Capítulo 5

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Gustav Mahlerlaan.

Ámsterdam- Países Bajos.

Me cabrea.

No es por ser chismoso o que me importe la reina de Narnia, pero estoy que regalo 5 mil dólares, porque el príncipe azul de la armadura oxidada está con ella por el dinero. Es mi dinero y soy lo suficientemente bondadoso con el ser humano. Por eso mañana le obsequiare a Antonella, algo que tenga ese valor. Voy conduciendo por las calles de Ámsterdam en mi Bugatti mientras tengo a la reina de Narnia de copiloto.

Es completamente divertida la situación que estoy viviendo con esta mujer. Primero, no dejo que nadie, solo mi madre Arya o Lauren, se suban a mi auto. Solo que no lo hacen porque no les gustan mis pequeños bebés. Segundo, mi Bugatti costó 6 millones de dólares y solo hay 40 unidades en el mercado. Bueno, 39 porque yo ya tengo el mío. Lo que quiero decir es que está mujer viene sentada en un Bugatti Divo, uno de los automóviles más caros del año y tiene cara de enojo.

¿Qué pude hacer mal? Le di lo que ella quería, solo le pedí humildad hacia mi persona.

—Eres un imbécil —frunzo el ceño, cuando su voz me saca de mis pensamientos. Su acento sueco, lo estaba tratando ocultar y me pareció adorable su intento fallido de esconderlo. Le falta práctica para superar mi fluidez en idiomas y que no se note que soy extranjero—. ¿Por qué tengo que doblegarme a ti? Soy la futura reina de Finlandia y capaz la princesa de alguno de los hijos de reyes.

—Bueno... tampoco es que yo te he obligado. Para empezar, yo con total humanidad y humildad, te hablé con sinceridad. Además, cariño, yo no te obligue a qué aceptaras el trato —la miro fugazmente—. Tú fuiste la que me pidió ayuda y me conmoviste al ser tan noble de corazón.

—Vete a la... —la miro mal al saber lo que iba a decir—. No soy una persona violenta, solo quiero que te vayas a contar los huevos que te hacen falta.

—¿Podrías por lo menos quitar esa cara de mujer amargada? Vienes sentada en un Bugatti Divo. Un automóvil que costó 6 millones de dólares y tú tienes una cara de mujer enojada y realmente no lo entiendo. Este auto vale más que tú y estoy seguro de que jamás habías subido a uno. Así que siéntete privilegiada por dejarte subir en él y que tengas algo para contarle a tus hijos pobres cuando seas vieja y no tengas dónde caerte muerta por el noviecito que te traes —me detengo en una luz verde, mientras veo a un cachorro con su dueño.

Chuleta debe estarme esperando en casa.

Ya voy, hijo. Papá llegará pronto.

—¿Tú te caíste de chiquito y por eso se te reinició el Windows, verdad? —vuelvo a ver a la mujer que estaba sentada a mi lado—. Es que no me cabe en la cabeza que un espécimen mal hecho como tú, se crea superior a mí que soy de la realeza y muy superior a ti en todo lo que te puedas imaginar —me mira con rabia.

Ella es hiriente como la niña que me traumó para siempre.

—No soy tan malo como me haces parecer —ella alza una ceja, pero no aparta la mirada—. No me caí de pequeño, de hecho, fui un increíble Bambino, pero no estás preparada para escuchar mi grandiosa crianza.

—Nadie jamás en tu miserable vida te tomará en serio si sigues hablando así —aparta la mirada y me hace señas porque cambió el semáforo—. No hagas un tráfico innecesario, arranca el auto. Porque gracias a lo superficial que eres, me di cuenta de que solo puedes manejar lo material. Del resto, no tienes nada.

Sonrío y pongo en marcha el auto, debíamos cruzar una autopista para llevarnos a la zona residencial en la que viviríamos. Anteriormente vivía en una mansión, pero era demasiado grande.

El EmpresarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora