Capítulo II

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Es difícil estar con él en una situación así. Más que todo porque mi traicionero corazón es quien tiende a seguir latiendo por el idiota de Giotto. Tener ganas de contarle tantas cosas y no saber si al hacerlo te vaya a ignorar o a perder el control.

Querer besarle, estar con él y no poder por no saber qué hacer.

Prometió jamás hacerme daño, pero en el momento que tuvo la oportunidad lo hizo sin mirar a los lados.

Olvidó todo lo que dijo y me hirió hasta tal punto de odiarlo... un amor odio, es lo que siento por él.

Estamos en época de invierno, hace un frío descomunal aquí. El cumpleaños de Mateo se acerca y también el aniversario de bodas de mis padres.

«Aunque amo a mi bebé, fue un parto de alto riesgo y casi lo pierdo. Mi vida sin él sería miserable», pienso mientras veo caer la nieve desde la ventana de la sala de reuniones.

—Muchas veces le doy gracias a Dios de que estas ventanas sean prácticamente imposibles de abrir y no podrás lanzarte por ellas —comenta divertida Sarah.

Me volteo a verla y está apoyada en el marco de la puerta negando con la cabeza.

—Si me lo propongo estoy muy segura de que lo lograré —nos reímos a carcajadas.

Sí, mi mejor amiga es mi asistente.

Ella llegó a mi vida en el momento más difícil. Puedo confiar en Sarah. Ha sido mi apoyo en estos días y fue mi paño de lágrimas cuando le hablé sobre lo que viví. A escondidas del ojo público me ayudó con Mateo y tuve mi embarazo escondido.

Siempre le estaré agradecida por todo lo que ella hizo por nosotros.

—Deja de pensar en tantas cosas, Alexia. Todo saldrá bien. Por eso hemos venido hasta aquí —se acerca hasta llegar a mí—. Estamos en el lugar y momento perfecto.

—Lo sé... —respondo sin ganas, la nieve es hermosa—, el aniversario de mis padres se acerca y es primera vez que estoy fuera de casa —murmuro por lo bajo.

Como todo queda en total silencio, bajo la cabeza. No supe en qué momento había entrado Giotto a la oficina.

—Sal de la oficina, quiero hablar con ella —le pide con fingida calma—. No tienes por qué estar aquí y escuchar lo que quiero hablar con ella.

—No me alejo hasta que mi jefa me lo indique —se miran mal y siento mi corazón latir con fuerza—. Cuando ella me autorice retirarme, lo haré.

Giotto se ríe sin gracia. Lo repaso con la mirada de arriba abajo y cada vez lo noto más cansado.

—Fui contratada por ella y su familia, así que dejarla sola con un extraño, no podría hacerlo —le hace frente.

—Ahí es donde te equivocas, Sarah —hace énfasis en la última palabra, la aparta y me toma de la mano—. Su familia pudo perfectamente contratarte, pero la empresa es mía —con su índice, señala la puerta—. Así que este lugar es mío y si te digo que te vas, te vas.

Sonrío como tonta al escuchar esas palabras.

Él sigue siendo un egocéntrico.

—Eso lo veremos, amigo —replica Sarah.

—Ella es mi mujer y ni tú ni nadie me la va a quitar —me lleva con él y nos alejamos de la oficina.

Sus manos heladas chocan con las mías poniéndolas fríos. Aunque estoy muy molesta por muchas cosas, todavía mi corazón lo ama.

También sé que debo darme tiempo para muchas cosas, pero no sé si eso me quede.

El dueño de mis cambios de humor es él, pero las voces de los guardaespaldas de Giotto, lo hacen regresar a la realidad.

El EmpresarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora