ℂ𝕒𝕡𝕚́𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟛𝟡: ℂ𝕠𝕞𝕠 ℝ𝕠𝕞𝕖𝕠 𝕪 𝕁𝕦𝕝𝕚𝕖𝕥𝕒

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Adelaide

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Adelaide.

La lluvia de Londres tiene un no sé qué, que causa un efecto raro en las personas.

-¿Como me pides eso, sabiendo qué hay alguien más de por medio?-pregunto dolida.

Me pide devuelta sabiendo lo que Gaia significa para el.

-Alessandro, es verdad, no puedo venir a exigirte que me quieras cuando ni siquiera me conoces y lo único que te he ofrecido es mi cuerpo, mejor olvida todo esto-alego ya cansada, el frío ya se está colando en mis huesos, doy varios pasos atrás, me aferro a su abrigo para no derrumbarme.

-¿Es enserio?, armaste todo un espectáculo en el restaurante e hicisteis que te persiguiera, cosa que nunca imaginé hacerlo cabe recalcar y ahora me pides que lo olvide, no te enojes luego cuando te digo que eres aún una niña sin madurar.

-Si esperas que te diga que tienes razón, eso haré, tienes la maldita razón, Alessandro. Aún no maduro y pueda que tarde años en hacerlo, así que sigue tu vida con tu esposa, que yo haré lo mismo, seguiré con mi vida pero eso si, no me pidas que te olvide porque no creo poder hacerlo, estoy jodida de la mente, lo se-suelto una pequeña risa que suena como un quejido.

Mi plan de pasar el día con él se fue a la mierda.

-Ya sabia que estabas jodida de la cabeza, no hace falta que lo menciones, bambina.

Noto como Grigori se acerca en el coche, le doy una ultima mirada a Alessandro.

-Cuando hallas decidido que no sólo soy algo para salir de la rutina, me buscas, solo espero que no sea tarde para ese momento-con eso me subo al coche y lo dejo atrás, me reclino contra la ventanilla.

Grigori me extiende una toalla y pañuelos, sonrío agradecida.

-Llévame con mis niños, por favor.

-Enseguida, joven Adelaide.

Al llegar ellos me reciben con un cálido abrazo.

-¿No te fue bien con papá?-deduce con duda Nik, asiento, a ellos no les puedo mentir.

-Sabia que no podía ser perfecto-niega con un suspiro.

Los reconfortaría pero temo echarme a llorar.

-Mamá ve a darte un baño que nosotros te pondremos mejor-dice decidida Giorgia.

-Esta bien-susurro.

Trato de no mirar las marcas en mi cuerpo ni sentir la pegajosidad en mi entrepierna mientras me ducho, intento purificar mi cuerpo de él, paso más de cinco veces el jabón pero aún huelo a él, me resigno saliendo de la ducha liándome una toalla a mi alrededor, busco mis pastillas anticonceptivas y las tomo, antes de reencontrarme con Alessandro ya había estado tomando la pastilla para regular mi periodo desequilibrado, guardo el frasco en mi estuche de viaje, me pongo mi pijama para momentos tristes, la cual tiene estampados infantiles, me sorbo la nariz congestionada. Salgo del baño y lo que me recibe es un tarro de helado, una película en pausa y una caja de pañuelos, mi corazón se aprieta.

𝐄̀ 𝐮𝐧 𝐩𝐢𝐚𝐜𝐞𝐫𝐞, 𝐛𝐚𝐦𝐛𝐢𝐧𝐚. (𝐈𝐧𝐞𝐬𝐭𝐚𝐛𝐥𝐞𝐬 𝐈𝐈)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora