Capítulo 3 | Sirio y el Lobo

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Los demás se quedaron perplejos ante lo que tenían delante mientras Victoria gritaba y el fuego la consumía por completo.

"Pero, ¡qué cosa tan horrible!", susurró Sirio con cara de espanto. Los gritos de Victoria cesaron y fue convertida en cenizas.

Jacob, que había estado en su forma de lobo, volvió a su forma humana mientras se detenía al lado de los demás vampiros, observando la escena con asombro.

Sirio se giró hacia los demás, que lo veían con espanto.

"¿Qué?", preguntó con el ceño fruncido.

"Emmm...", Carlisle estaba buscando las palabras correctas para lo que acababa de presenciar.

"Bueno...", fue todo lo que dijo Sirio ante la mirada de pánico de los demás.

A los Cullen no les cabía en la cabeza lo que acababan de presenciar. Por un lado, Edward estaba horrorizado; no sabía si huir o suspirar de alivio porque, por fin, Victoria se había ido. Los demás, en especial Emmett, estaban casi dando saltos como un niño pequeño con un dulce por lo que acababan de presenciar. La verdad sea dicha, los Cullen suspiraron de alivio; ya no tendrían que lidiar con la psicópata de Victoria, aunque Carlisle no aprobaba lo que Sirio había hecho.

"Oigan, no me vean como una especie de figura de teatro", gritó Sirio mientras hacía una pose de modelo endeudado.

"Por lo menos ya no tendremos que lidiar con esa estúpida", agregó Rosalie con indiferencia.

"Creo que esa no era la form..."

"¡Ay por Dios! Cars, necesitas actualizarte; deja eso de arreglar las cosas con disciplina", lo interrumpió Sirio con exasperación mientras negaba con la cabeza. "A veces es bueno romper piernas".

El resto del grupo rió y comenzaron a charlar como si nada hubiera pasado.

Jacob miró al grupo con recelo y se dio la vuelta para irse, antes de que algo lo golpeara en la cabeza. Miró hacia abajo para darse cuenta de que era un periódico.

"¡Perro malo, vuelve aquí!", gritó Sirio con ambas manos en la cadera, mientras Rosalie se burlaba y Emmett reía.

Jacob se preguntó si su madre habría reencarnado en este loco.

"Te ibas a ir sin decirme tu nombre, perro", agregó mientras lo observaba con severidad, notando la desnudez del contrario.

Jacob quería arrancarle la cabeza por llamarlo perro, pero viendo lo que le hizo a la vampira pelirroja, se quedó callado.

"Jacob Black", gruñó.

"¡Mucho gusto! Yo soy Sirio, pero puedes llamarme Papi", exclamó sonriendo con burla.

Jacob, junto con los demás Cullen, lo miraron boquiabiertos.

𝐄𝐋 𝐁𝐑𝐔𝐉𝐎 - 𝗘𝗗𝗪𝗔𝗥𝗗 𝗖𝗨𝗟𝗟𝗘𝗡® (EN EDICIÓN) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora