Capítulo 11 | Jugando con Fuego

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Mirándose por última vez en el espejo, se ajustó el traje negro que llevaba, luego se dio la vuelta, se acercó al balcón de su habitación y se lanzó desde este, desapareciendo antes de tocar el suelo.

Apareció en Volterra, Italia, cerca del castillo de los Vulturi. Mirando desde lejos la majestuosa estructura, comenzó a caminar directamente hacia ella. Nunca había conocido a los Vulturi ni pensaba hacerlo, pero necesitaba saber a qué enemigo se enfrentaba por si acaso. Además, ya era la comidilla entre los Cullen, especialmente entre la hija de Carlisle, Rosalie.

Acercándose a la entrada, donde podía ver más de cerca la estructura del majestuoso castillo, se detuvo y escuchó cómo se acercaban vampiros desde el otro lado de la entrada.

"Pueden sentir mi llegada, pero no podrán verme", murmuró, pasando desapercibido entre los vampiros que abrieron la puerta de la entrada.

"Qué gusto tan inmundo tienen", susurró, haciendo una mueca de disgusto.

Los dos vampiros que abrieron la puerta se miraron confundidos. Habían sentido a alguien acercarse, por lo cual debió haber sido otro vampiro, ya que escucharon sus pasos pero no podían sentir su corazón latiendo, descartando que fuera un humano. Se miraron nuevamente y luego cerraron la puerta, dándose la vuelta.

Se le iluminaron los ojos cuando pudo escuchar a Aro y Cayo discutiendo. Derribando la puerta con su magia, entró en lo que parecía ser una oficina. Los dos vampiros dentro se miraron en pánico, dándose la vuelta hacia la entrada. Confundido, Aro se acercó; alguien estaba allí y había derribado la puerta, pero no podía ver a la persona o a cualquier cosa que lo hubiera hecho.

Se acercó a una esquina de la oficina y observó a los dos vampiros en la habitación.

"Esperaba algo de horror, no unos vampiros vestidos como murciélagos", observó, negando.

Admitiendo su decepción, al menos tenían un castillo majestuoso del que se había enamorado. "Quizá los asesine a todos y me quede con él", susurró para sí mismo.

Aro y Cayo se volvieron a mirar y asintieron entre ellos, dando vueltas por la oficina y tocando las paredes.

Viendo cómo esto ocurría, el otro vampiro que también era un brujo los miró con burla, desapareciendo y apareciéndose sentado en la silla principal del escritorio que había allí.

"Así que no son tan imbéciles como pensé, pueden sentir a alguien más aquí", murmuró con burla.

"Ah, sí, mi error", pronunció, haciendo que su magia ocultara todo su ser.

En consecuencia, Aro y Cayo se volvieron a observar, dejando de sentir la presencia de otra persona en la habitación.

"Alguien derribó esa puerta y entró aquí como si nada. Qué curioso, si es un vampiro, qué magnífico don tiene", gruñó Aro.

Asintiendo, Cayo dijo, "Dile a todos que es una emergencia y que revisen cada lugar del castillo. Hay alguien aquí que nos desea molestar". Volvió a gruñir.

Observando cómo el vampiro llamado Cayo salía de la habitación, se levantó de la silla con elegancia, bufando con molestia, para luego volver a desaparecer, ahora de vuelta en Forks.

"Patéticos", Aro pudo escuchar el murmullo de aquella voz hostil.

•••

Sintiéndose decepcionado, Sirio hizo aparecer una copa en su mano derecha y vertió un poco de sangre humana en ella.

"Hizo su recorrido, señor", comentó Liam acercándose a él. "Y puedo ver que no le fue bien".

"Pff, fue decepcionante. Aunque tienes que volver otra vez conmigo; tienen un majestuoso castillo, tal vez podríamos hacernos dueños de él", articuló Sirio, ingiriendo hasta la última gota de sangre de la copa. "No puedo creer que vampiros que se hacen llamar reyes sean tan patéticos. Aunque pudieron sentir mi presencia, les doy crédito, pero qué decepción. No sé por qué Carlisle y su familia les tienen miedo", murmuró con enojo.

Su visita a los Vulturi le amargó el día. Necesitaba algo con lo que entretenerse; no podía ir a ver a su querido Edward porque terminaría follándoselo en cualquier lugar.

Liam, pudiendo ver el ánimo de su señor, le indicó lo siguiente, "No ha molestado más a la ex novia de su compañero, señor. ¿Por qué no va y se entretiene un poco con la miserable humana?", señaló.

Sirio, que iba a subir las escaleras hacia el segundo piso, se detuvo y, sonriéndole a Liam, le guiñó un ojo para luego desaparecer.

"Es como un niño con un caramelo", susurró para sí mismo.

•••

Cantando por lo bajo sobre cómo matar a la pobrecita Bella, este se apareció en la rama de su árbol favorito que daba hacia la entrada de la casa de ella.

"Entra cuchillo, sale cuchillo", murmuraba por lo bajo mientras observaba la vivienda.

Pareciendo no haber nadie en la casa, Sirio se iba a ir decepcionado hasta que vio el auto de policía del padre de Bella. Esperando que el hombre se estacionara y entrara a casa, Sirio bajó del árbol de un salto, cayendo con una elegancia envidiable al suelo. Se acercó a la puerta de la entrada y tocó, esperando que el hombre abriera.

Charlie, que se iba a acomodar para ver la televisión que acababa de encender, frunció el ceño. Se levantó del cómodo sofá y se dirigió hacia la puerta para abrirla. Se quedó paralizado viendo al hombre guapo y elegante que estaba frente a él. ¿De dónde salen estos hombres de revista? se preguntó sin saber que Sirio podía escuchar sus pensamientos.

Sonriendo por el pensamiento del hombre frente a él, Sirio saludó, "Hola, soy Sirio D'Angelo. Usted debe ser Charlie Swan, ¿cierto?", habló con voz ronca, haciendo que al pobre Charlie se le erizara la piel. "Usted se pregunta quién soy. Hace semanas que me mudé aquí; soy amigo del doctor Cullen y salí a conocer a más gente. Me dijeron que aquí vive el sheriff. ¿Es usted?", informó.

Se sentía como un niño en su primer día de clase. Aquí estaba, vino para torturar un poco a Bella, pero parece que el padre de esta es agradable.

Charlie se relajó para hablarle al hombre atractivo frente a él, "Por supuesto, pase, pase", balbuceó, haciéndose a un lado para que Sirio pasara. Pudo sentir la colonia del hombre cuando pasó a su lado. Es tan varonil que desea... no, Charlie, ¿qué piensas? Tú no eres así, se dijo a sí mismo, cerrando la puerta de la entrada y señalándole a Sirio que se sentara.

𝐄𝐋 𝐁𝐑𝐔𝐉𝐎 - 𝗘𝗗𝗪𝗔𝗥𝗗 𝗖𝗨𝗟𝗟𝗘𝗡® (EN EDICIÓN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora