Chapter 25

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Estuvimos días en lo mismo, acurrucados en los brazos del otro, durmiendo y despertándonos a cada segundo, comíamos y nos bañábamos sólo cuando sentíamos que podíamos. Era extraño pensar en la enfermedad como un oasis, pero eso era lo que era. Cuando nuestras necesidades físicas necesitaban triunfar sobre nuestros cerebros. No teníamos que hablar ni de nuestra relación, ni de lo que la había roto. No necesitábamos resolver nada, ni explicarnos. Ni siquiera tenía que preocuparme de ser virgen o de la idea de tener sexo con él. 

Nos abrazábamos mutuamente y encontrábamos sanación en la quietud, debajo de mis cobijas y lejos del mundo. Ya para el sábado, nos encontrábamos lo suficientemente bien para pasar más tiempo fuera de la cama, para comer comida de verdad, para ver tv... para hablar. 

Nos recostamos en el sofá, con mi espalda contra su pecho, y su brazo a mí alrededor. Se supone que veíamos tv, pero su frente se encontraba presionada a mi cuello, y yo le preguntaba sobre el primer día de mi enfermedad.

—¿Qué dijo Gongyoo cuando lo llamaste?

—No se molestó, si eso es lo que me estás preguntando. Creo que ahora la mitad del elenco está enfermo.

Genial. Nuestro show apestaría si todos nos sentíamos exhaustos todo el tiempo. Lo llamaríamos una pieza experimental –Fedra Letárgica.

Hice otra pregunta: —¿Qué dijo de que tú me cuidaras?

Su frente se levantó de mi cuello. —No lo sabe. Me dijo que te llevara a la cama, y que estarías bien. Me sugirió que utilizara tu teléfono para llamar a tu mamá.

Ahora eso sí sería horrible. Conociendo a mi madre, le preguntaría que cuándo me lo propondría justo luego de saber su nombre.

—Pero te quedaste.

—No podía simplemente dejarte y ya. Le dije a Gongyoo que tampoco me sentía bien, y me quedé contigo.

—¿Pero por qué?

—¿En verdad tienes que preguntar?

—Sí. —Lo había escuchado en el teléfono hace ya tantas semanas, lo escuché decir que ya no le importaba, que solamente era una inconveniencia. Cual sea la razón por la que se quedó... necesitaba escucharlo.

Dijo: —Bueno, entonces, si haremos esto, lo voy a hacer bien.

Intentó sentarse detrás de mí, pero nuestra posición en el sofá era incómoda y ambos aún nos encontrábamos un poco fuera de nosotros, así que terminamos enredados, con él prácticamente encima de mí. Todavía me encontraba atorado de lado, aplastado por él. Finalmente, se rindió, y se levantó lo suficiente para que yo pudiese acostarme sobre mi espalda, y luego se acomodó con más gentileza sobre mí. 

A pesar del hecho de que habíamos dormido en la misma cama durante una semana, esto aún se sentía íntimo, aún era excitante, aterrador. Se sostenía lo más que podía sobre sus codos, pero como aún se encontraba débil, su peso lo sentía sobre mí. 

Me gustaba.

—¿Qué decía? —preguntó—. Oh, sí, que puede que me esté enamorando de ti.

Parpadeé. Luego parpadeé una vez más. 

En sólo segundos parpadeé un tumulto de emociones –shock, incredulidad, emoción, miedo, lujuria, inseguridad, y me establecí en algo... algo demasiado grande como para nombrarlo. Había una galaxia en mi interior –compleja, infinita, milagrosa y frágil. Y en el medio se encontraba mi sol. Jimin. Amor. Los dos ahora eran como sinónimos para mí. ¿Se estaba enamorando de mí? ¿De mí? 

Una caricia de su mano me sacó de ese universo, y de vuelta a este momento.

—Podrías volver loco a un hombre con esa clase de silencios.

𝑷𝒆𝒓𝒅𝒆𝒏𝒅𝒐𝒍𝒐 | 𝑱𝒊𝒌𝒐𝒐𝒌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora