34 • Convicciones

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Un mes y medio después. Mediados de noviembre.

Naerim comía gomitas luego de haberse acostado con Seokjin quien cocinaba pasta en la cocina. Habían cumplido un mes desde que el chico le había pedido que fuera su novia. Un mes donde las cosas habían cambiado un poco.

Ella se metió a la ducha y luego comió con su chico ya lista para ir a la universidad.

—No vayas— dijo apoyando su cabeza en su hombro haciendo un lindo puchero. Naerim no desaprovechó que el chico tuviera los labios estirados, dejando un suave beso en ellos.

—¿Nos vemos en la noche?

—No— siguió su berrinche causando que ella sonriera.

—Jin~ ¿Otra vez con lo mismo?

—Ya sabes qué es lo que me molesta, amor. Ese Jeon... — dijo cruzándose de brazos.

—Bueno, te recuerdo que es mi compañero y mi casi amigo.

—Bueno, temo que ese "casi" se salga de ahí... No me agrada~ Nae, solo nos quiere separar.

—Mmm~ ya, se me hace tarde— evitó profundizar en el tema dejando un beso en su mejilla. No era la primera vez que hablaba de lo mismo y eso ya la agotaba.

—¿Y me dejarás así?

Ella suspiró. Luego puso su mochila en su hombro y dijo: —bebé, si desconfías de mí mejor terminamos ¿No? — sonrió al ver su ceño fruncido con enojo. Volvió a besar sus labios y ahora sí se encaminó hacia la puerta sin antes decir: —nos vemos a la noche.

 Volvió a besar sus labios y ahora sí se encaminó hacia la puerta sin antes decir: —nos vemos a la noche

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Llegó a la universidad yendo directo al subterráneo donde se impartía el taller de pintura. Se puso frente a su atril de caballete con el lienzo blanco dispuesto para ser pintado.

—Hola, pajarito— saludó el pelinegro ocupando el puesto vecino.

—No me digas así, molestoso. ¿Me trajiste lo que te pedí?

—¿Qué me pediste?

—Aish~ ¿Qué les pasa a todos hoy?

—¿Cuales todos?

—Seokjin y tú... Solo falta que a mi hermano y mi mejor amigo se les ocurra llamarme para hacerme alguna broma.

—Mira, me gusta que me incluyas dentro de tu lazo familiar. Siento que cada día vamos avanzando más en nuestra relación.

Ella rodó los ojos y no pudo evitar sonreír. —Idiota. Los pinceles ¿Recuerdas?

—Ah~— dijo ahora con una boba sonrisa, intrusiando en su mochila para luego sacar un estuche con tres pinceles de distinto tamaño. —Me debes una— se lo entregó con una coqueta sonrisa.

—Doscientos pesos son los que te debo.

—No quiero tu dinero.

—Entonces gracias por tu regalo, Jungkookie, eres un excelente compañero— dijo sarcásticamente, acomodándose luego en la silla porque el profesor ya había llegado.

Vanilla & Blood | OT7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora