Capítulo III

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Giotto.

Taker Company.

Todo cambió...

No sé en donde estuvo todo este tiempo que no supe de ella. La había buscado por todos lados y nadie sabía de Alexia. Tal vez no lo quise aceptar y no voy a negar que por mi mente pasara la posibilidad de que me estuvieran negando verla, pero jamás creí que ella se estuviese escondiendo de alguien y mucho menos que tuviéramos un hijo.

Tengo tantas cosas por pensar, que he pasado muchas noches sin dormir. Mi cabeza parece un remolino de cosas y no parece querer desaparecer. Sé perfectamente que ella me odia, pero yo no. Ni siquiera puedo decir que estoy molesto porque me ocultara a mi hijo y eso hace que me cabree aún más conmigo.

Necesito descubrir quien es la persona que la persigue.

—Hijo, es normal que ella no desee tener contacto contigo. Esta vez te toca ser comprensivo a ti —hablaba mi madre.

—Es fácil decirlo cuando fue ella la que te dijo todo sin problema —respondo de mala gana.

—Cariño, a veces debemos dejar nuestro orgullo de un lado y ayudar sin mirar a quien —el consejo de Arya me daba risa.

—¿Y quién dijo que yo no la quería ayudar? ¿Por qué ella necesita ayuda? —la veo mal—. Arya, solo estoy diciendo que quiero estar presente en la vida de mi hijo. Jamás hablé de otra cosa. Madre, ¿qué me estas ocultando?

—¿De qué estás hablando, cariño? No sé porque crees que te estoy ocultando algo —fingió inocencia.

Tanto amor me confunde, Arya.

—Yo sé qué me amas por qué soy tu hijo, pero bonita, estás exagerando —le guiño un ojo—. Hablaré con Alek, no te preocupes.

Mi madre a veces se pasa de cruel conmigo, ella mejor que nadie sabe lo mucho que he sufrido por estar lejos de Alexia y más ahora que sé qué está huyendo con mi hijo. Por alguna razón ella vino en busca de Arya y mi santísima madre no me lo quiere decir.

Está buscando la manera de hacerme sufrir y eso no lo voy a permitir. Nadie me alejará de ella... absolutamente nadie.

Minutos antes de que todo cambiara.

—Por fin la has encontrado y puedes hacer las cosas bien con ella —me hablaba Antonella mientras esperábamos a Lukyan—. La persona que más la lastimó fuiste tú, pero ahora puedes demostrar lo mucho que cambiaste y la mejor persona que eres.

—Honestamente no me importa nada más que estar con ella y mi hijo —me mira confundida—. Creí que te lo había dicho, pero Mateo es mi hijo.

—¿Ahora eres un perfecto papacito? Felicidades, Gio. Eres la razón por la cual sigo soltera y el peor primo, pero serás un maravilloso padre —me mira mal y empezamos a reírnos.

—Ninguno es digno de ti, por eso los alejo. Bueno, además de que todos quieren tu dinero —paso mi mano por mi cuello haciéndolo sonar—. Es estúpido, pero tengo miedo de perderlos. Siempre voy a ser el último en su vida —me vuelve a mirar mal—. Me refiero a que siento que ahora no estoy a la altura de ella. No tengo sangre noble, obviamente. Solo tengo dinero, ahora estoy metido en la mafia, no tengo madera de príncipe y aunque la ame, estoy seguro de que no es suficiente.

—Nunca seguiste las reglas y mucho menos te importó la voluntad de otros. Renuncia a lo que sea necesario y lucha por la vida que quieres con ellos —pone su mano en mi hombro—. Depende únicamente de ti y lo que quieras hacer.

—¿Ser un príncipe mafioso? —pregunto con una sonrisa.

—Serías el príncipe de las tinieblas —me ve con diversión—. Tienes más pinta de idiota que de príncipe, pero no pertenezco a la realeza y no puedo opinar.

El EmpresarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora