Capítulo 12 | Confesiones Bajo la Luna

6.2K 613 34
                                    



⩇⩇:⩇⩇

"Tal vez lo convierta en vampiro", murmuró Sirio después de salir de la residencia Swan.

Charlie le había caído muy bien y lo aceptaba como amigo igual que a Carlisle. Se la habían pasado tomando y conversando, aunque al principio el pobre hombre se sintió algo intimidado por su presencia. ¿Intimidado? Si ese hombre hubiese sido gay, ya le habría saltado encima a Sirio.

Dándose cuenta de que Charlie también era un buen hombre y excelente padre, que se preocupaba por los demás y por su hija, Sirio pensó en Bella. Esa niña no sabe el padre que tiene, no lo valora.

Sirio detuvo su caminata. "Algo va mal", susurró para sí mismo y se apareció en la sala de estar de los Cullen.

"¡Santa madre!", gritó Emmett cuando Sirio apareció al lado de él.

Los demás que estaban conversando prestaron atención al recién llegado, que los miraba con una ceja alzada. Sin decir una sola palabra, se acercó al sofá grande y se sentó mientras veía las miradas preocupadas de los demás.

"¿Ha sucedido algo?", preguntó.

Edward, que se había acercado, tomó asiento justo al lado de él.

"Alice tuvo una visión, parece que tendremos problemas", exclamó en voz baja.

"Son neófitos, todavía no sé la cantidad, pero alguien los está creando para venir aquí. Creo que vienen por Bella", señaló Alice mirando a los demás en la sala.

"¿Por Bella?", preguntó Sirio con un gruñido. No le gustaba para nada esto.

Sin dejar que nadie le respondiera, Sirio levantó la mano izquierda y haciendo un movimiento con esta sintió un tirón. Sonriéndole a los demás que lo veían todavía con asombro, se levantó del sofá tomando la mano de Edward.

"Todavía no se preocupen por los neófitos, preocúpense por la tonta de la niña Bella", articuló con sorna.

Así se aparecieron en medio de una playa. Edward iba a reclamarle por hacer eso de nuevo sin avisar, pero se detuvo viendo a su alrededor. Podía ver una gran mesa decorada con flores rojas y velas encendidas alrededor de ella. Soltando su mano de la de Sirio, se acercó viendo la comida sobre ella y pudo oler sangre.

"¿Qué es esto?", preguntó.

Sirio pudo escuchar el asombro en su voz.

"Una cita, querido", anunció acercándose a él, tomando una silla y haciéndole señas para que tomara asiento. Sin vacilar, Edward se acercó y tomó asiento en la cómoda silla.

Mirando hacia arriba, pudo ver a Sirio acercarse a la otra para tomar asiento en ella. "Nunca he estado en una cita", balbuceó Edward. Nunca en su vida, ni siendo humano. Se sentía como una monja, ya entendía por qué Emmett lo molestaba tanto con ello.

"Qué bueno haber sido el primero en invitarte a una", murmuró con voz ronca.

Haciendo un gesto con su mano, le indicó a Edward que probara el platillo que tenía en frente. Vacilando un poco, tomó el tenedor en su mano para coger un poco de la carne ya picada. Sin decir nada, Sirio observó cómo Edward se llevaba el tenedor a la boca y empezó a hacer lo mismo.

Soltando una exclamación, Edward volvió a tomar más carne del plato frente a él, pero se detuvo para ver a Sirio observándolo con una sonrisa llena de cariño. Bajando el tenedor con vergüenza, "Lo siento, es que es la primera vez que pruebo una carne tan exquisita y que no sepa tan mal", susurró.

Negando con la cabeza, Sirio sonrió. "Tranquilo , es así por el sabor de la sangre y algo de magia", explicó.

Edward no mencionó nada y vio al vampiro frente a él que le indicaba que volviera a comer. No se puso a pensar sobre la sangre, pudo sentir que era de algún animal.

•••

Después de haber terminado de cenar, los dos se levantaron y Sirio se acercó para volver a tomar la mano de Edward.

"De nuevo", susurró, apareciéndolos en una enorme roca que estaba en medio del océano. Podían escuchar las olas chocar contra ella.

Miró hacia el cielo, viendo la luna en su mejor momento.

"Parece un faro", murmuró.

Sirio aprovechó la distracción de Edward con la luna para arrodillarse y tomar ambas manos del joven frente a él. Edward volvió la mirada hacia Sirio y sintió las piernas temblar. ¿Qué iba a hacer? ¿Va a hacer lo que creo que va a hacer?

Sirio sintió terror. No era bueno declarando sus sentimientos y mucho menos a su alma gemela. Aclarando su garganta, apretó ambas manos de Edward para hablar. —Sabes, yo siempre fui un hombre solitario y frío, vivía como un ermitaño. Mi primer amor fue una joven hermosa. Ella me dijo una vez que conocería a alguien con quien podría tener una familia. No le creí porque pensé que hablaba de ella—, susurró, escuchando las olas chocar contra la gran roca. Volviendo a apretar las manos de Edward, prosiguió, —La noche que ella murió frente a mí, sentí que mi mundo se venía abajo. La apreté contra mi pecho preguntándome por qué se había ido si me prometió que seríamos felices y tendríamos una familia. Cuando vine aquí, vine con el fin de volver a ver a mi viejo amigo Carlisle, hasta que te vi aquel día. Ese día solo fuiste tú, simplemente tú. Tú eres todo lo que quiero, Sweetie. Sé que no soy un buen hombre y he cometido muchos errores a lo largo de mi vida humana como vampírica, pero por ti destruiría el clan Vulturi con tal de vivir en paz contigo. Me has hecho un buen hombre, Edward. Yo era un hombre frío, sin corazón, hasta que te conocí. Solo eres tú, mi luz en la oscuridad—, expresó con miedo. No sabía qué le diría Edward, viendo como el mencionado tenía cara de estupefacto.

Edward no podía creerlo. Pensó que antes de todo, Bella era su mundo, solo ella, pero luego apareció Sirio y puso su mundo de cabeza, descubriendo las barbaridades de Bella.

Sin decir nada, Edward levantó al vampiro frente a él y se acercó. Sirio podía sentir los labios de Edward rozar los suyos, podía sentir las manos del vampiro temblar, y sin más, rompió el espacio que quedaba entre sus labios y lo besó.

Se sentía en el cielo. Sirio saboreaba cada centímetro vocal de Edward. Acercándolo más hacia él, Sirio podía sentir cómo su compañero se derretía en sus brazos y beso. Aunque quería seguir, y maldita sea, quería más de Edward, se detuvo y se alejó un poco. No había terminado su relato, tenía que decir las palabras mágicas.

Edward, pensando que había cometido un error, se detuvo al ver que Sirio hablaría de nuevo.

"Eso fue fantástico, cariño, pero todavía no he terminado de decir lo que quería", bromeó con voz dulce. "Ja! Sabes, al principio pensé que mi atracción hacia ti era solo porque éramos almas gemelas. Nunca pensé que volvería a amar a alguien, y mierda, Sweetie, aquí estás frente a mí y me tienes loco. Dejando lo siguiente de lado, quería saber si aceptarías ser el novio de este vampiro loco que ama la tor...", Edward no pudo dejarlo terminar y lo volvió a besar.

"Eso es un sí, mi hombre demoníaco", declaró con una sonrisa de oreja a oreja.

Sirio, sin poder aguantar la emoción del momento, alzó a Edward entre sus brazos mientras giraba con él. Edward reía y pegó su mirada con la de Sirio. Se empezaron a escuchar fuegos artificiales. Se detuvo, aún con Edward en sus brazos, mientras se escuchaban los fuegos artificiales alrededor de ellos. Se miraron fijamente, no dijeron nada, era su momento, solo ellos.

"Eres mi amor", susurró Sirio, acercándose para fundirse en un profundo beso.

Solo la luna fue testigo de aquella romántica escena.

𝐄𝐋 𝐁𝐑𝐔𝐉𝐎 - 𝗘𝗗𝗪𝗔𝗥𝗗 𝗖𝗨𝗟𝗟𝗘𝗡® (EN EDICIÓN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora