Caitlin consigue el trabajo de su vida, trabajando como científica de datos para un equipo de Fórmula Uno -El escape perfecto para una chica que viene de una mala roptura-. Pero en su nuevo entorno, Caitlin pronto comienza a preguntarse si este es r...
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Caitlin había disfrutado finalmente poder sumergirse en algunos datos. Después de pasar la mayor parte de su tiempo en Australia con el equipo de pit, estaba contenta de haber conocido un poco mejor al equipo de análisis y disfrutaba trabajar con Simone y Pierre.
Sin embargo, para la tarde del miércoles, las oficinas de análisis la estaban volviendo loca. A pesar de no haberlos conocido durante mucho tiempo, anhelaba poder ver nuevamente a Franny y Alex. Habían estado trabajando sin descanso en la otra parte de la cuidad, realizando ejercicios de construcción de equipo. Una gran parte de su trabajado era mantenerse en forma, por lo que también habían pasado por un riguroso régimen de entrenamiento y tenían que pasar mucho tiempo haciendo ejercicios para mejor sus tiempos de reacción.
Tanto los pilotos como sus equipos debían llegar a Malasia esa misma noche, para poder aclimatarse y prepararse con los equipos para los entrenamientos del viernes. Caitlin no había visto, ni hablado con Seb desde la noche en Melbourne.
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Caitlin apareció en la habitación del hotel de Seb temprano y con gran energía, y presionó el timbre con un gesto enérgico.
Hubo un momento de silencio, pero luego escuchó movimientos y murmullos, Alguien luchaba con el pestillo de la puerta y la abrió con un gruñido.
Seb estaba parado allí, con pantalones de chándal rojos de Ferrari y el cabello extremadamente desordenado. Claramente acababa de despertar.
"¡Buenos días!" canturreó ella.
Seb gruñó, pero no se apartó.
"Levántate y brilla, dormilón. Tenemos trabajo que hacer".
"Novata, son las siete y media de la mañana".
"¡Lo sé! ¿No es genial?" dijo Caitlin, con una amplia sonrisa.
"Oh fabuloso, tengo una persona madrugadora en mi equipo".
"Si necesitas persuasión, ¡he traído Starbucks y pasteles!" Caitlin dijo, empujándole una taza de papel en la mano. Seb la aceptó gustosamente y se apartó a un lado.
