Chapter 17

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Para el momento en que había rellenado el papeleo necesario, y tenía alojada a Hamlet dentro de un barato trasportín para gatos, había pasado cerca de media hora desde que Minghao se había bajado de mi auto. De pie, en el aparcamiento, no pude encontrarlo por ningún lado. 

Saqué mi teléfono, no había mensajes.
Busqué en el parabrisas, no había notas.
Llamé a su teléfono, no hubo respuesta. 

Volví a llamar a su teléfono, directo al buzón de voz. Para cuando sonó el "bip", yo estaba llorando. 

—Minghao, lo siento. Lo siento tanto. No sé cómo arreglar esto. Sólo quiero que volvamos a ser como hemos sido siempre. Dios, eso es estúpido. Sé que no podemos. Sé que las cosas no pueden ser como eran antes, pero... no lo sé. Como sea. Sólo... hazme saber si estás bien. No estás en mi auto, y no sé cómo llegaste a casa, si es que llegaste. Sólo llámame. Por favor. Hablemos de esto. 

Unos minutos después, estaba sentado al lado de mi auto en el pavimento, mis vaqueros manchados de polvo, cuando recibí un mensaje. 

Estoy bien. 

Traté de llamarle otra vez, saltó directo el buzón de voz. 

Y por más que intentara pensar de otra manera, por más que intentara esperar que podíamos superar esto... Ya lo sentía. Sentía que me apagaba. 

Tal vez era el dolor. Tal vez era que al final había acabado por volverme loco. Tal vez ya simplemente no tenía a dónde más ir. Pero cuando volví a mi complejo de apartamentos, no me dirigí al mío. 

Con Hamlet en la mano, me dirigí al de Jimin.

No sabía cómo me veía cuando abrió la puerta. Ni siquiera quería saberlo. Pero la abrió más casi al instante, gesticulando hacia mí sin hacer preguntas. 

Jamás había estado en su apartamento. Debería haberme dado cuenta, o pedirle que me mostrara los alrededores. Debería haber dicho algo, pero lo único que tenía en la punta de la lengua era un sollozo, y necesité de toda mi energía, toda mi concentración para retenerlo. 

Pero incluso eso no fue suficiente cuando sus dedos levantaron mi barbilla. Él dijo mi nombre, y vi una mirada preocupada en aquellos ojos. Las lágrimas cayeron de mí como una copa rebosante, y no pude controlarlo, ni respirar bien, ni explicarlo. 

Él tomó la caja de Hamlet de mis manos y pasó un brazo alrededor de mis hombros. Me condujo por un pasillo casi idéntico al mío hacia una sala de estar que era completamente diferente. Estaba llena de libros, algunos en las repisas, otros apilados en el suelo. Los muebles eran sencillos y con un toque moderno, pero no tan modernos como para que dudara antes de hundirme en los cojines del sofá negro, agarrando una almohada blanca para abrazarla a mi pecho. Luego Jimin se puso a mi lado, sacándome la suave almohada de las manos y reemplazando la comodidad con su cuerpo. Me colocó en su regazo, acunándome como a un niño, secándome las lágrimas, peinando mi cabello, frotándome la espalda.

—Él me odia. —Me las arreglé para decir finalmente. Él no había preguntado, pero su preocupación me empujó a hacerlo de todos modos, sacó las palabras fuera de mi boca. 

—¿Quién te odia, amor?

Rápidas y cortas respiraciones salían de mis labios, pequeños gemidos que no era capaz de controlar. 

—Mi-Minghao. 

—Minghao no podría odiarte jamás —dijo. 

—Lo hace. Se fue. No volverá a hablarme. —Me disolví en otro ataque de llanto y sólo me acercó a él, metiendo mi cabeza debajo de su barbilla, contra su pecho. 

𝑷𝒆𝒓𝒅𝒆𝒏𝒅𝒐𝒍𝒐 | 𝑱𝒊𝒌𝒐𝒐𝒌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora