Capítulo X

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Hospital Alt Er Fint.

Al día siguiente…

Giotto.

Después de una ajetreada mañana, donde me hice cargo de algunas cosas en Irlanda, estaba de regreso al hospital para entregar a Mateo. Él estaba muy feliz de ir a ver a su mamá, pero tampoco quería dejar la casa.

—¿En la noche vuelvo? —me preguntaba, mientras lo llevaba cargado por el pasillo del hospital.

—Tendremos que hablar con mamá sobre eso, campeón —lo veo hacer pucheros, beso su frente—. Hijo, hoy tienes que ver a tus abuelos.

Me ve seriamente.

—¿Ya no me quieres? —su ceño está fruncido y aunque me dio risa su pregunta, me mantuve serio.

—Yo te amo, Mateo —acaricio su cabecita—. Pero hay que preguntarle a mamá si te puedes quedar conmigo hoy.

—Ay, papá —dice con indignación.

Me río al verlo enojado y porque no tiene la edad suficiente para tener esas reacciones. Se parece mucho a mí en eso. Apenas se le entiende lo que habla, pero es muy firme y confiado con sus palabras y actitud.

Estoy orgulloso de mi hijo.

¿Será que Mateo tiene mi apellido? Investigué todo, pero nunca la identidad de Mateo.

***

Estaba esperando que los padres de Alexia se marcharan de la habitación de ella, para yo poder entrar porque lamentablemente, cada vez que ellos me ven, hay un conflicto y a Mateo no le haré ver esa clase de cosas.

Así que por eso estoy aquí con Lukyan.

—¿Tío? —la vocecita de Mateo llama mi atención—. ¿Tío Luk?

—¡Sí! ¡Soy el más guapo y perfecto de todos los tíos del mundo! —vociferaba con soberbia.

—No. Solo papi es guapo… y yo… y mami —dice molesto.

Se me escapa una carcajada ante su respuesta y la cara de póker que puso Lukyan.

—Tienes un sobrino que sabe mucho —intervengo.

—Estoy sorprendido, pero orgulloso —me mira con ojos brillosos—. El niño es la copia fiel de ti.

—¿Qué te puedo decir? Hago hijos perfectos —digo con orgullo.

—Solo espero que no sea imbécil —la voz de Antonella, me hace girar a la puerta—. A él sí hay que enseñarle modales. No puedo con otro idiota más.

—Acá todos tenemos la misma personalidad —empiezo a enumerar mis dedos—. Su madre, Lukyan, Alek, Ryan, tú y yo… no hay mucho de donde aprender modales.

—Cierto —responde resignada, se acerca a Mateo, se agacha para quedar frente a él y le da un regalo—. Soy tu tía Anto y este obsequio es por haber sido un niño maravilloso y bueno durante todo este tiempo.

Mi hijo lo toma con emoción y rasgando el papel, hay una caja llena de Lego.

—¡Como los de mami! —abraza a Anto con alegría—. Gracias, tía.

¿Los conoce verdaderamente como tíos?

Lukyan seguía en la cama viendo como Mateo jugaba y de vez en cuando hablaba con nosotros. Ella no sabe que fuimos a arreglar el inconveniente esta mañana a Irlanda. Se suponía que debía ir a trabajar, pero los planes cambiaron al llegar los padres de Alexia.

No quiero pelear delante de mi hijo, por eso evito contacto con ellos. También sé que es problemático quedarme más tiempo de lo previsto con Mateo, pero no tengo otra opción. Le había enviado un mensaje a Alexia cuando estaba saliendo de la casa, que estaría aquí a la hora acordada y que me avisara cualquier inconveniente. Mateo había desayunado, lo había bañado y vestido de acuerdo con lo que me comentó Sarah.

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