Capítulo 19

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El aroma a verduras salteadas inunda mis fosas nasales, y me felicito internamente debido al delicioso aspecto que ellas lucen dentro de la sartén.

En la televisión, un canal aleatorio reproduce alguna serie animada de la que no recuerdo el nombre, su función simplemente siendo crear algo de ruido ambiente para quitar ese horrible sentimiento de soledad que muchas veces el silencio generaba en mí.

Mis articulaciones aún se quejan levemente con el movimiento constante de mi muñeca sobre la cocina, pero el dolor es más fácil de sobrellevar ahora transcurridos un par de días desde el suceso.

La verdad, los golpes evolucionaron bastante bien, y gracias a los medicamentos hoy podía sostenerme de pie y que mis pulmones siguieran respirando con pausa y normalidad.

Más allá que una molestia, no sentía nada más, y es por eso que hoy, de un humor increíblemente bueno, había decidido prepararme algo de comer antes de tomar un descanso y alistarme para esta noche.

Pronto, el platillo está perfectamente servido sobre la isla de mi cocina, humeante y esperando pacientemente a ser consumido, deseo que le concedo al instante, enterrando mi cubierto en la preparación y dirigiendola hacia mi boca sin pensarlo dos veces.

Mi talento culinario sale a relucir cuando el sabor explota en mis papilas gustativas, mi estómago recordando con nostalgia cuando mi alimentación aún era correcta, momentos antes de encontrar trabajo en la construcción y que aquello se llevara consigo mi descanso y bienestar general.

No puedo quejarme de todos modos, este trabajo ha significado la vida para mí, y de no ser por la amabilidad del hombre que hoy llamo mi jefe de contratar a un pobre chico sin experiencia y sin un techo en dónde dormir, no sé exactamente que sería de mí en estos momentos.

Unas pequeñas patitas pasan sobre mis piernas llamando mi atención, el rostro adorable de un pequeño cachorro recibiendome desde bajo la mesa, solicitando un poco de aquella deliciosa comida que su nuevo amo parecía disfrutar tanto.

Teniendo cuidado de escoger vegetales que no dañasen su cuerpo, le dí una pequeña probada, sonriendo alegre cuando pude observar como su pequeña cola se agitó con felicidad, sabiendo que al igual que yo, parecía aprobar mi preparación.

Oh, ¿No les he contado?

Hace dos días exactamente y sólo una tarde desde mi regreso a casa, cuando me encontraba reposando mi cuerpo en la comodidad de mi sofá buscando recuperar energías y mantenerme alejado de cualquier objeto potencialmente hiriente para intentar acabar con mi vida, mi necesidad de comer me alentó a ponerme de pie, marcando el local de pizzas cercano al que siempre solía ordenar, casi estallando de felicidad cuando unos golpes en la puerta me despertaron de una pequeña siesta que no fui consciente estaba tomando.

Al abrir la puerta, gustoso recibí mi pedido, sin embargo perdiendo el balance en el momento exacto en el que una mancha marrón hizo velozmente ingreso a mi hogar.

"Lo lamento, estaba sentado frente al condominio y me siguió hasta aquí"

Confundido, enfoqué al pequeño animal que descansaba junto a mis pies, sólo en ese momento reconociendolo como uno de los pequeños cuadrúpedos a los que solía visitar para alimentar cada tarde al llegar a casa.

"¿Debería intentar llevarlo conmigo?"

Preguntó el chico asustado, lo joven de su apariencia delatando la poca experiencia que debía poseer, el pobre quizás considerando la idea de no recibir propina debido a su descuido o en el peor de los casos, recibir un reclamo que lo llevaría al despido.

Sí, los jóvenes son muy dramáticos.

No es como si yo pudiera decir algo al respecto de todos modos.

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