ojos encontraban los suyos.

Ese dolor no existía más cuando su sonrisa me saludaba desde la distancia cuando ingresaba al lugar.

Dejaba de sentir ese dolor cuando SeokJin estaba junto a mí.

Porque ¿Cómo sentirme herido si el hombre parecía tan esmerado en obtener mi perdón?

No había dado un sólo paso al costado e incluso cuando yo mismo creí se rendiría en su misión, me sorprendía poniéndose de pie e intentándolo una vez más.

Jamás nadie había puesto tanto esfuerzo en mí, jamás.

Y eso había logrado que mi mente reconociera que si elegía estar molesto con el único ser que día a día elegía estar a mi lado, simplemente podía considerarme un estúpido.

Y yo ciertamente no lo era.

Así que sí, maldición, estaba a punto de volver a caer.

Aunque eso no es algo que el castaño deba saber aún.

Tomando mis últimas pertenencias, decidí partir de casa, agarrando mi motocicleta con una tenue sonrisa instalada sobre mi rostro, emocionado porque las horas corrieran más rápido y pronto todo mi mundo pudiese iluminarse cuando nuestro encuentro volviera a concretarse.

Avancé por las usualmente concurridas calles del centro de la ciudad, soprendiendome cómo el nivel de tráfico parecía tan reducido en comparación a lo que diariamente me recibía.

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